Jesús, luz del mundo y de nuestra nación, en esta hora de oscuridad

Jesús, luz del mundo y de nuestra nación, en esta hora de oscuridad

Hoy nosotros, como parte del mundo Cristiano, conmemoramos la fecha más significativa de todas: El nacimiento de nuestro señor Jesucristo. Dado por Dios como regalo de amor. Y es usual, como final de año, que hagamos un alto en el camino para la reflexión.

Nosotros los dominicanos, surgimos desde el principio, como mezcla de tres etnias, amasados por una lengua y por una corriente de pensamiento, el Cristianismo, por eso sobrevivimos a tanta barbarie, y, luego, fuimos concebidos como país al calor de ese mismo fuego, por nuestro Padre Fundador: Juan Pablo Duarte. No es por casualidad que desde el nombre y el juramento que hizo posible gestar la idea de nación, la Sociedad Secreta La Trinitaria, estuviera Dios, Nuestro Señor, como eje de todos los principios. Ni es casualidad tampoco que nuestro lema de país sea Dios; Patria y Libertad, precediendo al nombre mismo de República Dominicana y que la Sagrada Biblia sea el centro de nuestro Escudo. Conforme a todo esto, hemos comprobado que somos, colectivamente generosos, caritativos y buenos con el prójimo. Por encima de nuestra Historia, hemos sido más que buenos cumpliendo con los mandatos de amar a los demás, a veces más que a nosotros mismos. Ahora, por ser como somos, sufrimos el escarnio y los vituperios de un concierto de naciones que con el interés expreso de quitarse de encima de ellos el problema de Haití, nos lo quieren endilgar a costa de nuestra existencia como pueblo. Y lo peor es que cuentan con la ayuda de muchos de los “nuestros” que por distintas razones se prestan para el coro, sin pensar en la Patria. Hombres y mujeres sin juicio y sin corazón que conspiran contra la salud de la Patria. Entre ellos, los hay que lo hacen:

-por intereses económicos, políticos, o de otras índoles;

-por servir a otras Patrias, u otros “señores”, distintos a la República Dominicana; y, lo más doloroso es que la mayoría de los demás lo hace;

-por confusión bien intencionada, bajo un humanitarismo mal entendido, movidos por la compasión y la caridad.

Ningún otro pueblo o nación del mundo ha sido más generoso con Haití y sus necesidades. Ni Francia, su madre patria, ni los Estados Unidos de Norteamérica, que le admiró y se inspiró en él para forjar su Libertad; al igual que Venezuela, que tanto recibió de la otrora nueva nación en pertrechos y soldados entregados a Bolívar. Nosotros, como la viuda hemos dado la “última blanca” de corazón al pueblo haitiano. Ya está sobredicho que la República Dominicana, como pequeño y pobre país no puede cargar con Haití, ni resolverle sus problemas. No nos corresponde hacer lo que ellos no han hecho por ellos mismos, solos o con toda la ayuda internacional. El buen samaritano recogió al judío herido, le curó sus heridas, lo llevó a un refugió y pagó hasta que se recuperara, pero no lo llevó para su casa, no lo mudó ni lo mantuvo. Los dominicanos hemos sido muy buenos vecinos, demasiado, muy buenos samaritanos, y a cambio somos tildados de fascistas, xenófobos, racistas (que lo correcto sería coloristas), hasta de nazis, por defender nuestros derechos a existir como nación.

Así como la Biblia, enarbolada por tantos en estas ocasiones, nos manda a tratar bien al extranjero, nos dice Jesucristo: Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. Los dominicanos se deben a su Patria, la República Dominicana, y amarla es defenderla, velar por su preservación y cuidar de ella. En torno a este asunto de la Patria, está muy claro en la Biblia que aunque los hijos de un pueblo tuvieran otra nación de acogida deben de decidirse por una: Ruth con Noemí, “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.”; José se transformó en egipcio y defendió los intereses de ese pueblo, Moisés para asumir la causa israelita renunció a serlo. Está claro, se puede tener más de una nacionalidad, como tantos criollos, latinoamericanos, etc., pero se tiene una sola Patria, por la que uno siente el verdadero amor, y por la que hasta daría gustoso su persona, vida y bienes, sin pensarlo. El pueblo de Israel es el mejor ejemplo de un coloso que lucha, a través de los tiempos, contra todas las demás naciones, para seguir siendo un país, una nación, un pueblo, y esto ha contado con el favor de Jehová, continuando como pueblo escogido.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas