Jacques Viaux: poeta y combatiente

Jacques Viaux: poeta y combatiente

POR JESÚS DE LA ROSA
El 12 de mayo de 1965 se iniciaron en San Juan de Puerto Rico unas negociaciones entre representantes del presidente norteamericano Lindon B. Jonson y el depuesto presidente Juan Bosch con el propósito de establecer un gobierno provisional presidido por el hacendado don Antonio Guzmán Fernández que habría de sustituir al gobierno constitucional del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Esos encargos incluyeron un viaje a Santo Domingo del teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y de los negociadores estadounidenses Cyrus Vance, Thomas Mann y Mac George Bundy.

La llamada fórmula Guzmán fracasó entre muchas razones «por la influencia de Mann sobre el propio Johnson por razones de políticas domésticas». Allegados al presidente estadounidense le hicieron ver que no era conveniente para los intereses norteamericanos que funcionarios de la Casa Blanca negociaran con los constitucionalistas la instalación de un gobierno provisional y que era preferible hacerlo a través de la Organización de Estados Americanos (OEA) como en efecto se hizo meses después.

Fracasada la «Fórmula Guzmán» el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez dejó a un lado sus menesteres diplomáticos para incorporarse al Ejército constitucionalista. El ideólogo de la Revolución de Abril resultó muerto la tarde del 19 de mayo de 1965 mientras combatía al lado de sus tropas en un fallido intento de tomar el Palacio Nacional. Después su muerte y las de Illio Capocci, André de la Riviére, Juan Miguel Román y Euclides Morillo, entre los constitucionalistas no había más que desaliento por doquier.

Las calles de Ciudad Nueva y las de la Zona Colonial se llenaron de refugiados venidos de los barrios de la parte alta de la ciudad de Santo Domingo y del interior del país. Y eran miles los que ya no le encontraban ningún sentido a seguir luchando por una causa que se sabía perdida.

No valieron los esfuerzos de los intelectuales y artistas del Frente Cultural dirigidos a buscarle una razón de existir a esos hombres y mujeres atrapado s en unas cuantas cuadras esperando que llegara el milagro de la salvación.

Nuestro ejército ya había perdido su capacidad de ataque; no era más que un conglomerado de hombres dispuestos a vender caras sus vidas.

Comenzaron a surgir en la zona constitucionalista bandas de delincuentes dedicadas a la sustracción de mercancías y a exigirles dinero a los dueños de los grandes almacenes a cambio de la preservación de sus propiedades. Aparecieron grupos de personas inmorales dedicadas a la organización de orgías y a la celebración de francachelas. Fueron cientos los matrimonios que tuvieron lugar entre parejas que apenas se conocían. Entonces estuvo muy de moda el dicho aquel de «legalizar la relación».

El destapé de los comportamientos y la relajación de las costumbres causaron tantos o más daños a la frustrada revolución constitucionalista que las embestidas de las tropas interventoras.

Combatiendo contra los yanquis podríamos haber resistido unos meses más; pero, como estábamos, sin obligaciones, sin tener que hacer o haciendo lo que nos daba en gana, no podíamos mantenernos por mucho tiempo.

El 15 de junio de 1965 ocurrió un hecho que, paradójicamente, nos permitió comenzar de nuevo, y que hizo que volviéramos a ser lo que antes éramos: el ataque de las tropas norteamericanas a las posiciones constitucionalistas. La batalla comenzó alrededor de la 10 de la mañana de ese día con el avance de las tropas interventoras, desde la calle Barahona donde estaban apostadas, hacia la zona constitucionalista. Fue ésta la más cruel de las batallas libradas dentro del perímetro de la ciudad de Santo Domingo. Varios batallones de tropas interventoras yanquis, compuestos en su mayor parte por negros, puertorriqueños y mexicanos, se enfrentaron en una lucha sin cuartel contra una masa de militares y combatientes constitucionalistas, mal armados aunque superiores en número. Protegiendo sus desplazamientos, las tropas interventoras yanquis iniciaron su ataque con un terrible bombardeo artillero. La voz de Ercilio Veloz Burgos tronaba en Radio Televisión Dominicana transmitiendo órdenes del mando militar constitucionalista para la defensa de la patria. Masas de hombres y mujeres salían de sus refugios de Ciudad Nueva para dirigirse a los barrios de Villa Francisca y Borojol, la mayor parte sin arma, dispuestos a coger los fusiles que dejaban caer los muertos. Las mujeres recorrían los barrios pidiéndoles a los hombres que fueran al frente. Los combatientes y militantes de partidos de izquierda, animados con consignas y proclamas, cumplieron casi al pie de la letra la consigna: ¡ni un paso atrás!

