Irresponsabilidad inaceptable

Irresponsabilidad inaceptable

Un sondeo rápido, informal, con difusión bulliciosa del resultado, como es costumbre, podría colocar en el anonimato a uno de nuestros mejores escritores. No es riesgo apostar que la mayoría desconocería quien es Pedro Vergés. El autor prefirió que el anaquel guardara las cenizas de un bolero que canta una época como ninguno. Su novela “Solo Cenizas Hallarás” es cita obligada en cualquier antología rigurosa.

Desde 1996 Vergés optó por la carrera diplomática. Desempeño discreto en España, Alemania, Japón. Con viajes a la isla en tiempos precisos y el manifiesto deseo de presidir el Ministerio de Cultura. Su representación en la OEA iba por el mismo sendero de comedimiento, sin embargo, fue retado por la circunstancia y por un mandato diferente.

Su discurso ante el Consejo Permanente de un organismo, donde tan malquerida es la República Dominicana, debe servir para una confrontación distinta.

En el texto están los datos, las peripecias de una negociación imposible, la realidad de una elite depredadora y mendaz, como la haitiana, que del mismo modo que expolia y engaña a su población hambrienta y enferma, pretende hacer lo mismo con la comunidad internacional y para lograrlo, cuenta con la complicidad de dominicanos.

Vergés desmontó falsedades sin estridencias. Datos en mano, pudo decirle mentiroso al canciller de Haití. Subrayó nuestra trayectoria “flexible, paciente, solidaria, comprensiva”. Y con ecuanimidad contundente, tildó de “irresponsabilidad inaceptable” la manipulación de hechos aislados, difundidos “orbis et urbis”, para convencer al mundo de nuestra condición racista, xenófoba y así justificar la agenda de tantos farsantes a sueldo.

Después de la participación del canciller haitiano en la OEA y la respuesta del embajador dominicano, urge utilizar otros parámetros para la discusión. También para entender la importancia de la diplomacia, la necesidad de representaciones dignas, activas.

La diplomacia criolla ha tenido un infeliz ejercicio. La molicie de ultramar sirve para recibir amigos, familiares. El exilio voluntario permite aprender idiomas, iniciar estudios y después del primer sofoco delante de los cinco cubiertos y el finger bowls, ensayar buenas maneras. Representantes diplomáticos escriben, perfeccionan el buen gusto. Chatean, ensayan nuevas dietas. Intentan negocios o los continúan. Algunos se apasionan con el budismo, buscan a los masones, a los seguidores de Escrivá de Balaguer. No hay regla exacta para las designaciones de las personas que conforman el cuerpo diplomático dominicano. Entidad que rechaza la academia, compensa experiencia, favores, demandas eclesiásticas, de grupos corporativos, de gobiernos amigos o enemigos. El abandono del país casi siempre satisface apetencias personales, descaradas en ocasiones, solapadas en otras. Para los escritores bisoños o veteranos, el servicio diplomático es la mejor oportunidad que el Estado puede proveer y el nombramiento permite una representación prestigiosa. Darío, Asturias, Neruda, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Fuentes, honraron en su momento la sede. Cuando se trata de figuras ilustres, los escándalos son graciosos, los excesos currículum.

La tiranía usó y abusó de la diplomacia. Intelectuales, políticos, soplones, delincuentes, ocupaban las sedes y obedecían las órdenes. Cómplices de crímenes, alcahuetes, aposentaron su vileza en embajadas y consulados. Balaguer, con experiencia en el servicio exterior y en cancillería, amarró lealtades con designaciones. Garantizaba consumo en las recepciones y pasaporte diplomático. Expuso al ridículo a muchos, cuya ambición y miedo permitía todo. Empero, capacidad nunca nos ha faltado, decisión y motivación, sí. Compromiso. Jefatura apegada a la Constitución y a las leyes, más que a los dictados de representantes de poderes fácticos, de organizaciones influyentes que apuestan al desmadre con la maleta lista para escapar. Orcopolitas similares a los que denunció Juan Pablo Duarte. Taimados, voraces, intolerantes. Pactan con cualquiera para que su dogma reine. Son los redactores de un soliloquio interminable. Sin interlocución pública con representantes de “el otro lado”. Conmiseración sin eco. Nada más los desvela, solo la continuidad del Romancero Domínico-Haitiano, convertido en divisa, seña de identidad.

Ojalá otros diplomáticos abandonen el letargo, tengan la partitura de Vergés y observen al director. Ojalá no sea demasiado tarde.

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