El Estado de Israel no quiere en verdad la paz con sus hermanos de padre, los palestinos, y apuesta, siempre lo ha hecho, desde el 14-05-1948, al tiempo, para socavar la resistencia palestina y apoderarse de toda el área de Cisjordania y la Franja de Gaza, que es la crisálida del Estado palestino, representado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Es el criterio obtuso, imposible e inviable de El Gran Israel.
El acerto parte de la realidad difundida por los medios noticiosos el 13 del presente mes de agosto, en la que el premier israelí, Ehud Olmert, ofrece a la ANP un 93% de Cisjordania, engulléndose el Estado de Israel el 07%. Mahmud Abás, presidente de la ANP, rechazó la especie.
En julio de 1988, el entonces rey Hussein de Jordania, renunció al territorio de Cisjordania y lo cedió a la OLP, que representaba en ese momento al pueblo palestino conducido por el rais Yasser Arafat. Cisjordania, primero ocupado por Israel desde la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que se anexó los Altos del Golán y la península del SINAB, que devolvió a Egipto en 1977 mediante el acuerdo de Camp David firmado entre el presidente egipcio Anwar El Sadat y el premie Begin en Washington, D.C. No así Cisjordania ni los Altos del Golán.
Los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza desempeñan su economía frágil y magra por remesas de tres millones de paisanos en diáspora, más la ayuda de los países árabes, empezando por Arabia Saudita, Irán, Siria y Jordania, territorios ocupados en la guerra de los Seis Días. Israel demuestra que no quiere la paz y juega, peligroso, al tiempo.