Las tropas interventoras que avanzaban desde la calle Barahona pretendían penetrar en la escuela Haití porque desde allí se dominaba una maravillosa vista de la zona colonial y constituía un excelente lugar para la instalación de la artillería. Combatientes constitucionalistas trataban de contenerlas. Por los alrededores del barrio de San Antón, militares constitucionalistas y combatientes civiles mantenían inmovilizados a los marines en Borojol. Los comandos de Freddy y de Cambumbo apostados en ese lugar fueron borrados del mapa por la artillería estadounidense. El primero cayó en la batalla; el segundo sobrevivió. Un tanque AMX de los constitucionalistas que se desplazaba por la calle Jacinto de la Concha fue destruido por el fuego de los cañones 4.7, muriendo en el acto todos sus tripulantes.

Los jefes de los comandos enviaban constantemente a la retaguardia peticiones de más municiones e informes de que casi todos sus hombres habían caído. El alto mando constitucionalista respondía que los refuerzos iban en camino y que más armas y municiones estaban siendo enviadas. Pero todo ello no era más que propaganda para mantener en alto la disposición al combate de las tropas y para tratar de confundir a los servicios de inteligencia del enemigo. Todo el resto del día lo pasamos bajo el fuego enemigo.

El ataque yanqui se reinició temprano en la mañana del día siguiente. La artillería estadounidense arrasaba con las casas de la ciudad colonial; y sus proyectiles impactaban en todos sus monumentos, incluyendo el Alcázar de Colón, las ruinas de San Nicolás y la Catedral de Santo Domingo. Por momentos se temió que esos monumentos resultaran destruidos. Con el propósito de detener el avance de un contingente de tropas norteamericanas que se desplazaba por el muelle de Santo Domingo, el alto mando constitucionalista ordenó que la aduana fuera incendiada. Centenares de vehículos y de otras mercancías, incluyendo grandes cantidades de medicinas, fueron pastos de las llamas.

La acometida de las tropas yanquis prosiguió hasta la caída de la tarde del 16 de junio cuando fue detenido por la constante resistencia de los combatientes constitucionalistas. Al final de aquella trágica jornada, la zona colonial y los barrios de Ciudad Nueva, Villa Francisca, San Carlos y parte de Gazcue continuaron en manos de los constitucionalistas. Los interventores se tuvieron que contentar con arrebatarles unas cuantas calles.

El 15 de junio de 1965, cayó herido cuando combatía en el Comando B3 el poeta haitiano Jacques Viaux Renaud. No valieron los esfuerzos de los médicos para preservarle la vida. Cinco días después murió.

Un poeta de aquí, Miguel Alfonseca, le cantó al poeta muerto de allá:

Toda la isla para ti compañero.
Toda la tierra agridulce de los
pueblos
Para ti compañero.
Todos los hombres,
Todas las mujeres,
Todos los niños de las patrias
Para ti compañero.

Derribado sobre el mundo
Entre la pólvora y los gritos,
Entre el llanto y los cantos
libérrimos.

Compañero,
La yerba y los terrones,
Los redondos álamos
y los bosques,
La garganta de los ríos,
El clamor de los hombres,
para cantarte.
Los brazos potentes del pueblo,
Para alzarte.
Las banderas de las islas
Para ondear tu sonrisa
Donde el amor derrota el tiempo.

Compañero,
La libertad desde ti,
Hacia nosotros,
En tus cantos y en tus huesos,
en tu corazón tranquilo
integrado al renacimiento,
a los hijos que vendrán
de las entrañas del pueblo.
Por siempre,
Compañero.

En el sepelio del poeta y combatiente haitiano se oyó la voz enérgica de Antonio Lockward: El compañero Jacques Viaux que hoy hemos venido a enterrar, cayó bajo el fuego de las tropas invasoras norteamericanas cuando combatía en el Comando B-3 ¿Cómo es posible que un escritor, un haitiano, se encontrara peleando en primera línea en la República Dominicana? Nadie en la sociedad puede evadirse al compromiso social, a su clase. Jacques Viaux combatió por los trabajadores de Haití y Santo Domingo. Jacques Viaux combatió como escritor y como haitiano en primera línea. Ha combatido por el nuevo Santo Domingo y por el nuevo Haití. Saquemos la convicción de combatir cada día más vigorosamente. Seguiremos su lucha. ¡Venceremos!

En el sepelio del poeta combatiente, unos cantaron:

Salve el pueblo que intrépido y fuerte
A la guerra a morir se lanzó,
Cuando el bélico reto de muerte,
sus cadenas de esclavo rompió

Otros entonaron:

Por le pays
Pour les ancetres
Pour le drapeau,
Por la patrie,
Mourir est Beau

El padre del poeta combatiente despidió los restos mortales de su hijo con un grito desgarrado: ¡Mon fils! ¡Mon fils!

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