Continuando la política internacional de consenso, reduciendo al mínimo el disenso de la cuestionable Era Trump, el presidente Joe Biden anunció este 16 de enero la reapertura de relaciones con Cuba, presumiéndose inicio de plataforma posibilite relaciones plenas y anulación de obsoletas sanciones económicas que a nada nunca en ninguna geografía han conducido a nada constructivo.
Las experiencias de resultados originalmente concebidos para doblegar la revolución cubana han demostrado fallidos, porque el proceso revolucionario ha permanecido impertérrito, aunque con los profundos traumas económicos que denota un sistema político carentes de los originales propósitos de plenitud satisfactoria de sus gobernados.
La muestra cumbre fehaciente de lo anterior expuesto es fácil observar en el desplome de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1989, cayó por sí sola ante la tremenda imposibilidad de ofrecer a sus ciudadanos el prometido falso paraíso del comunismo.
En esa coyuntura, Cuba ha podido apenas sobrevivir con la prótesis de la URSS, US$5 millones diarios por 60 años, comprándole azúcar por encima del precio internacional y vendiéndole petróleo inferior al mercado internacional, y luego el comandante Hugo Chávez intercambiando petróleo por médicos y docentes.
El reinicio de las remesas y vuelos de Estados Unidos a La Habana, es promisorio, y La Petit Habana de Miami apoya esa iniciativa atenuante e precariedades de Covid l9 que ha mermado severamente ingresos turísticos, factor económico básico junto a remesas,
La era de confrontación con Cuba solo por practicar su sistema político es un colosal contrasentido que historia y conveniencias rechazan.
Cuba reiniciará este año una revaluación económica trascendente, armonizada por la política de consenso y humanitaria del presidente Barack Obama, continuada corretamente por el presidente Biden.