Islas griegas, el paraíso de los dioses

Islas griegas, el paraíso de los dioses

Con todos los atractivos de estas Islas no es de extrañar que grandes dioses como Apolo eligieran las islas griegas como morada. Mitología y naturaleza se dan la mano en un crucero de lujo en el que Atenas, la cuna de la civilización occidental, es una parada ineludible

 

El Mar Egeo conserva toda la magia que hace miles de años enamoró a los dioses griegos. Corfú, Mykonos, Santorini… cada isla es una maravilla de la naturaleza donde todavía resuenan historias mitológicas. Sumérjase en el azul turquesa de sus playas y el blanco de sus pintorescos pueblos, famosos por sus noches animadas, sus restos arqueológicos y la hospitalidad de sus gentes.  Bajo la atenta mirada de Atenas, las islas griegas ofrecen al visitante un auténtico paraíso terrenal.

Las islas griegas se han convertido en un destino clásico dentro de los cruceros por méritos propios. Aunque las conocemos bajo un mismo nombre, realmente engloban varios archipiélagos: Cícladas, Dodecaneso, Jónicas, Espóradas, islas del Norte del Egeo e islas del Golfo Sarónico. En total son más de 2.000 islas, de las cuales sólo unas 200 están habitadas. La travesía por las aguas del Mar Egeo suele incluir una parada en la península de Grecia para no desaprovechar la oportunidad de acercarse hasta uno de los principales centros históricos del mundo, Atenas.

 

Atenas, la cuna de Occidente

Si piensa viajar a Grecia para encontrar paz y tranquilidad, espere a salir de Atenas.  La capital griega es una ciudad bulliciosa llena de actividad, donde necesitará al menos 2 días para conocer todas las maravillas arquitectónicas que conserva.  La primera visita debe dedicarla a la Acrópolis. El recinto arqueológico más importante de toda Grecia se eleva sobre una colina en la que descansan los restos del famoso Partenón. El conjunto incluye otros templos como el de Erection, considerado el más sagrado en la Antigüedad, o el de Atenea-Nike, además del teatro de Dionisio.  Si se pasa por el museo de la Acrópolis, tendrá la oportunidad de ver de cerca una de las famosas cariátides (esculturas con cuerpo de mujer).

Bajo la Acrópolis la zona de interés forma un triángulo cerrado en sus tres vértices por la Plaza Omonia, la Plaza Síntagma y el barrio de Plaka que, junto con el de Monastikari, es el más animado de Atenas.  De noche, podrá tomarse una copa de vino en sus tabernas típicas mientras disfruta de las magníficas vistas del Partenón iluminado. Cerca del barrio de Plaka encontrará otros monumentos destacados como el Arco de Adriano y el Templo de Zeus.  Si avanza hasta la Plaza de Síntagma, podrá ver a cada hora en punto un cambio de guardia que no tiene nada que envidiar a la de Londres. Se celebra a los pies del Parlamento griego (antiguo Palacio Real), junto a la estatua del soldado desconocido. Merece la pena reservar el domingo a las 11:30 para presenciar la ceremonia solemne, en la que los soldados desfilan con el traje nacional griego.

Atenas tiene la ventaja de ser una ciudad manejable, que se puede recorrer a pie fácilmente.  Después de tomar un respiro en el parque de Zapion, diríjase hasta el Estadio Olímpico, construido para albergar los Juegos Olímpicos de 2004.  Si el deporte no es lo suyo y lo que prefiere es ir de compras, Kolonaki no le defraudará. El barrio más elegante de Atenas está lleno de tiendas de las mejores marcas.  Desde allí un funicular le llevará por 2 euros hasta la colina Lycabettus, el mayor mirador de Atenas.  Cuando vea el mar, recordará que tiene que volver al puerto de El Pireo para zarpar y continuar su aventura, rumbo a las islas griegas.

 

Islas Cladas, alegrÍa del Egeo 

Situadas en medio del Mar Egeo, las Cícladas son las más famosas de todas las islas griegas. La fotogénica Santorini, de origen volcánico, es la mejor embajadora de este conjunto. Realmente se trata de un montón de lava con forma de media luna y rodeado de aguas misteriosas, con reflejos oscuros que van del rojo al negro. Pero al pisar tierra, la tenebrosidad que sugiere su naturaleza agreste, de acantilados abruptos, desaparece para dar paso a un mundo de fantasía. En Thira, la capital, las casas blancas se amontonan en una ladera salpicada de cúpulas de azul cobalto. Paseando por sus calles a lomo de un burro sentirá de lleno el encanto de una tierra que muchos consideran el lugar de origen de la Atlántida.

Del blanco y azul de Santorini a la explosión de colores de Mikonos. Los balcones de la isla más marchosa de todo el Egeo llaman la atención con sus flores y sus pinturas en tonos vivos. El barrio conocido como la pequeña Venecia es la zona más pintoresca del pueblo, y la que tiene más bares de copas. En Santorini también hay espacio para el recogimiento en sus más de 400 iglesias, entre las que destaca la de la Santísima Virgen Paraportiani. Pero los grandes símbolos de la isla son los molinos y un animal muy particular… el pelícano Petros, que desde hace años vive integrado en el ambiente como un habitante más. 

Desde Santorini salen barquitas todos los días con dirección a islas vecinas como la de Delos. Hoy deshabitada, en la Antigüedad era la más sagrada de todas las de el Egeo por considerarse la patria de Apolo. De los remotos tiempos de esplendor quedan ruinas como las del templo de Artemis y el Santuario de los Toros. Los orígenes de Milos también son mitológicos. De hecho, según la leyenda, el nombre de la isla corresponde al del primer habitante, enviado por la diosa Venus. Pero lo que le ha dado fama mundial a la isla es la estatua que representa a esta diosa, la Venus de Milo. Si la busca aquí no la encontrará, porque desde su descubrimiento, en el siglo XIX, se conserva en el museo del Louvre, en París.

 

Arte en estado puro

Para conocer la isla que fue sede de una de las siete maravillas del mundo antiguo, deberá desplazarse hasta el archipiélago del Dodecaneso. La enorme estatua del Coloso, ya desaparecida, no le podrá dar la bienvenida a Rodas, pero a cambio encontrará otros atractivos. La ciudad medieval es, junto con playas como la de Tsambika, lo más impresionante de la isla. Sus murallas todavía salvaguardan edificios de interés como el Hospital y la Catedral de los Caballeros, reconvertidos en el Museo Arqueológico y el Museo Bizantino respectivamente.  En el monte Smith quedan restos de la Rodas helénica como el templo de Apolo, el Teatro Antiguo y el Odeón.  A 58 kilómetros de la ciudad, el pueblo de Lindos, con su famosa Acrópolis, es otra de las visitas obligadas en la isla.

La mayoría de las islas incluidas en los cruceros por Grecia pertenecen al Egeo.  Pero hay una joya más, llamada Corfú, que flota sobre las aguas de otro mar, el Jónico. La segunda isla más poblada de Grecia posee 220 kilómetros de costa llena de playas de ensueño, como la de Mon Repos y la de Paleocastricha. La ciudad de Corfú, justo en el centro de la isla, es una de las más bellas del país a pesar de no dar al mar.  En su Acrópolis hay vestigios griegos como el templo de Hera, el monumento de Menécrates y el Gran León. Los bizantinos también dejaron huellas de su paso por Corfú con iglesias como la Basílica de Paleópolis.  Historia, playas, diversión… en Corfú, como en el resto de las islas griegas, el visitante encontrará todos los alicientes para disfrutar de un viaje que le llevará directo al cielo.

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