Jefe policial que destruyó el narco colombiano va a México

Jefe policial que destruyó el narco colombiano va a México

BOGOTA, (AP).- Un trofeo que el general Oscar Naranjo exhibe cuidadosamente en una vitrina en la dirección de inteligencia de la policía colombiana es extraño desde todos los puntos de vista: el uniforme perfectamente doblado y con agujeros de metralla de un comandante rebelde muerto en 2008.

El general de cuatro estrellas, que se retiró esta semana como director de la Policía Nacional de Colombia, está orgulloso de ese objeto y otros que figuran en un pasillo de la Dirección de Inteligencia Policial en el norte de Bogotá. Estos objetos constituyen el testimonio del imperio de inteligencia que Naranjo construyó y que no tiene parangón en América Latina.

Naranjo, de 55 años, ha tenido una participación central en la captura o muerte de casi todos los principales jefes del narcotráfico en Colombia, empezando por Pablo Escobar. El desmantelamiento de los carteles de Medellín y Cali —que dominaban el tráfico de cocaína— y el fraccionamiento de las organizaciones narcotraficantes sucesoras en grupos más pequeños fue obra de Naranjo y muchos más.

El jueves, el candidato presidencial mexicano Enrique Peña Nieto, puntero en las encuestas, dijo que Naranjo acordó ser su asesor principal en el combate al narcotráfico si gana las elecciones del 1 de julio.

El candidato ha prometido reducir la ola de violencia que afecta a los ciudadanos por la ofensiva federal contra el narcotráfico en México, lo que marca un contraste con la estrategia del presidente Felipe Calderón de perseguir a los capos.

Algunos analistas han señalado que la estrategia de Peña Nieto podría traducirse en dejar tranquilos a los narcotraficantes que mantengan un bajo perfil. Pero Naranjo, parado junto a Peña Nieto en una conferencia de prensa, dijo que se debe perseguir por igual a todos los cárteles, pues no puede haber diferencias en el tratamiento de criminales.

La trayectoria de Naranjo se extiende 36 años, los últimos cinco como comandante de 170.000 policías, y abarca el tortuoso tránsito de Colombia desde el filo de un estado casi fallido al de un país modelo entre los campos de batalla en la lucha contra el narcotráfico en la región, como lo describen las autoridades estadounidenses, que apoyaron al general.

Para un hombre que ha navegado las entrañas de la delincuencia la mayor parte de su carrera, sea combatiendo a rebeldes o acosando a narcotraficantes, Naranjo goza de niveles tan altos de aprobación en Colombia como cualquier otra personalidad pública, a excepción de Alvaro Uribe, que gobernó el país con una política inflexible a favor de la ley y el orden entre 2002 y 2010.

En un mensaje que filtró Wikileaks en 2009, el ex embajador estadounidense William Brownfield describió a Naranjo como «tal vez el integrante más inteligente y mejor informado» del gobierno de Colombia. Un prominente defensor colombiano de los derechos humanos, Gustavo Gallón, dijo que Naranjo «ha sido correcto y con posiciones antimilitaristas más por los civiles.»

El ex embajador de Estados Unidos de 1994 a 1997, Myles Frechette, señaló: «Gracias al análisis de Naranjo y muchas de las estrategias aplicadas por éste, Colombia logró lenta pero finalmente, alcanzar el lugar donde se encuentra en la actualidad». Sin embargo, Naranjo reconoce que concertó alianzas oscuras cuando la situación era un asunto de supervivencia nacional. Los colombianos tienden a aceptar que las mismas valieron la pena.

Debido a su trato cortés y gran complexión, con una estatura de 1,83 metros (seis pies), Naranjo rompe con la imagen ordinaria del policía. Hijo de un ex jefe de la policía colombiana, Naranjo fue en su adolescencia más bohemio que chico explorador. Usaba pelo largo y leía a Kafka y Camus, así como las encíclicas papales. Jugó voleibol a nivel competitivo.

Estudio sociología y periodismo, después quedó encantado con la labor policial cuando se unió a un grupo de detectives que investigaban un caso de secuestro. Naranjo se graduó en el primer lugar de su clase en la academia de policía y cuando su padre se retiró en 1983 ingresó en la unidad de inteligencia. En este momento, la preparación de Naranjo empezó a volverse especialmente peligrosa. El jefe narcotraficante del Cartel de Medellín Pablo Escobar emergería pronto como una amenaza a la existencia del estado.

En su lucha contra la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos, Escobar declaró la guerra total, que incluía asesinatos selectivos y atentados explosivos indiscriminados contra civiles.

En 1989, después de que Naranjo escoltara hacia el exterior a su primer «extraditable», un lavador de dinero de Escobar, fue alcanzado personalmente por los largos tentáculos de los carteles de las drogas. «Cuando regresé a Bogotá al día siguiente me encontré que a mi mujer le habían tenido que cambiar de casa porque había recibido una corona mortuoria de funeral en un pequeño apartamento en donde vivíamos», dijo Naranjo.

La corona «decía ’mayor Naranjo descanse en paz»’, agregó. El Cartel de Medellín puso un precio de 5.000 dólares por la cabeza de Naranjo. Escobar ofrecía cantidades menores por policías ordinarios. Unos 500 agentes fueron asesinados en Medellín solamente en el año más difícil.

