Jeannette Miller
“Esta novela es la historia de la impunidad en nuestro país y sus consecuencias”

Jeannette Miller <BR><STRONG>“Esta novela es la historia de la impunidad en nuestro país y sus consecuencias”</STRONG>

POR CLARA SILVESTRE
Para Jeannette Miller la vida es otra cosa, muy lejos de la delincuencia y la pérdida de valores que hoy se suceden como el pan diario de cada día. La novela tiene la intención de alertar y hacer un llamado a una gran preocupación: que habiendo evoluciones desde el punto de vista político y económico, la miseria ha crecido y la mayor parte de la población vive en condiciones infrahumanas.

Destaca que por un lado existe mucho desarrollo, pero hay una gran mayoría que carece de lo esencial, como es la comida y la educación, y donde los jovencitos se prostituyen, las cárceles son un negocio, pero ante lo cual, por lo reiterativo y cotidiano, mucha gente se ha insensibilizado.

“Y en medio de ese proceso que ha ido en aumento: la violencia, el atraco, las violaciones…, entendí que eso no me dejaba respirar y pensé que tenía que escribir principalmente para el joven, porque los adultos sabemos y tal vez cometemos el pecado de omisión que sabiendo, no hacemos lo que tenemos que hacer en cuento a entrega, solidaridad y colaboración, pero tenemos una idea terminada de lo que estamos viviendo, pero la gente joven como que vive en un globo (del Internet, el bonche, etc.) y son muchachos buenos, pero no se enteran de lo que pasa”, dijo.

La escritora considera que todo lo que es avance y tecnología es para que el ser humano mejore su existencia, pero el problema que le ve al Internet no monitoreado, es que no hay control de lo que ahí entra. Cree en el uso del Internet pero monitoreado, y no considera que sea sustituto del libro como objeto, donde principalmente ve el mayor peligro, pues la lectura de la pantalla es una lectura rápida y no se reflexiona, y el pensamiento es la reflexión.

Aseguró que se confunde por completo el valor del ser humano, de su espiritualidad, que es lo que realmente vale y trasciende, de su capacidad de solidaridad, de ayudar al otro, en donde la palabra amor en su más amplio contexto, que a su entender tiene que ver con la creación, con Dios y todo, se confunde con el tener, y no tiene que ver una cosa con la otra. “Haciendo lo tuyo y haciéndolo bien, con amor, respeto y honestidad, puedes contribuir a que las cosas cambien, porque hemos llegado a niveles de deterioro muy grandes”.

Hasta ahora, Jeannette Miller había escrito poesía, investigación histórica, ensayos, cuentos, publicado un libro de cuento en el 2002 titulado “Cuentos de mujeres”, que plantea en cierta forma el abuso de la soledad, porque a su juicio el abuso no es sólo físico, sino también psicológico. 

“Esta novela es la historia de la impunidad en nuestro país y sus consecuencias, porque si un joven ve que el que salta la ley y va en contra de los principios de la legalidad y la ética, cada día está mejor y se considera persona reconocida socialmente, entonces esto está mal, la imagen de éxito se asocia con lo fácil, no hay que hacer esfuerzos, porque hay una inversión de valores, y si hablas con la juventud, te das cuenta de que ni siquiera se enteran de lo que sucede. Es como si vivieran en un globo, pero es necesario que se den cuenta que son parte de un conglomerado social donde hay necesidades y que todo ser humano tiene que ser solidario, por eso es que vive en sociedad, hay que condolerse por el prójimo”.

Miller se ha desarrollado como historiadora de arte y en el área de la lengua española tiene dos textos de didáctica, así como también de redacción, ortografía y sintaxis. Su vida se ha batido entre el magisterio y la escritura, aunque dice que su elemento productivo ha sido la docencia”.

Originalmente escribía poemas. La mayor parte de sus libros publicados son de este renglón, “creo que a todo le llega su tiempo, porque como en la década del 90, tenía muchos cuentos escritos, pero no había escrito una novela, ni lo tenía como meta, porque escribo porque me gusta escribir y escribo lo que tengo necesidad de desahogarme o plantear, y nunca lo había pensado, pero en el 90 comencé a escribir otra novela que no es ésta, y ahora es que la estoy terminando”.

Declara que se encuentra muy agradecida de Dios, “y todo el trabajo que realizo no es más que una manera de pasar a los demás todo lo que recibo de Dios, que es mucho y más de lo que nunca me hubiera atrevido a pedirle”.

Su relación con su padre

La presencia de su padre, Freddy Miller, en sus primeros años de vida, fueron determinantes para que practicara la escritura, por quien para ella escribir era normal como colar café todos los días. Así le veía escribiendo todos los días, en su máquina mecánica de la época, “escribía muy rápido. Recuerdo que cuando le daba al cero o a la o se le hacia un hoyito al papel de lo duro que le daba”.

