Amén de participar protagónicamente en la creación, como se revela en Génesis 1:26, al hablar Dios en su manifestación plural de Elohim, Jesús es prometido como Redentor de la raza humana en el capítulo 3, versículo 15 del mismo libro, surgiendo así la primera profecía mesiánica que aparece en las Sagradas Escrituras.
A partir de ese pasaje, la segunda persona de la Trinidad aparece mencionada por sus distintos nombres y/o atributos aproximadamente 200 veces a todo lo largo de la Biblia, con descripciones tales como: Cristo, palabra griega para Mesías. Cristo significa el Ungido, el designado por Dios para llevar a cabo Su propósito eterno.
Jesús, es el equivalente en griego del nombre hebreo Josué, que a su vez significa “Jehová el Salvador o la salvación de Jehová”.
Emanuel, es Dios con nosotros. Dios hecho hombre. Dios hecho carne.
Cordero de Dios, presentándose así como en el sacrificio perfecto para el perdón de nuestros pecados.
Redentor, pues es el único digno de pagar nuestras deudas espirituales y otorgarnos plena libertad.
Jesús es llamado la Verdad, el Camino y la Vida. Se le define como el Verbo de Dios, el principio y el fin, el Rey de reyes y Señor de señores, el Buen Pastor, Luz del mundo, Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
El apóstol Pablo presenta a Jesús, entre otros atributos, como el único Mediador entre Dios y los hombres.
Tratando de describir la grandeza de Jesús, la revelación paulina tan solo alcanzó a expresar que Dios exaltó a Jesús hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla; y toda boca confiese públicamente que Jesucristo es el Señor.