Japón reescribe su historia en Manchuria

Japón reescribe su historia en Manchuria

POR HOWARD F. FRENCH
SHENYANG, China.-
Los edificios de la era japonesa, contruidos para durar en ladrillo rojo, aún destacan, imperturbables y fastidiosos, entre las sombras del nuevo Shenyang que está surgiendo a su alrededor.

Estructuras como la estación de trenes y la antigua oficina postal aquí son los únicos rastros físicos que perduran del periodo imperial en los años 30 y 40, cuando Japón concibió a Manchuria como el trampolín para una conquista de toda Asia, un modelo de colonia en un contienda de todo o nada entre las razas blanca y amarilla.

Los rastros sicológicos del periodo han resultado aún más difíciles de borrar. Hoy en día, historiadores y novelistas en Japón que quieren reconstruir el orgullo en su historia están reviviendo fantasías de que la conquista fue una misión justa y noble para modernizar a Manchuria. Para China, esta nueva versión de la historia por parte de su milenario rival ha provocado un poderoso renacimiento de recuerdos de atrocidades y subyugación.

El debate ilustra vívidamente el inmenso mar de amargura y sospecha que sigue dividiendo a las dos grandes potencias de Asia. El mar es tan amplio que cuando China concedió un multimillonario contrato a compañías japonesas para la construcción de una red de trenes bala en la ex Manchuria, los anuncios llamativos fueron evitados por temor a encolerizar al público aquí, pero de cualquier manera estallaron manifestaciones.

En Japón, la romantización de la ocupación de Manchuria refleja una ascendente visión conservadora en el ámbito académico, los medios y la publicidad de que el país debe dejar atrás su nostalgia por su pasado imperial y mantener la cabeza en alto. Por su parte, el Primer Ministro Junichiro Koizumi regularmente presenta sus respetos en el hito más controversial de Tokio, el Templo Yasukuni, un recinto sintoísta dedicado a los muertos en la guerra, incluidos algunos famosos criminales de guerra.

El redescubrimiento japonés de Manchuria se enfoca principalmnte en los esfuerzos de científicos sociales, escritores y artistas progresistas de la época que fueron a vivir ahí durante la ocupación para escapar de un clima cada vez más asfixiante en casa. Su intención -y por un tiempo se les dio gran influencia para promoverla- era construir un sociedad utópica que esperaban les hiciera ganarse a Asia y humanizar a su patria militarizada.

Entre los japoneses que hoy han escrito con simpatía sobre este experimento está la popular autora Natsuo Kirino, quien está escribiendo una novela sobre Manchuria. Comparó la experiencia ahí con el arrobamiento con el ascenso económico de Japón en los 80, cuando «cualquier cosa parecía posible» y Japón parecía de 30 metros de altura. «Manchuria era una tierra de ilusiones, y yo quiero ver lo que sucedió a esas personas, y a sus sueños», dijo en una entrevista.

Al decirles lo que sus colegas japoneses estaban escribiendo, intelectuales chinos que estudian el mismo periodo expresan profundo resentimiento, incluso disgusto.

«Si Japón quería construir una utopía para enfrentar a las personas amarillas con ls blancas, ¿por qué no construirla en su territorio?», dijo Chi Zijian, autor de 40 libros, incluida una novela llamada «El Estado Manchuriano Espurio». «¿Por qué construirla en nuestro territorio? Cuándo se dedicaron a construir su utopía aquí, ¿a cuánta gente mataron?»

Un historiador chino que se especializa en Manchuria se mostró incluso más indignado, después de que se le preguntara si no hubo un eco en Manchuria en los años 30 y 40 de la experiencia sudafricana bajo el apartheid. Japón construyó una economía relativamente sofisticada en Manchuria, con modernos ferrocarriles y una sanidad adecudada y calefacción central en muchos edificios, aunque con una ideología racial repugnante.

«Si usted quiere comparar el comportamiento de Japón en Manchuria con algo, fue más similar a Hitler en Polonia y Rumania», dijo Liu Zhaowei de la Universidad Normal de Shengyang. «El esfuerzo japonés aquí fue fascista».

Cui Renjie, un guardia de prisión retirado de 79 años de edad que creció bajo el régimen japonés, lo expresó de esta manera: «Vea los trabajos forzados en las minas de carbón. No había ni un solo japonés trabajando en ellas. Había grandiosos ferrocarriles aquí, pero los trenes buenos eran sólo para los japoneses».

Es cierto que Japón forzó la segregación racial en Manchuria, diferenciando ntre chinos, manchurios, coreanos y los más de un millón de colonos japoneses que vivían ahí para 1940. También es cierto que la guerra de Japón contra la resistencia china estaba basada en tácticas de destrucción y zonas de tiro libre que causaron amplia devastación.

Pese a todo eso, el desarrollo económico atrajo a muchos migrantes del sur de China, y la colaboración con los colonialistas era común. Y aunque expertos chinos se resisten a reconocerlo, la idea de un pan-asianismo, que fue central de la propaganda japonesa en los años 30, era ampliamente popular a principios del siglo XX en China.

Lo que dividió a los dos países entonces, y parece dividirlos hoy, no es la idea de la solidaridad asiática, sino más bien qué país conducirá a la región a un futuro pan-asiático.

«Es realmente una cuestión interesante por qué, especialmente tanto tiempo después del hecho, uno no encuentra personas que tengan alguna sensación de peso o contrapeso sobre esta experiencia», dijo Louise Young, historiador de la Universidad de Wisconsin, Madison, refiriéndose a la tendencia de muchos expertos chinos a enfocarse sólo en la crueldad de Japón.

«Debe vincularse al lado chino, como pienso que lo es al lado japonés, con ansiedades contemporáneas y rivalidades contemporáneas», dijo Young, quien es autora de «Imperio Total de Japón: Manchuria y la Cultura del Imperialismo de Tiempo de Guerra». «La relación entre los dos países es más interesante ahora de lo que ha sido durante mucho tiempo, estando más o menos iguales», dijo. «En los últimos 100 años, ha estado principalmente Japón en la cima».

Al preguntársele por qué China y Japón posiblemente puedan zanjar su división emocional, Chi, la autora china cifró sus esperanzas en el poder de la ficción. «Cuando creé mis personajes japoneses, traté de escribir sobre ellos en forma humana, no de apegarme a los lineamientos de la historia simplista», dijo. «Hay otra perspectiva: que los soldados japoneses eran patéticos, y ue la guerra es trágica para todos».

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