La Junta Central Electoral realiza el proceso de organizar con métodos que le faculta la ley en la materia y la disciplina y las transparencias concomitantes que son avaladas por el pleno. La JCE ha transitado un escabroso y dificultoso sendero iniciado en los comicios del 20-l2-62, los primeros post-Trujillo, rebasando los grimosos de la Era Balaguer, donde los resultados finales se decidían en los tejemanjes de los cómputos, no el resultado de las votaciones en las urnas.
Pero los tiempos en que esas inconductas vinculadas a los ajetreos del continuismo inconcluso del despotismo ilustrado del ancien régime constituían la pesadilla electorera de entonces, definitiva y felizmente quedaron superadas. Hoy la JCE, con el apoyo del presidente Leonel Fernández, ha logrado insertar su modernidad y tecnificación a niveles que resultan asaz imposible adulterar la original intención de los votantes, no solo porque los partidos políticos disponen de un representante en las mesas electorales, que eso siempre lo han tenido, sino porque los mecanismos tecnológicos lo imposibilitan.
De manera que la cultura del fraude ha sido superada por los mecanismos señalados, pero, como siempre hay uno, sobreviven briznas de un cercano pretérito repudiable. Son residuos de esas briznas agoreras las que intentan aventar inventivas y forjar fantasmas donde solo hay meridiana luz para identificar todo claro, y pretenden crear situaciones difíciles donde todo en realidad se maneja por el consenso del pleno. Es correcto que en el momento de debatirse un tema a lo interno de la JCE, los jueces que conforman el tribunal electoral se pronuncien en relación a lo tratado, y resulta incorrecto que alguno, luego de lo acordado, sin objetarlo, se decante por los medios de información a cuestionar una situación determinada, una vez conocida a lo interno de la JCE por el pleno.
Representantes de los tres principales partidos políticos los hay en la JCE, conforme acordaron los mismos, y la sobriedad, mesura, decoro y decencia es lo que la ciudadanía, que paga el presupuesto de la JCE y del gobierno, confía se le retorne organizando un proceso electoral prístino.