En su memoria no podrá borrar cuando le corregía los trabajos escolares y le daba pauta, “nunca olvido que la primera vez que hice una composición, a la edad de 7 años, la leyó y cuando veía que repetía una palabra la encerraba y me decía vamos a buscar un sinónimo que es algo que puede tener el mismo significado. Me dijo: Trata de no repetir la misma palabra en una página, y le dice su hermano que cómo me decía eso a mí que era una niña y que no me iba a recordar de eso, y él dijo: Sí, ella se va acordar, y la verdad es que nunca se me olvidó”.

Reconoce que su padre fue una especie de maestro que le enseñó muchos valores, “decía que peor que el hambre física era el hambre del intelecto, y le hería profundamente cuando una persona era incapaz de leer y escribir, pues también decía que el que no podía leer y escribir no tenía acceso al mundo de las ideas, y carecía de instrumento para realmente insertarse en una sociedad de avance y progreso. Aprendí muchas cosas con él”.

“La vida es otra cosa”
La trama contada por la autora

Tres mujeres son los personajes centrales, y hay un personaje masculino que actúa como un eje transversal, que es un asesino que viene de la época de la matanza de los haitianos y permanece con el mismo poder hasta finales del siglo 20

El planteamiento lo contiene en diversas partes y lo repite: La vida es otra cosa. A través de la estructura de la novela vamos a caer en la explicación del título, es como una síntesis del siglo XX dominicano, realmente arranca desde la primera invasión norteamericana en 1916, y se va metiendo un poco, a través de los recuerdos de los personajes, en la dictadura de Trujillo, la matanza de los haitianos, el tráfico de personas por la frontera, y luego el tráfico de armas, de objetos, de drogas, todo lo que se puede traficar en los países que están en frontera, y éste que tiene frontera de mar y tierra.

Esa historia está contada a través de las historias de tres mujeres, que tienen naturalmente distintas edades, la mayor una señora de más de 60 años, que alcanzó muy joven a ver algunas cosas de la dictadura de Trujillo, una mujer del campo ligada al trabajo de la tierra, con un gran sentido de esperanza para sus hijos, que quiere que ellos vayan a la universidad y se hagan profesionales, y se muda al pueblo. Hay muchísimas condicionantes en la historia de esa mujer, que luego el libro lo va contando.

Las tres mujeres son los tres personajes centrales, y hay un personaje masculino que actúa como un eje transversal, que es un asesino que viene de la época de la matanza de los haitianos y permanece con el mismo poder hasta finales del siglo 20. La otra protagonista es una profesora universitaria, de 38 a 40 años, llena de ideas de cambio, que fue opositora en el período de los 12 años de Balaguer y es la primera que menciona la frase “La vida es otra cosa”, porque esperaba que al término de la dictadura, las cosas cambiarían, pero lo que cambia es el nombre de las cosas, porque la realidad se presenta de otra manera, y sigue el deterioro social y humano.

Esa profesora se va a vivir al pueblo de donde es oriunda la primera mujer e incluso va a vivir a su casa, porque ella alquiló una habitación; el tercer personaje es una muchacha de 18 años, muy despierta pero también muy inquieta, que concluido el bachillerato lleva una vida de hogar muy violenta, donde el padre la maltrata de palabra y ella intuye que éste no es su padre; entiende que lo mejor que puede hacer para salir de esa miseria y ese problema es irse, prostituirse en la ciudad con extranjeros, que como no la conocen no la van a delatar, y así ella gana en euros o dólares e instala una boutique y gana dinero, pensando que así la van a respetar por tener dinero, porque cree que ese es el elemento que la gente respeta y reconoce.

Esas tres mujeres convergen en ese pueblo, sus vidas interactúan de una manera u otra y la una incide en la vida de la otra, y eso te muestra también la evolución no sólo de la historia sino de la mentalidad de las personas, según el contexto histórico y social que le toca vivir. Y entonces tiene el eje transversal que viene en todo lo largo de la novela, del criminal que comienza desde muy jovencito a participar en la matanza de haitianos del 37, el niño que llega a ver los primeros invasores, y entiende que el que tiene un arma y le ladra al otro tiene todas a su favor. Él pierde a sus padres en una masacre, lo tienen hasta que aparecen sus familiares en un puesto fronterizo, víctima de violaciones y crece dañado, como lo afirma uno que lo cría luego, pues nació dañado, se desarrolló dañado, es decir viene conformado a la maldad, y esa persona se mantiene como jefe de todo lo que es marginal y contra la ley en ese pueblo a lo largo de todo el siglo, todos los gobiernos y todos los períodos.

Ese es un eje muy importante, porque es como la imagen de la impunidad, y todo el mundo sabía quien era y en lo que participaba, pero le tenían miedo.

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