En 1991, Escobar se entregó a las autoridades e ingresó en una prisión que ayudó a diseñar, construida expresamente para él. Pocos meses después, Escobar estaba de nuevo fugitivo. Naranjo, que se había mudado a Buenos Aires, fue traído de nuevo a Colombia y nombrado jefe de inteligencia del «Bloque de Búsqueda», una unidad especial que tenía la misión de capturar a Escobar.

Naranjo presentaba informes semanales a un grupo que encabezaba el ministro de defensa y que incluía a agentes importantes de la CIA y la DEA en Colombia. Naranjo preparó la operación clandestina que terminó en la muerte de Escobar en diciembre de 1993. En aquel entonces, la familia del jefe narcotraficante había regresado a Bogotá después de que Alemania le negara el pedido de asilo.

Debido al temor de que los enemigos del hampa del propio Escobar intentaran asesinar a los integrantes de la familia, estos aceptaron que se les alojara en la suite de un hotel. Naranjo había colocado antes micrófonos en la suite. Después se instaló un piso arriba, donde con la asistencia de agentes norteamericanos, dirigió una de las primeras triangulaciones eficaces en telefonía celular.

 El jefe de las operaciones del Bloque de Búsqueda, el general retirado Leonardo Gallego, dijo que Naranjo obligó a Escobar a que cometiera errores que lo hicieron infringir sus propias reglas de seguridad, que eran estrictas. Obsesionado por la seguridad de su familia, Escobar permaneció mucho tiempo hablando con su hijo por teléfono. Una vez detectada la ubicación de Escobar, su suerte estaba sellada. Fue muerto a balazos en una azotea de Medellín mientras intentaba escapar.

Las personas que buscan extraer lecciones para la actual situación mexicana de la derrota del cartel de Medellín en Colombia no deben pasar por alto los renuncias éticas y alianzas oscuras que se hicieron en esa épica lucha, dijo Vanda Felbab-Brown, analista de la guerra contra las drogas de la Brookings Institution en Washington.

Para debilitar y aislar a Escobar, el gobierno y la policía de Colombia se aliaron con el cártel de Cali y antiguos secuaces de Escobar, incluidos los hombres que después dirigirían las milicias de extrema derecha conocidas como paramilitares. Los aliados criminales del gobierno mataron a varios cientos de subordinados de nivel medio de Escobar a fin de paralizar el grupo, dijo Felbab-Brown.

Naranjo no niega ese sangriento matrimonio por conveniencia. Hoy, dijo, «es fácil decir que estaba mal hecho, pero cuando sonaban dos o tres carros-bombas en Bogotá, en Medellín o en Cali y cada semana había 120 muertos de esa guerra… la verdad (es) que el Estado y la sociedad decían ’hagan lo que sea para parar eso»’. Eso incluyó apoyarse en Danilo González, uno de los compañeros de clase de Naranjo en la academia que después desvió su camino.

González siempre tenía la mejor información de inteligencia sobre Escobar, sostuvo Naranjo, porque la conseguía del cartel de Cali, el siguiente blanco importante en la guerra contra las drogas patrocinada por Estados Unidos.

Naranjo dijo que en 1995 convenció al nuevo director de la Policía, general Rosso José Serrano, de no forzar el retiro de González porque éste proporcionaba información muy útil. Serrano terminó por sacar a González cuando se hizo evidente que estaba profundamente involucrado en el tráfico de drogas junto a otros policías deshonestos.

En el 2006, González fue asesinado en un tiroteo. Naranjo asistió al velorio. Durante el tiempo de Serrano en el cargo, entre 1995 y 2000, Naranjo se acercó a los «yuppies», policías educados que usaban trajes de buen corte y estaban a favor de trabajar hombro a hombro con la DEA, la CIA y Scotland Yard.

Los dos hombres hicieron una purga de cerca de 10.000 agentes de policía. Durante el tiempo de Naranjo como director, casi 2.900 fueron obligados a retirarse. Nadie pone en duda la eficacia de Naranjo contra los narcotraficantes y los rebeldes izquierdistas, pero los analistas dicen que la policía de Colombia bajo el mando de Naranjo ha conseguido mucho menos en otros frentes.

El secuestro y asesinato se han reducido drásticamente, pero las bandas criminales prosperan en las provincias, donde trafican drogas, extorsionan, y cobran impuestos a la minería de oro ilegal. Colombia también sigue siendo el país más peligroso del mundo para los sindicalistas.

La estrategia de «agarrar las cabezas de las organizaciones criminales tiene un límite, tiene un techo», dijo María Victoria Llorente, directora del centro de análisis Fundación Ideas para La Paz. «Se coge a las cabezas y ellos tienen una capacidad muy grande de regenerarse». Esa es una de las razones por las que la descriminalización de las drogas tiene un creciente número de partidarios en América Latina.

Naranjo no está entre ellos, y su experiencia personal no puede dejar de influir en su pensamiento. «El narcotráfico logra mutar valores en antivalores y termina esclavizando a las sociedades», dijo Naranjo.

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