JESUCRISTO SUPERSTAR contemporánea y espectacular

JESUCRISTO SUPERSTAR contemporánea y espectacular

Nueva vez llega al escenario de la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional la famosa ópera rock “Jesucristo Superstar”, en una producción de Amaury Sánchez, quien además funge como director musical, y de Waddy Jáquez director general.

En los años ‘60 del pasado siglo, nace concepto de ópera rock, en el que se fusionan géneros como los musicales de Broadway el “West End” londinense y la ópera tradicional, con la instrumentación y los sonidos del rock. “Jesucristo Superstar”, obra del compositor Andrew Lloyd Webber, y libreto de Tim Rice, no es la primera de su género, pero ha sido la más famosa y más representada, tanto por su fenomenal concepción como por su mensaje universal.
El argumento, desde su particular enfoque, está contado desde el punto de vista de Judas Iscariote, el discípulo traidor, alejado de la visión mística tradicional, y se desarrolla durante los últimos días de Jesús hasta su crucifixión, trasladándolo, en alas de la imaginación, a nuestro tiempo, convertido en un líder cuyos seguidores lo idolatran sin comprender bien lo que representa.

Jesús es el mito de la rebeldía frente al poder corrupto de los fariseos de todos los tiempos. La obra conserva la estética del musical siendo atractiva para todo público, independientemente de su creencia o religión.

La puesta en escena. Tras las primeras notas de la “Obertura” queda al descubierto el espacio escenográfico, elemento dinámico y plurifuncional concebido por Waddys Jáquez y realizado por Giann Loaces, adaptado y en perfecta sintonía con la propuesta contemporánea. La escena cobra un dinamismo impresionante, bailarines, y cantantes se adueñan del espacio, lo cubren todo es una especie de “opening” que marca la estética del musical.
La orquesta forma parte de la escena, colocada en ambos laterales; la brillante orquestación produce música intensa, lírica por momentos, y es el soporte de los cantantes que deberán ser capaces de producir la estridencia requerida en la partitura.

El primer reto lo asume José Julio Sánchez, y lo supera, al interpretar con voz adecuada, en una actuación enérgica, a Judas Iscariote, el antagonista de la historia, el antihéroe.
La llegada de Jesús es un momento esperado, un halo de luz lo acompaña, más que una figura idealizada, irradia humanidad, Javier Grullón proyecta las características de este personaje abierto, que trasciende, al hombre proclive a las dudas, a las pasiones terrenales. Junto a sus apósteles y a María Magdalena, cantan “Un rumor”. La escena es altamente significativa, bellamente lograda.

Más adelante María Magdalena interpreta “No sé cómo he de amarlo”, la bella voz de Carolina Rivas logra un momento enternecedor.

La dinámica de la acción va en crescendo, es un movimiento coreográfico constante, construido por Pablo Pérez acorde al concepto de Waddys Jáquez; los bailarines, que también cantan, muestran excelentes habilidades; son la nueva generación. Las vestimentas actuales y juveniles, en las que predomina el gris, se corresponden con la atmósfera creada.
Las escenas se suceden, la salida de los implacables “sumos sacerdotes” trajeados de negro, es un momento lírico importante, en el que destacan las voces de Pedro Pablo Reyes, Alejandro Guerrero, Edwin Rivera y Alejandro Espino. Reconocidos artistas como Carlos Alfredo Fatule, encarnando a “Pilatos”, José –Checho– Lora, como Caifás; Alejandro Espino como Anás, y Luis Armando, encarnado a Pedro dan muestras de talento tanto en canto como en la actuación.
Con un simple paño blanco se recrea “La última cena”, que nos remite a Da Vinci. Se inicia el verdadero calvario: traición, negación y rechazo. Una de las escenas de mayor impacto se produce cuando Jesús acude a Getsemaní. Es la agonía de un Cristo aparentemente derrotado, de un hombre sin gloria ni esplendor, pero dispuesto a amar a pesar de todo. Javier Grullón, con lágrimas de desaliento, logra transmitir ese momento sublime en una actuación conmovedora, donde su voz, con el fraseo preciso, alcanza nuevos registros que el alto nivel musical, como en otros momentos, no logra opacar.
El espectáculo, en un rompimiento, se torna colorista. El “Circo de Herodes” y sus personajes pintorescos es una alegoría perfecta que recrea la burla que hace Herodes Antipas a Jesús. El desbordante histrionismo de Kenny Grullón hace de esta escena una farsa bufonesca que produce la risa liberadora, sin que el musical pierda su esencia.
Judas Iscariote vuelve a tomar protagonismo, y José Julio Sánchez consigue un momento excepcional; el tema extraordinario, demandante, propicia la versatilidad de este magnífico intérprete cuya voz da la estridencia justa requerida, con agudos a veces desafiantes; pero además, Sánchez se decanta en el baile, con movimientos y contorsiones rítmicas propias del pop y una dosis de dramatismo, convierte el suicidio, o ahorcamiento de Judas, en un instante supremo, y el público queda absorto mientras, colgado, se balancea.
El final, “la crucifixión”, es una vorágine, el “pueblo” acude, unos blasfeman otros lloran, la música lo envuelve todo, Jesús se aparta y luego en el cenit aparece una cruz brillante con el Cristo crucificado. La escena es conmovedora, artísticamente bien lograda, Javier Grullón, visiblemente emocionado, pronuncia las últimas palabras del maestro “Perdónalos, que no saben lo que hacen”.
Se apagan las candilejas, el público instintivamente se levanta de sus asientos y, conmovido, aplaude una y otra vez.

Publicaciones Relacionadas