El embajador de los Estados Unidos en República Dominicana, James “Wally” Brewster, se ha excedido en las atribuciones que para su cargo contempla la convención de Viena y que rige las relaciones diplomáticas de los Estados partes de la misma, entre los que se encuentran RD y EE.UU.
De manera específica en su artículo 41, el referido tratado internacional reza textualmente de la siguiente manera:
1. Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligados a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado.
2. Todos los asuntos oficiales de que la misión esté encargada por el Estado acreditante han de ser tratados con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado receptor por conducto de él, o con el Ministerio que se haya convenido.
3. Los locales de la misión no deben ser utilizados de manera incompatible con las funciones de la misión tal como están enunciadas en la presente Convención, en otras normas del derecho internacional general o en los acuerdos particulares que estén en vigor entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
Pudiéramos colegir que el embajador Brewster no ha leído la Convención de Viena o conociéndola, la ha estado violando con el propósito de promover y hasta imponer una agenda que no coincide con la agenda nacional.
Estas faltas no deben ser toleradas apelando a la excusa de que no se trata de un diplomático de carrera, sino de un recaudador de las campañas políticas del presidente Obama.
Sin detenernos en el grado de veracidad de las declaraciones de “Wally”, con algunas de las cuales hasta se pudiera coincidir, aquí se trata de un tema de principio: la no injerencia en los asuntos internos del país.