Ivonne Haza paradigma del bel canto en la RD

Ivonne Haza paradigma del bel canto en la RD

El valor de Ivonne Haza como primera soprano de nuestro país no radica solamente en los detallados estudios que realizó en el Conservatorio de Música “Santa Cecilia” de Roma a partir de octubre de 1960 a junio de 1961 y de octubre de 1963 a junio de 1964, sino el esfuerzo ingente de concretar los conocimientos aprendidos con una práctica idéntica a esas teorías  e imponerlas con resultados cualitativos durante más de cincuenta años.

Esta conclusión se desprende de la lectura de la empática biografía autorizada de la artista escrita –arduo trabajo– por el Dr. Wilson Roberts con el título “Ivonne Haza. La diva dominicana” (SD: Banco Central, 2009, 332p.)

Los estudios detallados asignatura por asignatura (p. 51) deben haberlos realizado centenas de estudiantes que han pasado, hasta hoy, por las aulas de aquel Conservatorio. Pero, ¿cuántos de ellos han sobrepujado lo aprendido hasta el punto de trascender históricamente en su propio país o en el ámbito internacional como ha sido el caso de Ivonne Haza, quien ha actuado con éxito en las salas de los teatros del Caribe, Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa? Ivonne logró la meta de trascender lo aprendido de sus profesores gracias a dos condiciones: disciplina (pp. 69-72) y una inteligencia creativa que le permitió autoanalizarse y discernir lo que hacía mal y transformarlo en valor.

El último peldaño de su carrera que le faltaba por ascender fue la difícil tarea de pasar del canto de arte a la adopción de los ritmos de la música popular dominicana que a veces oscila entre lo realista y lo simbólico sin llegar, por supuesto, al nivel del trabajo artístico del bel canto, pero comoquiera que sea constituye un elemento cultural formidable de cohesión e identidad social.

Nuestra soprano, contemporánea de tantas estrellas del “bel canto” a quienes admira  (Renata Tebaldi, Monserrat Caballé, Victoria de los Ángeles, los cuatro tenores) tuvo quizá en ellos motivos de inspiración para proponerse un descenso a la canción popular dominicana y cosechar el éxito que en esta materia le ha sonreído a nuestro Arístides Incháustegui. Quien más me viene a la mente es el ejemplo de Plácido Domingo cuando canta canciones mexicanas y boleros de varios compositores latinoamericanos o una de las bachatas sublimes de Juan Luis Guerra, “Frío, frío”.

Los demás artistas clásicos han hecho lo propio con la música popular de su respectivo país. Al regresar al país luego de su entrenamiento en Italia, no todo era tabla rasa o erial en materia del canto de arte. Había una tradición sostenida desde la creación de la Sinfónica Nacional y la Escuela de Bellas Artes con la ayuda de artistas republicanos españoles. Tradición de representaciones artísticas, canto de arte, ballets, conciertos, documentados por Arístides Incháutegui y Blanca Delgado Malagón en los dos volúmenes de “Vida musical en Santo Domingo” (1940-1999). O de exposiciones pictóricas y obras de teatro documentados por Cruzado, y Molinaza.

Incháustegui y Delgado resaltan (t. I, 397-99) la escenificación de la primera ópera transmitida por televisión en nuestro país, “Cavalleria rusticana”, de Pietro Mascagni el 1 de agosto de 1956, difundida por La Voz Dominicana con artistas dominicanos. Los papeles estelares recayeron en Violeta Stepehen como Santuzza, Napoleón Dhimes como Turiddu, Tony Curiel como Alfio, Ligia Monsanto como Lola y Luz Pichardo como Mamá Lucía.

Si aludo a este hecho es porque Ivonne Haza, a lo largo de su biografía no cesa de encomiar esta ópera del verismo italiano, de la cual encarnó, en la segunda representación en el país, el papel de Santuzza diez años después, abril de 1966, y también del 27 al 28 de mayo de 1989 en el mismo Palacio Radiotelevisor.

