La modalidad de ventilar los procesos judiciales en los medios de comunicación ha puesto a rodar por el suelo el principio constitucional de presunción de inocencia, convirtiendo la llamada medida de coerción en una sentencia anticipada que coloca a los acusados entre la espada y la pared.
Los exfuncionarios peledeístas fueron las victimas de ayer de ese circo o espectáculo aplaudido por ese morbo mediático con ganas de sangre y sacrificio, emulando los implacables métodos del imperio romano. ¡Oh ironía del destino, ahora los satanizados son aliados del propio Gobierno!
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Queremos una justicia que no tenga que apelar a la presión mediática para jugar su rol y en el caso de Jochi Gómez Canaán, con esa exagerada e improcedente acusación de terrorismo, no le condene de por vida a pudrirse en una prisión. Por una larga amistad con su padre, Guillermo Gómez, llevo a Jochi colgado en el corazón, si eso es un pecado, entonces soy pecador.
¡Cuánta falta hace el extinto don Radhamés Gómez Pepín!