POR ÁNGELA PEÑA
Vino al mundo afectada del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), con tuberculosis, anemia, problemas cardiovasculares y pulmonares que le provocaban desesperante sofocación. Sin embargo, su alegría y su amor eran tan inmensos que cuando llegó al hogar que la acogió como nueva hija, inundaba de gozo los corazones de religiosas, enfermeras, maestras, conserjes, cocineras. Era 1992. La enfermita contaba cinco años.
Antes vivió en Arenoso donde apenas conoció la madre, que cerró sus ojos al mundo prácticamente cuando la niña abría los suyos a la vida. Pero recordaba su nombre tanto como el cariño que le prodigó la abuela que la tuvo hasta esa edad y el de Ramón Agüero, su padre, que siempre la visitaba. Arenoso fue presencia constante en su memoria a pesar de que sólo pasaba en la casa quince días y el tiempo restante en el hospital Robert Reid, en una época en que los tratamientos y medicamentos para el VIH eran escasos.
La doctora Ángela Soto la trasladó al Hogar Mariloly y fue como si un ángel iluminara el centro pese a que el SIDA todavía era misterioso y el diagnóstico tardaba algún tiempo. Había medicinas para disminuir su carga viral, sin embargo, el final inmediato de la adorable muchachita era la muerte, cuenta sor Carmen Veiga, quien desde 1992 se constituyó en madre de Isabel Agüero (Loly)
Pero justo en el sombrío momento en que se pronosticaba el fatal desenlace, Loly conoció a Mariasela Álvarez que la acogió también como a su hija, aunque la infante le llamaba Mi madrinita. La productora de televisión y ex reina de belleza no sólo se ocupó de suplir sus necesidades de salud sino además de prodigarle un afecto entrañable y hasta de suplir sus caprichos femeninos. Loly pedía y tenía los mejores vestidos y zapatos, joyas y hasta maquillajes. La buena Hermana de la Caridad le reprochaba tanta vanidad y ella replicaba: Pero mamá, son para que también los usen mis hermanitas y amiguitas, recuerda sor Carmen.
Todos los niños son muy buenos, pero Loly era muy tierna, no sé qué hechizo tenía que todo el que la conocía la amaba. Se sentía como la dueña del mundo. Ana María (una bienhechora) la llevaba a su barco para darle paseos por el mar junto a los demás chicos y ella decía que el yate era suyo. Loly afirmaba ser la propietaria del restaurante Maniquí, de la Plaza de la Cultura, porque su administradora, Fellita Caamaño, invitaba a los niños a almorzar cada domingo. Para ella las personas eran familia. Era sumamente abierta, sin complejos, y así amaba. Brindaba su cariño a todos. Fue muy querida en su vida. Su muerte fue llorada por todos, manifiesta sor Carmen.
Mariasela Álvarez visitaba con frecuencia el hogar Mariloly, llamado así porque las primeras criaturas que llegaron fueron Mary, que falleció muy pronto, y Loly, que vivió nueve años. En los archivos de lo que es hoy la Casa Rosada, un anhelo que Loly no vio realizar, hay fotos de la sensible dama animando a los enfermitos, vestida de Santa Claus, acompañada de sus propios vástagos. También iba su esposo.
El sueño de Loly
La Casa Rosada está inundada del bullicio infantil de casi cincuenta niños, desde recién nacidos hasta quinceañeras, unos abandonados y otros expresamente conducidos allí por sus padres y trabajadores sociales o referidos desde otros centros donde no pueden internarlos ni administrarles las dosis que requiere su virus.
Una inmensa foto de Loly, al lado de la imagen de San Vicente de Paúl, fundador de la congregación a la que pertenecen las monjas, recibe al visitante. Al pie se lee: Soñé que vivía en una casa rosada.
Luisa Rosario, la cocinera de siempre que mantenía a Loly gordita; Digna Isabel Molineaux, la enfermera que la nebulizaba y le aplicaba oxígeno y que la tenía preparada para paje de su boda celebrada pocos días después del deceso lamentable, y sor Carmen, no pueden impedir el llanto prolongado al recordar a Loly. Todas cuentan detalles y ocurrencias de ese ángel que aun dentro de su mal fue soporte para las asistentes y un gran apoyo para los demás menores, a los que cuidaba.
Ella nos reportaba la situación del hogar, lo que ocurría, que un niño se cayó, se orinó, durmió mal, vomitó. Tenía una gran ilusión, dice sor. Cuando su padre se retiraba, ella soñaba con una palmera. Me decía: detrás de aquella palmera está mi casa, mi casa es una casa de palma.
Cantaba, bailaba, ofrecía entrevistas reales sin ninguna timidez e improvisaba otras frente a un micrófono imaginario. Brindaba todo lo que tenía, expresa sor Carmen reponiéndose del llanto.
Un amanecer, Loly fue regocijada al encuentro de su madrecita del Hogar Mariloly, la entregada y tierna religiosa, y le contó: Tuve un sueño muy bonito, tenía una casa rosada en la que vivía con mis hermanitos, me la va a hacer mi madrinita con una habitación como la de Chantal (hija de Mariasela). La destacada comunicadora se enteró del sueño e hizo el primer aporte para la construcción: un millón y medio de pesos, mientras la enferma comunicaba al esposo de la filantrópica señora: Alberto, mi habitación va a ser ésta, señalando un ala de la construcción.
Pero dos años antes de concluida la edificación, Loly se puso grave, recuerda Digna Isabel. Comenzó con una fuerte asfixia y me llamaba: Ven a ver, mamá (a ella le decía también mamá) La atendí, le di medicamentos y mejoró pero tuvo una recaída y la llevaron a la Plaza de la Salud, la entubaron y ya no volví a verla. Allí estuvo una semana hasta que murió. La velamos en la capilla Santa Luisa de Marillac y la enterramos en el Cristo Redentor, declara la dulce enfermera llorando. ¿Quién no iba a querer a una niña tan alegre?, pregunta.
La calle
Fellita Caamaño, colaboradora de la obra, solicitó que la calle de Los Tres Brazos donde se construyó La Casa Rosada llevara el nombre de Isabel Agüero (Loly) y Magino Corporán Lorenzo encaminó las gestiones ante el Ayuntamiento. El 9 de julio de 2001 se inauguró la vía con el nombre de la pequeña, fallecida el 29 de octubre de 1999.
Sor Carmen Veiga, la más amorosa Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, conserva los cuadernos, fotos y primeras letras de Loly como los de una hija biológica muy amada, con observaciones al pie de cada página. Te cansabas y yo te apuraba: sigue Loly. Tus recuerdos queridos, Loly. Debes entender y decidir. Colorea lo que indica el número, entre sumas y restas, dictados, tareas, mi mamá me ama, mi papá me mima, Amo a mi mamá, me-mo-lo-li-mime-muma-memo-mimí.
Merecía la calle, fue una niña que sufrió mucho, tenía enfermedades respiratorias, a veces las características de la piel eran muy prominentes y no existían los retrovirales. Cuando comenzó a recibirlos, era tarde, tenía los órganos muy deteriorados, explica sor Carmen.
Agrega: Loly fue una heroína excepcional en su enfermedad, siempre estuvo luchando a favor de la vida, siempre soñó con vivir, pero sufrió mucho. Soñó que vivía en una casa rosada. El nombre de este hogar se le debe a ella: ésta es la Casa Rosada que soñó Loly.
La vía nace en la Prolongación Avenida Venezuela, atraviesa la General Cabral y termina en un Cul de Sac.