Jaque al pastor

Jaque al pastor

Parte esencial de la guerra es el engaño. Pero no sólo de la guerra, de la sobrevivencia. Para cazar, los depredadores se ocultan en la maleza y el paisaje. La evolución les ha proporcionado el color, vetas y textura del pelaje con este propósito. Así se agazapan y arrastran sigilosamente hasta lograr la mejor posición para el ataque. Sin embargo, la naturaleza también les ha dado habilidades a las presas. Confundiéndose con el medio, literalmente integrándose a él, pasan desapercibidas y, cuando no, también tienen medios de repulsión como garras, dientes, saliva, orina… o inteligencia. La velocidad para huir también es importante.

Cuando Hitler decidió llevar a cabo su gran sueño del Tercer Reich sabía –“maña fuera” diría un dominicano- que tenía enemigos poderosos en todo su derredor. ¿Qué decirles? ¿Que en poco tiempo sus países pasarían a formar parte secundaria del gran imperio alemán? ¿Que entonces pasarían a ser ciudadanos de tercera gobernados por una élite de pureza aria? Por supuesto que no. Como recomienda Maquiavelo, al amigo hay que tenerlo cerca y al enemigo aún más cerca. Hitler firmó tratados de no agresión con Stalin –viejo zorro que se las sabía todas pero necesitaba tiempo- y con el mismo Neville Chamberlain, que llegó a Londres triunfal agitando en la mano levantada un papel arrugado como si sirviera para algo. Menos mal que lo seguiría Churchill.

Quien va a agredir a otro o a hacer algo en su perjuicio no lo quiere advertido. Al contrario, lo quiere dormido o soñando con pajaritos preñados. El discurso es, por supuesto, de las buenas intenciones, la hermandad, el respeto a la soberanía, bla, bla, bla. Es más, lo quiere confiado como novia a la que le entregan el anillo. Otros son los hechos. Creo que también Maquiavelo dice que los planes se cambian según las circunstancias (todos los presidentes que se han reelegido en algún momento han dicho ser contrarios a la reelección) y las circunstancias siempre cambian. De manera que las declaraciones de principio tienen vigencia hasta que hayan otras declaraciones, ése es el valor de la palabra en política.

Exactamente estos ingredientes encontramos en el actual ataque que le tienen al país la élite política haitiana y sus aliados internacionales y dominicanos. Cuando se denuncia el plan final de fusión, de inmediato declaran que eso es imposible, que Haití y la República Dominicana son dos países soberanos, con culturas y costumbres muy diferentes, idiomas diferentes, religiones diferentes, bla, bla, bla. Pero no paran, siguen pa’ adelante: ¡no queremos pero pa’ allá vamos! Hay que ser un poquito más perspicaces, por favor. Donde los fusionistas dicen que la fusión es imposible están diciendo que la fusión es el plan. Porque la fusión siempre es posible aunque quede como el remiendo de las caras de dos personas diferentes.

Los que saben de ajedrez pueden explicar la jugada mejor que yo. En el jaque al pastor se trata de crear una muralla aparente donde ataque el adversario convencido de que si la salva gana. Es todo lo contrario, cuando se levanta la muralla es que queda en peligro mortal. El jaque al pastor es la mejor aplicación del engaño al ajedrez como lo es la canción de los derechos humanos de los haitianos ocultando el objetivo real de la fusión. Con esto no digo que la fusión va a ser fácil –eso lo veremos más adelante-, lo que digo es que es el verdadero plan y propósito.

Hay que saber leer entre líneas o como decía Bosch, ver detrás de la curva. Tenemos una Constitución que establece, como en la mayor parte de los países del mundo, el ius sanguinis: son dominicanos los hijos de dominicanos o de extranjeros legales. Esto no han podido criticarlo, posición asegurada. La crítica viene por el asunto de los hijos de ilegales cuando regía el ius solis, y el criterio de legalidad de los inmigrantes: si la permanencia ilegal en el país crea o no legalidad, y de ahí derecho, si la obtención irregular o fraudulenta de documentación oficial crea o no legalidad, y de ahí derecho. Pero estos son pocos casos en términos de población inmigrante, el golpe de bolsón está en otra parte, en los ilegales simples y llanos, es decir, los haitianos que simple y llanamente se han cruzado la frontera de este lado. Estos son los cientos de miles.

¿Cómo se “regulariza” a un inmigrante ilegal? ¿No hay aquí una contradicción de principios? Si la Dirección General de Migración detiene a un extranjero ilegal y mediante cualquier recurso de forma automática le concede residencia, lo está legalizando. Sea esto producto de una “negociación”, de un decreto o de lo que sea, está legalizando la ilegalidad y lo que es más importante, está sentando “jurisprudencia”, un precedente oficial. Ya lo dicen los fusionistas: los ilegales que “consiguieron papeles” tienen derecho. Entonces los “regularizados” también lo tendrán, apueste lo que quiera a ello. Así las cosas, esta práctica se estaría pasando la sentencia 168 por el arco del triunfo. A partir de ahí ningún extranjero estaría ilegal en el país y no sería pasible de deportación. Soberana “política migratoria” ésta que quieren los fusionistas.

Se dirá que es “sólo para los ilegales que actualmente se encuentran en el país”. Y yo me rio: ¿cómo saber cuándo llegaron los que están ahora aquí si no tienen ningún documento? Los de veinte años dirán que están aquí desde el 65. Con un Estado como el dominicano, tan débil a los coqueteos del dinero. Pasarán por cientos de miles a “dominicanizarse” y ahí está, la fusión de facto por encima de tribunales constitucionales y demás monumentos. Jaque mate a Juan Pablo Duarte con un simple decreto. Esto lo saben los traidores, es su plan.

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