JCE: Entre la ley y lo ético

JCE: Entre la ley y lo ético

En las sociedades donde se ha perdido la capacidad de asombro y el sistema de no consecuencia, se repiten comportamientos que parecen normales debido a que esa misma sociedad se encuentra atrapada en el relativismo ético y la ausencia de resaca moral. Las instituciones, los partidos y el Estado dominicano repiten conductas que pueden parecer legítimas desde la aplicación de la ley, pero incorrectas desde la ética pública y la moral social. Por ejemplo, la Junta Central Electoral entregó a los partidos políticos RD$67 millones de los fondos de la Ley de Financiamiento del Estado. Donde los tres partidos mayoritarios PLD, PRD y PRSC recibieron RD$17 millones cada uno.

Visto desde la aplicación de ley posiblemente sea aplicable pagar del dinero del contribuyente una contribución a los partidos como garantía de un servicio democrático. Sin embargo, desde la sustentación de la ética es incorrecto y negativo por varias razones: ¿Se debe premiar al que hace las cosas mal? o ¿Debe legitimarse las conductas impropias y los comportamientos perversos de los políticos y partidos que no hacen lo correcto, ni son beneficiosos, ni lo sano, ni lo justo?

Yo me pregunto, ¿es ético otorgarle al partido reformista RD$17 millones como partido “opositor” si su presidente actual y el anterior son funcionarios del gobierno y parte de su comité ejecutivo están nombrados en el Estado? Donde se realizan asambleas arregladas, incorrectas y antidemocráticas. Los Reformistas le cobran tres veces al Estado por tener la habilidad y destreza de haber copiado y pasado los exámenes de Buena Ventura Báez y Balaguer.

La ley da el mandato, pero el que la aplica sabe que éticamente es un acto insano, que encierra maledicencia y estimula lo inapropiado y crea una cultura de corrupción y legitimidad de un acto poco decente y democráticamente miserable; tanto así, que los propios Reformistas denunciaron el arreglo y viciada que fue su propia asamblea. El mandato de la ley otorga RD$17 millones al PRD un partido disfuncional, de conducta partidaria maledicente, transgresora, desintitucionalizada, antidemocrática, que junto al Partido Reformista se auto acusan de ser parte del Estado y de la complicidad del sistema partidario que hacen desde las Instituciones que representan un país sin ética publica, sin moral partidaria y sin principio en los procedimientos. Aquí, entonces, no existe la oposición, todos son el Estado.

El pleno de la Junta Central Electoral aplica el mandato de la ley, pero no cuestiona, no conoce de la trasparencia que le dan los partidos políticos al dinero del pueblo; o de los auditorios de la Cámara de Cuentas, o de exigirle que no se puede ser funcionario y presidente del partido opositor y cobrar por jugar, o ser fanático, o gerente y preparador a la vez. Éticamente es incomprensible, desde la moral Hostosiana y Boschista es una perversidad. “Desde el dejar hacer y el dejar pasar” es una vieja práctica que espera por la Ley de Partidos, pero que los hombres que son actores y propulsores de conducta ética saben que el procedimiento es maledicente, tóxico, insano y antidemocrático. Más bien, son las viejas aplicaciones de Bobadilla, Báez, Trujillo, Balaguer, para buscarle legitimidad a lo inapropiado, a lo éticamente patológico, pero funcional para hacer lo de siempre: “hacer lo que ha dado resultado” aunque éticamente sea insostenible y moralmente inaceptable.

Esa es la cultura de la repartidera y pagarle por hacer “oposición” y ser parte del equilibrio democrático. Ahora, a 23 partidos pequeños de “oposición” hay que darles algo, pero a la vez, los mismos dirigentes de esos partidos están en la Instituciones del Estado; aliados, y así cobran tres veces. Esa cultura reproduce dirigentes sin espíritu, hombres sin conciencia y sin voluntad. Pero sobre todo, impone una democracia de alquiler, prostituida y éticamente fallecida.

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