Jesús escuchó al militar extranjero

Jesús escuchó al militar extranjero

Los pueblos invadidos militarmente guardan en su corazón una cuota de odio hacia el ejército invasor. En el evangelio de hoy, (Lucas 7, 1-10), Jesús de Nazaret acoge el ruego de un militar invasor. Con exquisita habilidad humana, el centurión romano se hace representar por un grupo de respetables ancianos judíos, a quienes les construyó su sinagoga. El odiado romano le pide a Jesús que le visite para a curar un criado enfermo. Cuando todavía está lejos de la casa, le manda otra delegación con este mensaje: — no te molestes, no soy digno de que entres bajo mi techo. Dilo de palabra y mi criado quedará sano –. Volviéndose a la gente, Jesús exclama: — ni en Israel he encontrado tanta fe–. Al volver a la casa, ya el criado estaba sano. Jesús atendió el ruego del militar invasor sin dejarse encerrar por prejuicios.
Muchos extranjeros hemos encontrado en este país la posibilidad de crecer y vivir con felicidad. Es una pena, que por los intereses torcidos de un grupito, en ambos lados de la frontera, el país haya sido condenado internacionalmente por desoír la petición justa de hombres y mujeres nacidos en esta tierra, regada por el sudor y la sangre de sus mayores. Personas responsables de la sociedad dominicana apoyan este reclamo justo, humano y conforme al magisterio de los Papas. En los últimos 50 años, ¿qué no han construido o cosechado los haitianos?
¿A quién beneficia el desorden de la frontera, las redadas violentas contra mujeres y niños, y la ilegalidad de miles de hombres y mujeres en nuestro suelo? Si se organizase el tránsito de bienes y personas, si todo trabajador extranjero pudiese regularizarse sin enredos y pagar impuestos, ¿quién saldría ganando?
Sin madre no hay familia. Sin ley cumplida no hay país.

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