Esta adhesión al verismo italiano extendido a casi toda Europa a finales del siglo XIX es la que empalma mejor con las preocupaciones artísticas, sociales y políticas de Ivonne Haza, puesto que por tradición, desde mitad del aquel siglo, la familia Del Castillo ha dado muestras  de su apego al liberalismo, al positivismo armónico llegado de Hostos y ha luchado en contra de los regímenes despóticos entronizados en el país. Esta lucha la realza nuestra soprano en varios pasajes de su biografía. Ejemplo ella misma de su oposición al trujillismo, tal como lo relata en el libro (pp. 39-45), razón por la cual, luego de una entrevista con el dictador, su familia decidió sacarla del país en octubre de 1960. La entrevista con Trujillo fue una advertencia para que la joven Ivonne supiera que el dictador estaba al tanto de los pasos en que andaba. Quizá tuvo la mente perversa del dictador otro propósito oculto.

La soprano misma relata que dos tíos suyos, Jesús y Fernando del Castillo, pagaron con su vida su oposición a la dictadura trujillista (p. 39). Antes un pariente de Ivonne Haza, el poeta e historiador Manuel Rodríguez Objío, había perecido fusilado en 1871 por Buenaventura Báez durante la dictadura de los seis años y, otro, Luis C. del Castillo, había sufrido prisión y vejámenes por combatir la intervención norteamericana de 1916-24.

 Esa familia es también paradigma de servicio y magisterio a favor del país. Queda documentado, en el caso de Ivonne, la cantidad de conciertos, conferencias, fundadora de su propia escuela de canto de donde han salido estrellas como Angelita Carrasco, Sonia Silvestre, Maridalia Hernández, Fernando Villalona, José Lacay y Rhina Ramírez (entre otros, p. 95), o su labor de siete años como difusora de cultura musical por el país cuando ocupó el cargo de directora de la Unidad de Arte y Cultura de Codetel (1989-1997). O su labor cultural al frente del Teatro Nacional (1983-87). Para no ser demasiado prolijo, remito al cronológico de las actividades de nuestra soprano desde 1950 hasta 2007.

Si registráramos, sin repetir una sola, las interpretaciones artísticas realizadas por Ivonne a lo largo del período de sus actividades profesionales luego de salir del Conservatorio  “Santa Cecilia”, habría que habilitar quizá unos treinta discos compactos, pero lamentablemente el desarrollo de la industria cultural y discográfica en el país va acorde con el escaso desarrollo de nuestras fuerzas productivas que traen aparejada una forma-Estado autoritaria, clientelar y patrimonial creadoras de enormes desigualdades económicas, democráticas, culturales y egoísmos empedernidos. Esto explica que, con enormes sacrificios, donaciones y colaboraciones de devotos y amigos de su arte, Ivonne nos haya podido legar, hasta ahora, solamente cuatro discos compactos titulados “Entrega”, con el conjunto de cámara Ars Nova, “Sueños, con Amaury Sánchez como director musical y arreglista, “Joyas de Navidad”, con Ars Nova, y “Homenaje a la canción dominicana, vol. I, con Ramón Díaz al piano.

Al Archivo General de la Nación toca recoger la restante producción artística de Ivonne Haza del Castillo como forma de preservar esa voz que ya es patrimonio definitivo de la sociedad dominicana.

Su gran pasión, como muchos creerán, no es el canto –afirma ella–, sino sus hijos y sus nietos, y con temple de mujer inteligente se arriesgó socialmente a pagar el precio de un divorcio. Quizá la fortaleza del arte y el amor a lo que es para ella la familia la ayudaron a sobrevivir.

Ha recibido de la sociedad dominicana y de varios países extranjeros todas las distinciones a que se puede aspirar como artista. Para concluir, suyas son estas palabras escritas  por Roberts: “No le desagradan las loas, los diplomas, las órdenes internacionales o nacionales, pero Ivonne disfruta, por encima de todo, cantarle a la vida, cantarle al amor. Ella insiste en afirmar, ‘el canto no es mi pasión’, los hechos indican lo contrario.» (p. 244)

El artista vive del aplauso del público, acto puramente social, pero disfruta más el reconocimiento de los grandes, si se es también grande, pues los grandes se reconocen entre sí y son quienes fijan los valores.

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