J.K. Rowling, la madre de Harry Potter

J.K. Rowling, la madre de Harry Potter

Ochenta millones de ejemplares vendidos en todo el mundo avalan el talento de J.K. Rowling, como una autora que no sólo produce magia en sus libros, sino que también la transporta hacia su realidad, porque su camino hasta convertirse en una de las mujeres más ricas del mundo parece tocado por la varita mágica de una hada madrina.

Un viejo pub (bar) de Edimburgo ostenta una placa en la que se puede leer que una joven británica se aprovechó de la paciencia y la falta de prisa del propietario para dar forma a un universo. Eso sucedió a mediados de los 90. El tiempo convirtió el establecimiento en centro de peregrinaje de las legiones de fans del niño hechicero.

La historia personal de la madre literaria de Harry Potter conjuga los ingredientes más jugosos de la literatura romántica. Si su vida fuera contada y condimentada con ciertos ingredientes novelescos –o telenovelescos, donde después de arduos sufrimientos la protagonista termina rica y feliz-, de la misma se podría obtener lo que suele llamarse un “best-seller” o tal vez, enfocada desde otro perfil, se podría escribir uno de esos populares libros de auto-ayuda para alcanzar el éxito.

[b]El tren[/b]

A los seis años, una viruela encerró a Rowling en su casa y allí garabateó sus primeros relatos. Su recuerdo es el de un conejo que se llamaba Conejo y una abeja llamada Abeja. Nunca más dejó de escribir. La escritora se graduó en la Universidad de Exeter y, tras obtener una especialización en literatura clásica y francesa, se desplazó a Portugal para dar clases de inglés a adolescentes.

Con 26 años, una niña en brazos y viviendo en la bella ciudad de Lisboa, Rowling conoció la amargura tras ser dejada por su marido. De regreso a Edimburgo vivió de lo que pudo y no demasiado bien. Su situación le permitió acceder a las ayudas sociales. J.K. Rowling cuenta que “había días en los que Jessica podía comer, yo no. Estaba muy deprimida y tener un bebé no hacía las cosas más fáciles”.

Después de muchos trabajos mal pagados y de muchas estrecheces para sacar adelante a su hija, cuenta que un viaje en tren entre Manchester y Londres sirvió para gestar al aprendiz de mago más famoso del mundo. Antes de escribir la primera línea, esbozó las premisas básicas de toda la saga –siete libros, en total– y, según su testimonio, la historia se está ajustando a la planificación. El parto del primer libro duró alrededor de seis años entre el humo de cigarrillos en el café Nicholson de Edimburgo.

Una vez terminó su obra tuvo la suerte de encontrar un agente literario que la representara (Christopher Little), pero no una editorial que quisiera publicar una obra dedicada al público infantil y juvenil, además que el libro excedía significativamente el grosor habitual en este tipo de títulos. Envió manuscritos a un buen número de casas editoriales, pero todas los rechazaron. Sin embargo, una de ellas finalmente aceptó lanzar al mercado su trabajo: Bloomsbury.

Poco a poco “Harry Potter y la piedra filosofal” comenzó a venderse muy bien, y ello sin apenas haberse publicitado, aunque sí obtuvo algún que otro reconocimiento por parte de la crítica especializada. Su lanzamiento en Estados Unidos también resultó todo un éxito, de ahí que la Warner pronto se hiciera con los derechos de sus novelas para acrecentar aún más el mito que había brotado de su mente.

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