Jesús de la Rosa – Haití

Jesús de la Rosa – Haití

Haití es una nación pobre, extremadamente pobre, la más pobre del hemisferio occidental. Casi ocho millones de haitianos viven hoy aposentados en 27 mil, 500 kilómetros cuadrados de territorio, disponiendo apenas de un PBI per cápita de alrededor de 250 dólares.

Más de la mitad de la población haitiana está desnutrida. La mortalidad infantil de Haití se estima en más de 90 por ciento por cada mil nacidos vivos. Las enfermedades infectocontagiosas como la sífilis, el paludismo, la malaria y el sida siguen haciendo estragos en la antigua colonia francesa.

Una proporción cercana al 70% de los ciudadanos haitianos de más de 18 años de edad no sabe ni leer ni escribir.

La población haitiana ha mantenido un ritmo promedio de crecimiento 1.9% anual, mientras su producto interno bruto decrece, o crece a un ritmo inferior a ese porcentaje.

Por años, las tierras cultivables del vecino país han sido destinadas a actividades conuqueras y a la producción de carbón de leña, lo que ha provocado erosión y degradación de la calidad de su suelo.

Haití es país pequeño, de economía abierta, densamente poblado y predominantemente rural.

La riqueza que producen todos los haitianos se distribuye de manera muy desigual: alrededor de 4000 familias de blancos y mulatos, descendientes de los antiguos colonos franceses, que representan menos del 1% de la población total, reciben casi la mitad del ingreso nacional.

La escasa producción industrial haitiana se concentra en unos cuantos rublos: cemento, fósforos, cigarrillos, jabón, detergentes y tubos PVC.

Esas pequeñas empresas industriales del país vecino prosperaron bastante bajo el régimen de protección con aranceles, durante la dictadura duvalierista. Pero, la disminución de la producción de energía eléctrica; la reducción de la demanda de productos industriales; la reducción de los aranceles; y el contrabando a todo lo largo y ancho de la frontera dominico-haitiana, las han colocado al borde de la quiebra.

Haití disponía de parques industriales de zonas francas similares a los existentes en la República Dominicana dedicados a la producción textil y al ensamblaje de sandalias, juguetes, aparatos electrodomésticos; utilerías deportivas, etc. Las divisas generadas por ese sector llegaron a representar más del 50% del total de divisas generadas en la economía haitiana. Más de 50 mil haitianos trabajaban en las zonas francas del país vecino. Pero, el embargo comercial impuesto por la OEA a la Junta Militar que derrocó el gobierno de Jean Bertrand Aristide redujo considerablemente la capacidad de ese sector.

Durante el embargo, algunas de esas empresas de zonas francas haitianas cerraron sus puertas para instalarse en la República Dominicana.

Cuando el turismo era casi inexistente en todo el Caribe, Haití disponía de una pujante y próspera industria turística. Pero, la inestabilidad política de los últimos años arruinó ese sector.

En 1991, el presidente Jean Bertrand Aristide fue derrocado por un golpe militar que encabezó el entonces jefe de las fuerzas armadas haitianas general Raoul Cédras.

En principio, los líderes de la democracia americana pensaron que un embargo sería suficiente para desalojar del poder a los generales haitianos que derrocaron al presidente Aristide. Pero esa acción no resultó.

A pesar del embargo comercial impuesto por la OEA al gobierno de Haití, el presidente Balaguer siguió permitiendo el paso a través de las fronteras de todo tipo de mercancías y de carburantes hacia el país vecino. Ello permitió que el general Raoul Cédras pudiera mantenerse por años en el poder.

Fue mediante una acción militar llevada a cabo en octubre de 1994 que los norteamericanos lograron sacar del poder al general Cédras y colocar en su lugar a Jean Bertrand Aristide.

Ocurrió entonces, que mientras el presidente haitiano Emile Jonaissaint y el general Raoul Cédras discutían con una comisión enviada por el presidente norteamericano Bill Clinton una salida a la crisis haitiana, se produjo una llamada del mandatario estadounidense advirtiéndole al general Cédras que el tiempo se le había agotado; que debía abandonar el poder; y que agrupación de más de 70 aviones ya había despegado de una base norteamericana rumbo a Haití.

El general Cédras optó por marcharse, a sabiendas que nada podía hacer contra el poderío militar norteamericano.

Después de la salida de Cédras, nadie supo del paradero de la mayoría de los oficiales, clases y soldados del antiguo ejército haitiano ni a dónde fueron a dar las armas que portaban.

Ahora ya se sabe que son esos antiguos militares haitianos los que luchan por derrocar a Aristide y los que ya tienen bajo su control más de la mitad del territorio haitiano.

Como estadista, Jean Bertrand Aristide ha resultado un fiasco. Después de su retorno al poder, las condiciones de vida de los haitianos han empeorado en vez de mejorar. En materia de respeto a los derechos humanos, el ex sacerdote salesiano ha roto todas las marcas de violaciones a los mismos. Los ex presidentes Bill Clinton y Carlos Andrés Pérez deben estar hoy muy arrepentidos por las ayudas que le prestaron y los esfuerzos que hicieron para hacer del otrora líder de las masas hambreadas un presidente demócrata.

Haití, desestabilizado y sin perspectivas de progreso, representa un serio peligro para la estabilidad política y el mantenimiento de la paz en la República Dominicana.

Es que el ejército más difícil de enfrentar es el compuesto por hombres, mujeres y niños hambrientos huyendo de los efectos devastadores de una guerra civil.

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