Israel convierte Gaza en escenario de pesadilla

Israel convierte Gaza en escenario de pesadilla

Gaza. EFE. La franja de Gaza parecía ayer un escenario en el que la peor pesadilla se hubiera convertido en realidad. Seis días después del alto de fuego de Israel y Hamás, este territorio palestino ofrecía una imagen desoladora.

En el primer viernes santo musulmán desde el cese de los ataques israelíes que han dejado en la franja 1.400 muertos y 5.000 heridos, pocas personas transitaban por Gaza capital, donde las calles estaban casi desiertas.

No se veían fuerzas de seguridad de Hamás ni de otros grupos armados, y entre los escasos vehículos destacaban, por sus continuos claxones, los de las agencias de auxilio con la bandera azul de la ONU.

 A éstos se sumaban las ambulancias que se dirigían al Hospital de Al Shifa, el mayor de la mancha urbana y atestado de convalecientes.

Los edificios bombardeados en el centro de la ciudad eran de Hamas- entre otros, los de la televisión Al Aqsa, la comisaria Al Abas y los dieciséis ministerios del gobierno islamista han sido reducidos a amasijos de piedras y cables.

Una excavadora aplanaba el terreno en lo que fue la vivienda de la calle Al Yala en que fue localizado, alcanzado y muerto el ministro de Interior de Hamas, Said Siam, junto a uno de sus hermanos, uno de sus hijos y dos milicianos.

Ni siquiera rocas sobre rocas

Restos de viviendas, fabricas, talleres, hangares, tiendas, cisternas y naves industriales se amontonaban junto a carcasas de camiones y de maquinaria, y los cadáveres de cabezas de ganado en avanzado estado de descomposición.

Niños y ancianos en carros tirados por burros rastreaban entre los escombros en busca de algo que todavía pudiera ser de alguna utilidad, y grupos de hombres se arremolinaban en torno a hogueras para protegerse del frío. “Esto es lo que queda de mi empresa”, dice Taha Dellul, mientras señala con la mirada un informe bloque de hormigón en el asoma una estructura metálica y sobre el que comparte su desdicha con una docena de antiguos empleados. “Era una fábrica de elementos para la construcción que nos daba para vivir”, explica. “Hemos venido aquí porque no sabemos otro sitio adonde ir”, agrega Dellul, que solo confía en “la comunidad internacional». “No me fío de Israel, ni Hamas, ni de Al Fatah (el movimiento nacionalista del presidente palestino, Mahmud Abas).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas