Jesús, maravilloso exceso de Dios

Jesús, maravilloso exceso de Dios

Con la “fiesta de Reyes” cerraremos la conmemoración del nacimiento de Jesús-mesías, “Dios con nosotros” que se hace cercano asumiendo la condición humana. Tal como lo indica Pablo: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley…para que recibiéramos la condición de hijos.” (Gal. 4,4-6). Decir que Dios se encarna en el ser humano Jesús constituye una novedad tal que sólo puede ser asumida como don que se nos propone como Sentido, como “Exceso” por parte de Dios, porque como acertadamente se ha indicado: “Todo don, todo sentido, es un exceso”…( Gesché, 2004).
Se trata de un Dios que se preocupa por “revelarnos” quién es, al tiempo que se esfuerza por convocarnos y ayudarnos a descubrir quiénes somos nosotros los seres humanos al dársenos y confrontarnos con Él como sentido de la vida. Y, en consecuencia, para revelarnos cómo debemos ser las mujeres y los hombres concretos para ser verdaderamente humanos. Jesús es, desde este punto de vista, el esfuerzo de Dios para proponernos el camino de nuestra propia humanización.
La fiesta que recién venimos de celebrar es la del Hijo de Dios que se hace ser humano para haciéndose próximo revelarnos a Dios Padre y Madre como fundamento y sentido de la vida de los seres humanos. Un Dios que nos convoca a ser hijos/as y hermanos/as distanciándonos de la actitud de Caín, quien responde altaneramente a Dios en el paraíso: “Seré yo guardián de mi hermano?”, y que reivindica la Compasión-Misericordia como raíz de la rebeldía ante el mal. Un mal que siempre provoca daños fundamentales a los hermanos y hermanas más pequeños.
En la práctica histórica de Jesús se nos presentan y proponen los rasgos fundamentales que humanizan a los seres humanos al ser la respuesta adecuada a la convocatoria de Dios. Entre ellos aparece centralmente la Compasión-Misericordia y la consecuente entrega servicial a los otros que nos permite construir, con esos otros, colectividades socio-naturales como espacio vital válido para desarrollarnos como individualidades-comunitarias. Es por ello por lo que en diferentes circunstancias en la actuación de Jesús aparece la Compasión-Misericordia como la razón profunda de su comportamiento. “Sintió compasión de ellos porque eran como ovejas que no tienen pastor”, comenta el evangelista Marcos acerca de Jesús en la escena de los panes, (Cf. Mc. 6, 35 y ss.).
La escena de Zaqueo, “que era jefe de publicanos y rico” es una expresión conmovedora de lo que es la práctica compasiva a la que somos convocados al encuentro con Jesús: “Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.” Jesús le dijo: hoy ha llegado la salvación a esta casa…” (Lc. 19, 8-10).
Si la fiesta que acabamos de celebrar nos continúa interpelando hoy no puede ser a otra cosa que, como a Zaqueo, invitarnos a la construcción de vida digna para todos y todas como expresión concreta de que efectivamente creemos lo que celebramos: el nacimiento de Jesús, Dios a la manera del Hijo, que nos salva también ahora.
Una salvación que se hace realidad en nuestro conflictivo presente convocándonos a la creación de las condiciones históricas para la vida digna de todos y todas como nuestra respuesta al exceso de la convocación que Dios nos hace y cuya verdad se expresa en el mejoramiento de la vida de los más débiles, los condenados de la tierra, que son en estas condiciones los preferidos de Dios, según nos revela Jesús el Galileo. Feliz 2019.

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