La cuestión nacional, el nacionalismo, constituye una las más importantes cuestiones políticas, sociales y culturales de la presente época. Ese tema produjo muchos debates en la izquierda de los pasados dos siglos, pero solo Otto Bauer lo sistematizó, según Arduino Agnelli, lo cual constituye un serio hándicap de esa corriente para comprender una cuestión del calado de los nacionalismos. Sin embargo, prestigiosos autores de diferentes matrices ideológicas y desde diversas perspectivas han tratado ese tema con incuestionable profundidad y teniendo muchos de ellos un decidido rechazo a las actitudes propias del nacionalismo a ultranza.
Hobsbawm hace suyas la concepción de nación como una “comunidad imaginada porque independientemente de la desigualdad y la explotación que pueden prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como una camaradería profunda, horizontal. En última instancia, es esta imaginada fraternidad la que ha permitido, durante los últimos dos siglos, que millones de personas maten y, sobre todo, que estén dispuestas a morir por estas imaginaciones tan limitadas”. Y es que, para muchos autores, el territorio, la cultura, la religión, la etnia y la lengua son elementos muy limitados para determinar la realidad de la particularidad de un determinado grupo humano.
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La cuestión étnica, basada en prejuicios religiosos que se traduce en xenofobia constituye la base de muchos movimientos nacionalistas fundamentalistas, el caso de los secesionistas vascos. Quien es considerado su fundador, Sabino Arana, le atribuía al resto de los españoles los más hirientes adjetivos peyorativos, los consideraba tarados moral e intelectualmente, por eso abogaba por la “patria” vasca, distinta y en contra de la por él considerada España étnicamente degenerada. Esa descalificación étnica venía de lejos. Erasmo, citado por Roca Barea, consideraba de impuros a los españoles por “ser una mezcla de moros y judíos” y también, dictándolo, Martín Lutero decía que los españoles eran bestias.
A través de esos mitos y prejuicios muchas veces se construyen actitudes nacionalistas que en la época actual se han convertido en recursos de campañas electorales para formar mayoría de corte reaccionario y no pocas veces nazi/fascistas. Es penoso que gentes preparadas, de probada inteligencia se sumen al mito de que nuestra sociedad es un crisol de etnias “que siempre han vivido en armonía”. Idealizando la esclavitud que aquí existió, repiten la leyenda de que esta fue “benigna” en comparación con la haitiana. Ignoran que ninguna esclavitud puede ser benigna y que todo sistema esclavista se basa en la inferiozación del esclavo. Racismo puro y duro.
Algo que no entienden muchos que se reclaman de izquierda es que lo nacional sólo es válido en una perspectiva de internacional de emancipación de los oprimidos.