Jimaní en la frontera del llanto

Jimaní en la frontera del llanto

[b]I[/b]

Un reconocido intelectual me preguntó por cual razón no escribía acerca de la tragedia de Jimaní. Mis verdaderos amigos no se han vivido tanto; comprenden.

Cuando las canas son producto de los años nos e debe mentir. Las mentiras no le dan brillo a las canas.

[b]II[/b]

Cuando solo el interés guía las acciones de los hombres los resultados son siempre negativos.

Hace muchos años recorrí, a pié, con Leo Heyaime, 20 kilómetros alrededor de San Juan de la Maguana. Escribí entonces expresando que el lugar escogido para unas construcciones no era adecuado. Los encargados de las construcciones dijeron que yo no era ingeniero y por tanto de eso no tenía conocimiento. Con el tiempo Macedonia fue la respuesta.

En este mismo diario escribí hace algún tiempo que en la época de las lluvias los desbordamientos del río Camú podría inundar definitivamente a Villa Rivas y a sus alrededores. En estos días por no tomarse las medidas adecuadas, si las lluvias hubieran continuado, hubiera ocurrido lo que pudo haberse evitado. Es bueno recordar que somos un pueblo tan politizado que hasta a los hechos naturales les damos una connotación política.

[b]III[/b]

He escrito varios artículos en relación a la situación actual de mi pueblo natal de San Cristóbal, en el cual expuse que hasta hacen 35 años, todos los años, los ríos Yubazo, Nigua y Madre Vieja se unían y corrían por encima de los niveles de los puentes que los cruzan. Entre esos ríos hay tres (3) barrios construidos por debajo del nivel de los puentes, en los cuales hay más de 100,000 habitantes. Hay que rogar para que las lluvias no vuelvan con la intensidad de antaño, pues La Mesopotamia y Jimaní serían pequeñas lagunas en el mar de esa tragedia.

[b]IV[/b]

Guardé silencio sobre Jimaní, porque sé que el sentimiento que su desgracia causó hizo aflorar los más caros sentimientos humanos en el pueblo dominicano y despertó su sentido de solidaridad haciéndole comprender la parte de responsabilidad que le correspondía en la tragedia, aunque hubiera como siempre algún descastado que tratara de aprovecharse inculpando a alguna institución o persona como causante y responsables de tal desastre natural.

[b]V[/b]

La Frontera es parte de mi pasado, y Jimaní es parte de mi vida. En 1943 como Juez de Instrucción de Neyba, tuve el honor de pronunciar el discurso de la inauguración del Municipio de Jimaní. Conocía bien sus problemas porque en compañía de Hostos Guaroa Feliz Pepín, Marrero Aristy y Nestor Caro ya había recorrido la Frontera al lomo de mi caballo «Cacique» que me había comprado mi amigo José César que se hacía llamar Médico, Abogado, Curandero, y Astrólogo y quien a menudo desaparecía de su casa de Cerro al Medio, perdido en los misteriosos caminos que llevan a L’Arcahais.

[b]VI[/b]

En 1943; escribí un informe en el cual manifesté que la construcción de las edificaciones que se levantaban deberían serlo en la parte más alta de las estribaciones que rodeaban a Jimaní si se quería evitar el peligro de las inundaciones de los ríos que desembocaban en el Lago Enriquillo. Me gané la repulsa de los encargados de realizar la planificación correspondiente.

Me duele Jimaní, pero quiero estar no con los que traten de buscar culpables sino con todos los que ese doloroso acontecimiento les ha servido de ejemplo para reconstruir a Jimaní, de tal manera, que sus hijos puedan encarar el futuro con centros de enseñanzas que capaciten a su juventud y con centros agro-industriales que permitan a las familias ganarse la vida con dignidad y decencia en tan controversial y polémica región.

Así de simple.

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