Jimaní inaugura una nueva nación

Jimaní inaugura una nueva nación

Tras de la desmoralizante postración anímica y moral que caracterizó el cuatrienio de Hipólito Mejía, rota con su derrota electoral, la nación dominicana muestra nuevamente sus bríos potenciales y su ímpetu para sobreponerse a sus dificultades y retos haciendo sacrificios si se hacen necesarios.

Nada lo demuestra mejor que su reacción ante la adversidad que sorpresivamente abatió simultáneamente comunidades de Haití y a nuestro Jimaní, y ante la cual como verdadero cuerpo lesionado en uno de los miembros de su sistema, acudimos a auto repararnos. Esta actitud, aunque nunca reparará las vidas ni la magnitud de otras pérdidas, si exhibe las capacidades de restauración de nuestro país y su espíritu de cuerpo y de solidaridad extensible al hermano pueblo haitiano. (Magnífico!, si consideramos que hoy aquí a nadie le sobra de nada. Ese es el espíritu de los pueblos cuando son naciones.

La actitud colectiva ante lo ocurrido significa una mayor integración y cohesión; también que ganamos un acervo intangible con el que una buena conducción del Estado y autogestión ciudadana pueden lograr lo que juntos se propongan. (Es lo que necesitamos! Estimularnos a continuar esa ruta refuerza la tendencia progresista e independizarnos psicológica, cultural y políticamente, de la tontera ideológica que supedita a nuestros pueblos a sus dominadores y que es esgrimida como argumento que intenta justificar tal dominación y nuestra dependencia de ellos hasta para lo elemental.

Habiendo vivido dominados, estamos aprendiendo rápidamente a gobernarnos. La diferencia conceptual de los términos es políticamente radical, no un matiz semántico: Gobernarnos significa saber quiénes somos, qué somos; tener metas, trabajar para objetivos de los que estamos esclarecidos, luchando por ellos estando siempre listos para desplegarnos ante las contingencias, que no pueden detenernos ni desviarnos del rumbo, ni del ritmo a seguir con lo programado.

Una nación no es fuerte por su extensión territorial, su número poblacional, su PIB, ni siquiera por la calidad de sus armamentos, sino está vinculada por su razón de ser que la integra. Naciones hay y han existido que ni siquiera esos elementos han poseído y que sin embargo, han sido revelantes, porque su unidad confortó sus infortunios y su porvenir, fermentando este último minuto a minuto y por siglos hasta alcanzar la misión grande que se trazaron. Un colectivo sin unidad en su objetivos trascendentes comunes y frente a sus graves problemas, podrá ser una colonia o un mercado, pero nunca una nación, y lo que estamos experimentando en el país es el resurgimiento actualizado del genio sociopolítico de la nación, cojo porque no se nueve aún sincrónicamente como debiera y tiene que ser.

Tal cojera está en los pasos desiguales entre las políticas en las que el Estado amarra a la sociedad y las potencialidades, iniciativas y necesidades de esta, subordinadas al interés del primero que a beneficio del modelo dependiente nos coarta empujándonos arbitrariamente a ser colonia consumista, enajenando los activos naturales y humanos que yendo a beneficiar a extraños castran al país de cualquier posibilidad del poder y destino propio.

Bien es cierto que la dirigencia de la clase empresarial actual ha vendido su alma al diablo, en el momento en el que le toca ser el resorte del nuevo rumbo del país, al que no sienten más allá de los balances de sus cuentas y las paredes de sus industrias y empresas, lo que le resta ánimos y luz para ver nuestra potencialidades como su empresa, proyectadas en una estrategia de éxitos y beneficios comunes lo que habrá que imponerle por la razón o por la fuerza de la sociedad, quien tiene que hacerlo, sabiendo que para ella es de vida o muerte, que la mayoría, el Estado y el empresariado nos sintonicemos en una misma longitud de onda en nuestra perspectivas de nación, dándole impulso al nuevo ímpetu y a la solidaridad que como nación hemos expresado en Jimaní, poblado remoto en el que la tragedia ocurrida le ha permitido inaugurar el espíritu de la nueva nación que no debemos sofocar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas