Jimaní como lección

Jimaní como lección

La tragedia de Jimaní ocasionada por el desborde descomunal del cauce seco del ex-río Blanco ó Soliteil que produjo centenares de muertos y otros tantos más desaparecidos y que ha consternado la conciencia nacional e internacional, debe servirnos de lección para que no se repita jamás en ningún otro contorno del territorio dominicano.

El país se ha unido como una sola persona en torno a este desastre de la naturaleza y la ayuda solidaria ha fluido por doquier, estatal y privada, internacional, y es de esperar que no se distraiga en otro menester que fuese el originalmente dirigido.

Pero Jimaní debe constituir un proyecto maestro de reconstrucción para que no se destruya nunca, comenzando por construir casas de interés social de blocks y no casuchas de madera donde apenas si cabe una persona acostada en cada división. Eso es una porquería que lo mejor es no hacerla, detenerla, por su inviabilidad y burla.

Las cosas se hacen bien, como debe ser, o mejor no hacer nada.

Hacer demagogia con el dolor de más de mil familias (unas cinco mil personas) afectadas por la tragedia de Jimaní no tiene perdón de Dios.

La reconstrucción de Jimaní debe proyectarse en pequeñas altitudes, en cerritos, donde la escorrentía sea inmediata, que estén exentos de inundaciones y de los vientos terribles que acompañan a los huracanes muy azotados en esa zona del país.

Construir o reconstruir Jimaní con casuchas de madera es lo más incorrecto e inviable no solamente en Jimaní, sino en cualquier área nacional.

En lo sucesivo, los gobiernos se deben permitir que se construyan asentamientos humanos en las cuencas o cauces secos de los que fueron ríos y arroyos porque esos cauces cuando se producen riadas, inundaciones, reclaman sus espacios y se llevan todo de encuentro, como ha resultado ser el doloroso caso de Jimaní que nos ha estremecido la conciencia a todos.

Debe en lo que resta de tiempo a este gobierno y el próximo que presidirá el doctor Leonel Fernández realizar esa labor de rescate humano, evitar tragedias donde cientos de paisanos corren hoy el idéntico peligro de Jimaní con el ex-río Blanco.

Millares de individuos que están asentados en cauces secos de ex-ríos y ex-arroyos, en zonas anexas a ríos y arroyos, como podemos ver todos con el Ozama cuando cruzamos sus puentes, allá, en lo bajo, como hierven las casuchas de desheredados de todos los gobiernos, desafiando el desborde de sus aguas cuando se producen intensos aguaceros y cuando los huracanes azotan.

Rescate social que debe ejecutarse con la participación de la secretaría de Medioambiente, Defensa Civil y el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), sin prisa, sin festinación, con firmeza, comenzando un asentamiento, siguiendo otro, hasta en términos que se requieran, concluir una gestión de enorme significación humana, en la cual debemos y tenemos que involucrarnos todos.

Claro que los institutos armados tienen que apoyar esta iniciativa, no solamente con sus brigadas de ingenieros y constructores, sino también haciendo cumplir la disposiciones de desalojo de las áreas de peligro que señalo, porque algunos se resisten ha hacerlo, en contra de su propio perjuicio.

Es hora de que iniciemos esta gestión de rescate humano sin que valgan excusas. La lacerante experiencia de Jimaní debe servirnos de lección.

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