Jacho apagao, Bosch
enterrao, ¿y el gallito?

Jacho apagao, Bosch <BR>enterrao, ¿y el gallito?

Este país está de padrecito y madrecita. Necesita bendición, protección y repartición. Llegó papá, con mamá esa pela va. ¿Y cómo será?

Repetir el capítulo 2000-2004 espanta. Dicen muchos que hay un nuevo PRD y que un gobierno futuro será mejor, pero caramba, ¿en qué basan tal suposición?

Los parlantes son los mismos, con las mismas mañas, los mismos pleitos, y la misma falta de discurso político (ni en palabras han mejorado). Es un partido que recula y se enchiva, aunque en espejismos esporádicos cuele un engaño de cambio.

Podría escribirse un complejo texto explicando el retroceso del PRD; cómo y por qué devino en un partido sin ideología a pesar de ser prole de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez. Pero la tarea no entusiasma. Los personajes en plena acción son suficientes para entender el drama del jacho apagao a pesar del actual apogeo electoral.

Su ventaja principal, y no hay que desdeñarla, es que salió del poder hace siete años y la gente olvida. La segunda, paradójicamente, es que el candidato papá, aunque asusta a muchos, entusiasma a otros.

Del PLD, un nuevo gobierno será una cruz a cuesta. Mucha gente se cansó del peledeísmo, del mismo discurso hueco, de las mismas obras, los mismos engaños, y sobre todo, de los mismos funcionarios añejados.

El candidato habla en lenguaje tecnocrático que no engancha ni entusiasma. Tampoco alivia a un pueblo acostumbrado al balsámico político de una sonrisa aunque sea falsa.

¿Puede el glamur de la Primera Dama compensar la abulia? ¿Puede el simbolismo de su maternidad enviar una señal de protección que se contraponga al carisma de papá? ¿Puede el Estado llevar el PLD al triunfo con el presupuesto nacional y una legión de empleados públicos dedicados a la repartición? ¿O será el miedo al PRD que enviará una avalancha de votantes al PLD?

El gallito quiquiriquí fue a la gallera después del entierro del caudillo y salió aplastao. Lo golpearon y remenearon porque no ganaba pelea. Sus propios apostadores lo abandonaron. La gallera, que hoy llaman franquicia, quedó sin gallo y sin amo. Todavía se escuchan  gritos triunfales, pero sin un gallito quiquiriquí envalentonao, no habrá pelea real.

El espectáculo electoral se completa con muchos ventorrillos políticos. Hacen promesas, se presentan como alternativas, pero al final, repiten la misma historia: nunca se unen y quedan todos reducidos a puntos decimales después del conteo de votos.

No quiero ser pesimista, pero con este convite no habrá fiesta democrática. Habrá gentíos, mítines, caravanas, promesas y pancartas. Muchos millones rodando, algunos heridos, y ojalá sean pocos los fallecidos.

Unos ofrecerán y otros pedirán a cambio de apoyos. Será un mercado de pulgas políticas, chupasangre cuando llegan al poder. Un jolgorio sin entusiasmo.

Se dará la impresión que el pueblo participa y se involucra. Así nadie cuestionará la fortaleza de la democracia dominicana, esa que no ha logrado garantizar buena educación, ni buena salud, ni generar trabajos adecuados ni ingresos aceptables. La que no ha podido combatir el crimen ni el narcotráfico que hoy aterran la población, y mucho menos castigar la corrupción que enriquece cada legión de políticos de partidos grandes y pequeños que accede al poder.

La democracia es mejor que cualquier otra forma de gobierno dijo Winston Churchil, y concuerdo. Pero esta democracia dominicana carece de luz y brillo. Sobre ella se posan nubarrones y no hay fuerza política capaz de impulsar verdaderos cambios. El jacho está apagao, Bosch enterrao, el gallito nunca fue democrático, y los demás viven brincando la tablita.

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