Israel sigue decidido borrar grupo Hezbolá

Israel sigue decidido borrar grupo Hezbolá

JERUSALEN (AFP).- El gobierno israelí no escatima medios para «destruir» al Hezbolá, a sus dirigentes e infraestructuras, y siguió bombardeando ayer, viernes, diversos puntos estratégicos de Líbano, incluida la periferia chiíta de Beirut, haciendo oídos sordos a las críticas internacionales.

Durante la jornada, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, autorizó a su ejército a atacar nuevos objetivos vinculados a esta milicia chiíta libanesa, que secuestró a dos soldados israelíes hace dos días en la frontera.

Poco después, a las afueras de Beirut, la casa y oficina del líder de esta milicia, Hassan Nasralá, directamente amenazado de muerte por Israel, fueron bombardeadas, pero el emblemático dirigente está vivo y llamó a los libaneses a resistir frente a Israel.

«Ustedes han querido una guerra abierta y la tendrán», amenazó Nasralá, dirigiéndose al pueblo israelí y a su «estúpido gobierno sin experiencia».

   En las últimas horas, Israel consiguió aislar completamente a Líbano estableciendo un impresionante bloqueo por tierra, aire y mar y destrozando infraestructuras y bastiones del Hezbolá en todo el país.

   «Tenemos la intención de seguir atacando esta zona de Beirut», aseguró el jefe del Estado mayor israelí, el general Dan Halutz.

   Cinco civiles, entre ellos dos trabajadores sirios, resultaron muertos y otros ocho heridos el viernes por bombardeos israelíes al sur del Líbano, según un balance obtenido por la AFP de la policía y los hospitales de la región.

   En total, 66 civiles perdieron la vida y 176 resultaron heridos en Líbano desde el inicio de la ofensiva israelí.

   Según Halutz, los dos soldados israelíes secuestrados por el Hezbolá y el cabo Gilad Shalit, capturado por grupos armados palestinos el 25 de junio en la frontera con Gaza, están vivos y su estado de salud es «aceptable».

   Sin embargo, estas alentadoras noticias no bastan para calmar al ejército del Estado hebreo, que el viernes destruyó unos 20 puentes, cortó carreteras e incendió depósitos de combustible y bombardeó de nuevo el aeropuerto y la carretera entre Beirut y Damasco, una de las únicas formas que quedaban para salir del país.

   La acción «desproporcionada» ha sido criticada por buena parte de la comunidad internacional, sobre todo por líderes europeos, pero bendecida por Estados Unidos.

   Presionado por Washington, el Consejo de seguridad de la ONU, reunido de urgencia debido a la ofensiva israelí en Líbano, se abstuvo de pedir finalmente un alto el fuego, como habían suplicado las autoridades de Beirut.

   El jueves, el Consejo de Seguridad de la ONU debatió una resolución que ordenaba el fin de la ofensiva israelí en Gaza, pero Estados Unidos interpuso su veto y la iniciativa tampoco pudo ser aprobada.

   Para Olmert deben darse tres condiciones previas para que Israel suspenda su ofensiva: la liberación de los dos soldados secuestrados, el cese de los disparos de cohetes y la aplicación de la resolución 1559 de la ONU que estipula el desarme del Hezbolá.

   Poco antes, el ministro de Defensa, Amir Peretz, afirmó que Israel desea «destrozar» al Hezbolá porque éste ha «quebrantado las reglas del juego en la frontera» al secuestrar a dos soldados y matar a otros ocho.

   El Estado hebreo culpa al gobierno libanés de no saber neutralizar y desarmar al Hezbolá.

   Pero las autoridades de Beirut, acorraladas entre Hezbolá e Israel, se limitaron por ahora a desmentir cualquier responsabilidad en la captura de estos dos soldados.

   Mientras tanto, miles de libaneses y de extranjeros residentes en el país intentaban huir de esta ofensiva, la más violenta lanzada por Israel en este país desde su operación «Uvas de la ira» en 1996 que dejó un saldo de 175 muertos en 16 días.

   Según los portavoces militares israelíes, Hezbolá no podría actuar sin la ayuda de Siria e Irán, países a los que también amenazó indirectamente.

   En la frontera, los enfrentamientos continuaban el viernes por tercer día consecutivo. Los milicianos del Hezbolá lanzaron un centenar de cohetes y el ejército israelí respondió con 12 bombardeos y 190 disparos de obuses hacia el sur del Líbano.

   Desde hace dos días, unos 150 cohetes cayeron en Israel, donde cuatro civiles murieron y más de 100 resultaron heridos, según fuentes militares.

   Las autoridades israelíes desean alejar al máximo de su frontera norte a los milicianos de este grupo integrista creando una especie de zona de contención en el sur del Líbano que protegería las ciudades del norte del Estado hebreo.

   «Israel no tolerará más que la bandera de Hezbolá ondee en la frontera, a pocos metros de nuestras posiciones», explicó un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores israelí.

   Según expertos israelíes, los objetivos del Estado hebreo van más allá de la liberación de dos soldados secuestrados y pretenden restablecer la capacidad de disuasión de Israel.

   Sin embargo, los responsables del Estado hebreo descartan instaurar un nuevo orden en Líbano u ocupar una parte de su territorio, como ocurrió en la ofensiva de 1982, que provocó una ocupación del sur del Líbano que duró 18 años.

   Fortalecido gracias al apoyo masivo de sus conciudadanos, Olmert no está sobre todo dispuesto a aceptar que haya ataques contra Israel a partir de un territorio del que su ejército se ha retirado, sea Líbano o la franja de Gaza, de donde el ejército israelí sacó sus tanques el viernes al amanecer.

   La ofensiva israelí en esta región, destinada a rescatar a otro soldado capturado el 25 de junio y a poner fin a los disparos de cohetes Al Qassam contra su territorio, continúa, pero sigue sin dar frutos.

   Más de 75 palestinos y un soldado israelí, alcanzado por balas de su propio ejército, murieron en los últimos 10 días en esta región paupérrima y superpoblada.

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