Jacinto Gimbernard Pellerano – De racionalidad, negación e indignación

Jacinto Gimbernard Pellerano – De racionalidad, negación e indignación

Es de ponerse muy en duda la racionalidad del humano, ya que se mueve más a impulsos de pasiones que a instigaciones de su intelecto, el cual es capaz de acomodarse a las situaciones mentales más conflictivas y en ocasiones, como en el caso de Nietsche, conducir hacia un torbellino frenético de dudas que se convierten en sus verdades personales y que terminan por invertir en su caso los valores en una polémica contra la moral, o «moral» de la Europa de su tiempo. Y concluir en la parálisis y la locura.

La descripción radical del nihilismo -o negación absoluta: «nihil»=nada- se encuentra en el ruso Bakunin (1814-1876), quien afirmaba que «sólo la destrucción es creadora». Le siguió Dimitri I. Pisarev (1840-1868), el cual escribió que «Todo lo que pueda romperse hay que romperlo; lo que aguante el golpe será bueno, lo que estalle, será sólo bueno para la basura. En todo caso, hay que dar golpes a derecha e izquierda: de ello no puede resultar nada malo».

Tengo para mí que todos los procesos de negación, de destructividad, de aspiración a un Superhombre nietscheano, son consecuencia de las angustias que generan nuestros desconocimientos. Queremos poder negar lo que no entendemos. Con los avances de las ciencias hemos perdido la humildad de los antiguos que reverenciaban lo desconocido. Nos queda la fuerza esencial, primigenia: Dios. Y cuando no funciona lo de «Dios ha muerto» y otras lindezas parecidas, permitimos que mandatarios y altos funcionarios de aquí y de allá, sigan al ruso Pisarev y lo sobrepasen al romper también lo bueno.

Todo queda tapado por la negación, que es diabólica. Ya lo consigna Goethe en su Fausto al poner en boca de Mefistófeles: «Soy el espíritu que siempre niega /y ello con razón, pues todo lo que nace/ no vale más que para perecer,/ por eso sería mejor que nada surgiera» (Ich bin der Geist, del stets verneint!)

Estos políticos nuestros rompen lo bueno y lo malo, aunque prefieren romper lo bueno, porque deja mayorers dividendos, comisiones y «peajes».

Estaría uno por caer en un proceso de negaciones, de dudas fuertes, de recelos; nos balanceamos al borde de un precipicio excavado en el breve espacio de menos de cuatro años de mandato del presidente Mejía, que, aunque estemos claros en que a él le corresponde la suprema responsabilidad como Jefe del Estado, entendemos que Mejía se dejó engañar por sus «consejeros», que aprovecharon su impericia y desconocimiento de asuntos estatales, quedando atrapado como una mosca en una red de tela de araña, por la palabrería ininteligible de los economistas que saben perfectamente cómo acopiar millones y también el lugar remoto y protegido donde tan fastuosas fortunas serán depositadas.

Hace pocos días, perdido en un gran Mall (o conjunto de comercios de lujo) de los que incomprensiblemente proliferan en Santo Domingo, mientras buscaba una lata de pintura color Lino, me tropecé con vitrinas que exhibían vajillas de las más alta calidad, copas y vasos de cristal de roca, cubertería de plata fina, manteles y adornos de las más delicadas confección; luego joyas espléndidas en la vitrina de enfrente, relojes-pulsera que, en París, sólo podían ser vistos en una decena de tiendas de superlujo.

Quedé anonadado. Todos los precios estaban señalados en dólares ()moneda nacional?)

Entré en una de las tiendas, cuyo personal no es tan atento (por razones obvias) como en Cartier de París, Harrod’s de Londres y otras de ese nivel, donde te ofrecen una silla para que estés cómodo mientras decides qué adquirir, si vas a adquirir algo, ya que no hay obligatoriedad y el aspecto del comprador no significa nada, porque un fulano con jeans rotos y camisa desteñida puede sacar del bolsillo una tarjeta de crédito con capacidad millonaria (al estilo Pepe Goico). Pregunté aquí: )Y tienen ustedes muchos clientes? -Suficientes -repuso la empleada con cierta expresión superciliar.

La racionalidad se ha sumergido.

Quiera Dios ayudar a un nuevo gobierno nacional para que logremos, paso a paso, disminuir la extrema distancia que existe entre los dominicanos que tienen demasiado, lo que no podrán tal vez gastar ni sus nietos, y esa enorme población nuestra desesperanzada, hundida en la negación de valores que los ahoga.

En la indigencia.

Recordemos la historia: la indignación tiene límite.

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