Israel: “Lucha  con Dios”…los palestinos, consigo

Israel: “Lucha  con Dios”…los palestinos, consigo

Para algunos sabios y estudiosos, la Biblia tiene cosas inentendibles, inaceptables. Como la que refiere que  Jacob luchó con un ángel. No se explica por qué lucharon, pero sí que Jacob, dándose cuenta de que era un enviado del cielo, lo sujetó hasta el amanecer, obligándolo a que lo bendijese. Y relata que el ángel le puso por nombre Israel, que significa “el que lucha con Dios”, más propiamente, “el que arrebata bendición de Dios”.

Dios quiso hacernos  entender que algunas dádivas y beneficios suyos debemos ganárnoslos. Principio pedagógico frecuentemente constatado en la historia de israelitas y cristianos, como pueblos o como individuos. Eso que sabe cualquier cristiano humilde, lo ignoran millares de judíos que viven en Israel o en otros países. La historia de los judíos ha sido traumática, antes y después de Cristo.

Debido a su mucho extravío y  desobediencia de los estatutos del Dios que, su tradición asegura, los libró de su esclavitud en Egipto. Ciertamente, los israelitas, como los cristianos, hemos dado mucha brega a Dios. Lucha que es el proceso espiritual, intelectual y moral de transformar nuestro modo de pensar, de creer y de vivir. Es cierto que Yaveh los sacó de la esclavitud pero no los llevó a un resort. Porque, en el desierto, los purgó y los limpió de sus costumbres paganas.

Los israelitas se rebelaban contra mandamientos y estatutos, y muchos querían regresar a Egipto porque les hacía falta la sazón del ajo y la cebolla (su arroz con habichuelas). Pero, con los años, llegaron a ser la nación más organizada y progresista de la región. Y se llenaron de orgullo y olvidaron que ellos fueron “reclutados” por ser precisamente “el más insignificante de los pueblos” (Deuteronomio 7.7), para propagar al mundo el mensaje de salvación que Dios le dio a Abraham. Israel conquistó pueblos paganos degenerados para cumplir el encargo de Dios. Fue glorioso en tiempos de David, un rey con grandes virtudes pero con grandes pecados; aunque siempre dispuesto a amar y someterse a Dios. Pero, enorgullecidos y en rebeldía, confundieron ser designados con ser “consentidos de Jehová”. 

Fue entonces que se les ocurrió, por cuenta propia y no de Dios, avasallar a sus débiles e indisciplinados pueblos vecinos. Aquel David que fundaba su fuerza y valor en Yaveh, olvidóse de  Él y decidió apoyarse en los “hombres que manejaban espadas”. Probablemente ahí nació el sionismo: Un pueblo se adueñó del Encargo del Creador. Jesús, mediante la parábola de los jornaleros malvados, les advirtió qué les sucedería si no recordaban que el dueño de la Viña es Jehová.  Pero, cuidado, hermanos: hoy día los israelíes luchan por su vida, en defensa propia.

Pero no solo los israelitas luchan y le dan lucha a Dios: Todos tenemos desobediencias y vanidades no sometidas a Él. Cada humano suele parecerse a aquel Israel histórico, orgulloso y rebelde, como si el mundo se creara solo para nosotros; arrogándonos la propiedad  sobre nuestras vidas. Negándonos al Plan de Dios. Tal vez Israel sea, en cierto modo, nuestro retrato de Dorian Gray.  

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