Itineario. La vida está llena de Encuentros

Itineario. La vida está llena de Encuentros<BR>

Volví luego de haber librado mil batallas interiores. Batallé contra la locura de la cotidianidad laboral.  Batallé con los roles disímiles, encontrados, enfrentados y obligatorios de la mujer que transita por la agitada vida profesional. Batallé contra las múltiples preguntas que me asaltaban cada día cuando miraba el cielo o tenía que callar ante tantos atropellos de esta sociedad que se niega a cambiar: ¿Por qué no puedo sacar el tiempo para escribir estas 800 palabras que alivian mi alma?  ¿Qué me detenía a hacerlo? ¿Por qué no programar algunas horas para mis Encuentros?

Ansiaba con todas las fuerzas de mi corazón volver a escribir el diverso, alocado, y humano  manojo de  reflexiones.  Motivada por algunos lectores que tenían registrado mi correo y me pedían insistentemente que volviera a escribir, y, porque por diferentes vías llegaron a mi computadora, algunos artículos que todavía circulan en el mágico mundo de la cibernética; decidí acudir a mi cita sabatina de mis queridos y añorados Encuentros.  Llamé a mis eternos amigos del HOY y le pedí con entusiasmo que me cedieran de nuevo el espacio.  La respuesta positiva no se dejó esperar.  Por eso,  hoy, en febrero 2012, vuelvo, como dice Octavio Paz en el fragmento que acompaña este reencuentro, donde terminé hace más de dos años.  Este largo paréntesis de muchos días, horas, minutos y segundos, parece que no habían transcurrido. Reencuentro, Areito, febrero 2012

Me han preguntado mil veces por qué escribo estos Encuentros. Me han cuestionado duramente por qué amo tanto estas citas sabatinas  si no hay grandes beneficios económicos. Me han dicho en múltiples ocasiones por qué sigo haciendo estos artículos que me roban tiempo para escribir otras cosas.  A todo aquel que me pregunta le respondo, porque a través de ellos vuelvo a encontrar sentido a la vida, porque cada entrega es una forma maravillosa de vivir. Como decía José Luis Sampedro, en el ocaso de su vida, que escribir era una forma hermosa de vivir, porque cada escritor, relata lo que ve, escucha y lee,  lo transforma en sus propias palabras.

Mis Encuentros se iniciaron en la desaparecida revista Rumbo. Osvaldo Santana, entonces jefe de Redacción de la publicación, me dijo que debíamos bautizar la columna, y al instante sugirió Encuentros, por las temáticas que abordaba. Me gustó. Así nació Encuentros.  Por razones que ahora no quiero recordar, busqué otra casa. Hablé con el buen amigo Bienvenido Álvarez Vega y desde hace más de una década encontré refugio en AREITO. Razones diversas me han obligado a hacer largas pausas. Y a pesar del silencio y la distancia, mis amigos del HOY, siempre me han abierto las puertas y me han acogido con los brazos abiertos.

¿Por qué los Encuentros? Creo que a través de ellos he vivido y he encontrado nuevas razones seguir viviendo, me han mostrado nuevos caminos de conocimientos y dimensiones insospechadas de la capacidad que tiene el  alma para sobrevivir y protegerse.  Me han permitido escribir lo que siento,  y mostrar en palabras la amplia y difusa gama  sentimientos humanos. Todo aquello que lastima muchos corazones, como las injusticias sociales, los desengaños, los atropellos injustos e injustificados, la violencia física y sicológica y el uso del poder para atropellar, entre otras cosas, han salido a relucir a lo largo de estos años.  Pero también estos Encuentros han sido la llave maestra para expresar la otra dimensión de la vida, que es la alegría, el amor filial, el amor al amado,  la amistad verdadera y sencillamente el descubrimiento y disfrute de las pequeñas cosas que, al descubrirlas aligeramos la carga vital.

Mis Encuentro no fueron  siempre así.  Mis artículos han tomado el curso y el pulso de mi propia vida, de mis cambios intelectuales, de mi madurez personal,  y, por qué no, del placer de envejecer y ver la realidad y las cosas desde otras perspectivas.  Cuando comencé mi faceta de columnista, en el lejano 1992, comencé a publicar en el vespertino Ultima Hora, intentaba escribir temas históricos. También durante un tiempo publiqué en el Listín Diario y después en El Siglo.  Mis artículos de entonces tenían más carácter teórico y  coyuntural, buscaba  analizar la realidad política y social y vincularla siempre con algún elemente histórico.

Después me di cuenta que eso que hacía no me satisfacía del todo. Busqué nuevas formas de expresión. Inicié un viaje al interior de mi alma, y descubrí que ella ansiaba expresarse, y que la razón había tenido muchas oportunidades a través de los libros y artículos científicos. Inicié tímidamente. Empecé a publicar mis primeros Encuentros escritos desde el corazón.  Al principio hubo reacciones negativas. Incluso algunos lectores me escribieron protestando.  Recuerdo que escribí un artículo que se titulaba en Primera Persona publicado en noviembre de 2004. En este artículo explicaba el cambio de rumbo de mi columna. Decía entonces, hoy siete años después afirmo convencida:

 Algunas personas me han preguntado si he cambiado. Otras por qué he cambiado. He recibido observaciones críticas de que lo mejor para mí es volver a mis andanzas intelectuales racionales, utilizando mi pluma y mis conocimientos para la crítica social, la crítica política o la crítica académica. Mis andanzas sentimentales parecerían para algunas personas un camino equivocado, un sendero que debía ser transitado por las personas ligeras y poco profundas. He pensado mucho las cosas que me han dicho, y quizás tengan razón, pero no.

En estos Encuentros sabatinos haré cita con aquellos que quieren compartir conmigo las reflexiones de mis experiencias y mis lecturas que hago y haré siempre en primera persona. Porque creo en la capacidad humana de expresar sentimientos, porque creo que la posibilidad de crecer se hace cuando te haces consciente de tu propia humanidad; a través del compromiso en primera persona es que asumimos una posición críticamente activa para decidir que tenemos un rol en la transformación de la realidad; porque es en primera persona, en mi yo individual y mi yo colectivo, que soy capaz de disfrutar cada amanecer, cada tarde de lluvia, cada día soleado, cada flor que se abre, cada niño que juega, cada viejo que espera, cada joven que sueña, cada adulto que se da permiso para arrepentirse de sus acciones, cada hombre que ama, cada mujer que espera. En primera persona percibo la realidad, y en primera persona puedo escribir sobre ella.

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

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