Jacques Chirac sufre nueva «bofetada»

Jacques Chirac sufre nueva «bofetada»

PARIS (AFP).- Tras la victoria del ‘no’ en el referéndum sobre la Constitución europea en Francia, la elección de Londres para ser sede de los Juegos Olímpicos en 2012 fue una nueva derrota para el presidente Jacques Chirac, debilitado políticamente y con una popularidad que cae en picado.

Faltan dos años para el final de su mandato y el jefe de Estado, que se implicó hasta el final en la defensa de la candidatura de París, llegará a la reunión del G-8 (países más poderosos del mundo), en la localidad escocesa de Gleneagles, como perdedor del duelo frente al primer ministro británico y anfitrión del encuentro, Tony Blair.

Por primera vez desde su llegada a la presidencia, Chirac, que siempre gozó de una reputación invulnerable fuera de las fronteras del país, ve como su popularidad se hace añicos interna y externamente.

El jefe de Estado se enteró de la mala noticia a bordo del avión que le transportaba a la cumbre del G8, horas después de haber defendido personalmente la imagen de París como sede de los Juegos del 2012 ante el Comité Olímpico Internacional (COI) en Singapur.

Haciendo gala de un espíritu deportivo pese a la amarga derrota, Chirac deseó «buena suerte» a los británicos, pero su posición en la reunión del G-8 será incómoda, sobre todo porque París y Londres viven un período de gran tensión por razones que van más allá de los Juegos Olímpicos del 2012.

Blair, cuyo país preside la Unión Europea hasta diciembre, ha ganado la batalla deportiva en Singapur, pero Chirac no está dispuesto a que Londres triunfe también en los pasillos de Bruselas.

Blair se niega a revisar el denominado «cheque británico» (un reembolso en sus aportes a las finanzas comunitarias que el país desde 1984) en el presupuesto europeo 2007-2013, tal como pretenden la mayoría de los Estados miembros, comenzando por Francia.

No obstante, el primer ministro británico desea que se reexamine el modelo social francés, fundamentalmente las ayudas agrícolas europeas, que benefician sobre todo a París.

En este contexto, las críticas cruzadas, las bromas amargas y un mal ambiente general fueron el menú franco-británico en los últimos días.

Una victoria de Francia en Singapur hubiera significado un punto importante para Chirac. Además, la moral de los franceses, mermada por la alta tasa de desempleo y por un descontento crónico frente a sus gobernantes que se traduce en huelgas, protestas o una abulia general, hubiera recibido una inyección de entusiasmo.

Sin embargo, el mandatario francés teme que todos estos acontecimientos le coloquen una etiqueta de «perdedor». El jefe de Estado intentó en vano que París fuera sede de los Juegos Olímpicos de 2002 (cuando era alcalde de París) y de 2008 y 2012 (siendo ya presidente), ha perdido su apuesta en el referéndum sobre la Constitución y su partido fue derrotado en las elecciones regionales y europeas del año pasado.

Efectivamente, las perspectivas para las presidenciales del 2007, a las que el carismático político todavía no anunció si piensa presentarse de nuevo, dejan bastante que desear.

Sin tiempo para hacer balance, Chirac deberá recuperarse rápidamente y ofrecer en Gleneagles su imagen de jefe de Estado comprometido con la erradicación de la pobreza y la preservación ambiental.

De puertas para adentro, el presidente podrá rehabilitar su autoridad el próximo 14 de julio, fiesta nacional francesa, cuando presidirá el tradicional desfile militar en los Campos Elíseos acompañado del mandatario brasileño Luiz Inacio Lula da Silva.

Será la ocasión de recordar a sus adversarios políticos, comenzando por el ambicioso ministro de Interior Nicolas Sarkozy, que no esconde su deseo de ser presidente en 2007, quién manda en Francia por el momento.

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