J. F. Peña Gómez firmaba como “Jofranio Goña”

J. F. Peña Gómez firmaba como “Jofranio Goña”

En el 1959 se convirtió en alumno de la “Escuela de Locutores Héctor J. Díaz” de La Voz Dominicana, un charolado joven que siempre andaba con saco, corbata y un libro debajo del brazo izquierdo.

Un día en el “lobby” de la radioemisora de don J. Arismendy Trujillo, me hallaba conversando con el director Abraham Santamaría y el oficial policial Darío Beato Isla, pasó el estudiante de marras,  y el señor Santamaría nos dijo: “Ese morenito se las trae, a veces anda con un diccionario de la lengua alemana”.

Me llamó la atención que el alumno de quien hablo se hiciera amigo de mis confidentes Fulgencio Robles López, Plinio Vargas Matos, Napoleón Núñez Paulino Jesús Torres Tejeda. Los cuatro tenían una especialidad. Ellos criticaban acerbamente el mandonismo opresor. Ellos acercaron a mí, al alumno Peña Gómez. Y ocurrió una mañana, en el colmado San Rafael de Agustín Fernández, unos músicos de mi completa confianza, me mostraron unos papeles, que eran “unas panfletarias catilinarias”, que embestían al mandónico  opresor. El firmante respondía a Jofranio Goña. En mis adentros algo me dijo: “Nadie se llama así. Ese es el alumno rebelde de la Escuela de Locutores”. Hacia la escuela me encaminé y requerí al alumno de mis sospechas, diciéndole que de urgencia fuera al colmado de la esquina. Allá se presentó y le pedí que saliéramos a la calle. Me preguntó que cuál era el misterio que yo me traía. Le expresé que ninguno, si no que se trataba de darle un consejo, para que no se “jodiera”.

Me dijo que él no entendía lo que le trataba. Entonces, le manifesté de modo contundente. Que se dejara de poner a circular clandestinamente, unos papeles que firmaba como “Jofranio Goña”.

Peña Gómez protestó y alegó que él no sabía nada, de ningún Jofranio Goña. Entonces le probé que ese seudo-nombre, salía de José Francisco Peña Gómez. Y con un papel en las manos, se lo demostré. Se puso blanco. Bajó la cabeza…Y asintió, manifestando: “Si Nuñito, soy yo. Guárdeme el secreto, que yo voy a dejar eso”.

El secreto fue cabalmente guardado. Y para que él la conservara, en una página le escribí. Jofranio Goña. Gerifalte de potentes y charoladas alas que aguzas pico y garras en la gran tragedia de la orfandad. Recién nacido huérfano fuiste, por genocidio Rafaeliano” del fatal 1937.

Oguís (Auguste) y Madama Chichí, tus padres fueron. Y por el implacable Rafael de San Cristóbal, derramaron su sangre de propiciatorias víctimas, para acrecer los profundos charcos que con polvo y dolor dieron, los lodazales, donde chapoteaba a sus anchas, el nieto y biznieto a un tiempo mismo, de Erciná y Diyattá. Infeliz y triste desamparado. Y  por doquier el miedo,  mucho miedo. Pero Regino y Fermina de la orfandad te libraron y te bautizaron como José Francisco.

Te hiciste factor de lucha, estandarte de libertad y pendón airoso de la dominicanidad.

Entonces aquí te hiciste gigante y la mano del Hado, te elevó hasta el Empíreo de la gloria… Y aquí te convertistes en fabricante de presidentes. Cruzastes El Rubicón y dijistes: ¡”Alea Jacta Est!”. “La suerte está echada”. Y en el Empíreo de la gloria, te encuentras entre los astros de la gloria y las nubes albas de la fama.

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