JOHN F. KENNEDY 
Los motivos para poner su nombre a una avenida ya no están vigentes

JOHN F. KENNEDY <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2006/06/2D7890D8-AC71-4981-AB70-254E17A8F64E.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=255 data-eio-rheight=390><noscript><img
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POR ÁNGELA PEÑA
El entusiasmo con que se propuso, en 1963, que una calle de Santo Domingo llevase el nombre de John F. Kennedy, y el esplendor y la solemnidad con que fue inaugurada, se cuestionan hoy después que el infatigable investigador Bernardo Vega fue descubriendo en archivos oficiales de Washington, negociaciones y actitudes perjudiciales al pueblo dominicano que en determinados momentos de su gestión observó el gobernante. Al margen de ese detalle se critica con insistencia que el ex mandatario extranjero ostente la denominación de la transitada, popular y amplia avenida, existiendo nativos con sobrados méritos para recibir ese homenaje.

El reconocido periodista Guido Féliz, quien sugirió ese tributo, aunque luego se le atribuyó la iniciativa a Luis Amiama Tió, hizo la propuesta tres días después del asesinato de Kennedy movido «por la forma trágica de su muerte». En eso, explica, «no creo que fuera yo la excepción de la humanidad. Durante la administración de Kennedy, un grupo de periodistas dominicanos entre los que estaban Radhamés Gómez Pepín, Virgilio Alcántara, Armando Lora, Rafael Rivas Jerez, Osvaldo Cepeda y un servidor, fuimos invitados a Estados Unidos y se nos concedió la oportunidad y el privilegio de entrevistarnos con el entonces subsecretario  de Estado para Asuntos Latinoamericanos. Estando aún nosotros allí fue derrocado el primer Presidente democráticamente electo en la República Dominicana después de la muerte de Trujillo». Viajaron el 15 de septiembre de 1963.

Señala Guido Féliz que siendo Kennedy candidato a la presidencia de Estados Unidos, por su condición de católico «no gozó de inmediato de la simpatía de la comunidad protestante dominicana, a la cual yo pertenecía», pero, agrega, es un hecho que su asunción al poder suscitó de inmediato gran expectativa en toda nuestra América no sólo en la República Dominicana, debido a la sensibilidad que parecía mostrar hacia los pueblos de la región». Féliz coincide con  Bernardo Vega, también entrevistado por HOY, al comentar la simpatía de que gozaban Kennedy y su primera dama Jackeline Lee Bouvier, sobre todo después de haber sustituido en el cargo al conservador general Eisenhower, quien, según Guido Féliz, «no mostró nunca mucho ni poco interés en Latinoamérica». Kennedy y su esposa, en cambio, realizaron algunos viajes por el Continente.

Bernardo Vega declara: «El gobierno de Kennedy es visto por los historiadores como de gran estilo, muy buena imagen y de poca sustancia en realizaciones. Lo que pasa es que su asesinato, combinado con la aureola que rodeó su gobierno, su esposa muy bella, él a veces acompañado de intelectuales, lo que se llamó el «Periodo de Camelot», que era un gobierno de excelentes relaciones públicas y su famoso discurso de toma de posesión, fueron una cosa extraordinaria.  Imagino que hay muchas calles en el mundo con el nombre de Kennedy, precisamente por eso».

Como Guido Féliz, Vega destaca el programa de la Alianza para el Progreso que, a su juicio, «era una réplica de la revolución cubana, con sus implicaciones sociales. Era la primera vez, agrega Bernardo, que un gobierno americano sugería reformas agrarias y tributarias que gravasen a los ricos, fue el gobierno más liberal en términos de su actitud hacia América Latina, como fue su defensa de los grandes demócratas, como Rómulo Betancourt, José Figueres y el mismo Luis Muñoz Marín».

Bastante cuestionable

Pero en el caso específico de la República Dominicana, el papel que jugó el Presidente Kennedy es bastante cuestionable, manifiesta Bernardo Vega, el único historiador dominicano que ha estudiado a profundidad la administración Kennedy y su impacto en el país, reflejado en tres libros: «Kennedy y los Trujillo», «Los Estados Unidos y Trujillo, los días finales» y «Los Kennedy y Bosch».

«Del gobierno de Eisenhower heredó los planes secretos de la CIA de apoyar con armas a los que planeaban matar a Trujillo. Sin embargo, cuando a mediados de abril de 1961 fracasó la invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón, el propio Kennedy dio instrucciones de parar los planes de los héroes del 30 de mayo, ya que no quería más inestabilidad política en el Caribe en ese momento. Pero ya las tres carabinas M-1 habían sido entregadas a Antonio de la Maza y su grupo, con mucha razón, contestó a los norteamericanos que era un asunto de dominicanos y que no tenían que recibir ningunas instrucciones o sugerencias de Washington», relató Vega.

Añadió que después del tiranicidio, la actitud del gobierno de Kennedy fue de apoyar tanto a Balaguer como a Ramfis, ya que consideraba que la oposición, encabezada por la Unión Cívica Nacional y el 14 de Junio, era demasiado débil e inexperta y podía caer rápidamente bajo la influencia de los comunistas. Ramfis envió sus emisarios a Washington y estos estuvieron en Ciudad Trujillo. Fue tan solo gracias a las manifestaciones públicas de la oposición y del viaje de John Bartlow Martín a la República Dominicana que éste último logró convencer personalmente a Kennedy de que la solución era salir de los servicios de inteligencia, de Héctor y Petán Trujillo y de lograr que Ramfis entregara los ingenios y otras empresas estatales a un fideicomiso que sería manejado por una fundación.

Para Kennedy y su gobierno, según Bernardo Vega, «Balaguer debía quedarse por lo menos hasta mediados de 1962 y, en cuanto a Ramfis, su papel quedó indefinido por Washington. Mientras tanto, Kennedy, seguía oyendo a Porfirio Rubirosa, el antiguo amigo de Ramfis, quien cabildeaba a favor de su compañero de juego de polo, y el padre del presidente Kennedy oía las palabras favorables a Ramfis Trujillo y a Balaguer por parte de Igor Cassini, hermano del que le hacía los vestidos a Jackeline Kennedy. Si Ramfis hubiese cumplido con lo que negoció con el representante de Kennedy, George McGhee, hubiera podido quedarse en el país indefinidamente, con el apoyo norteamericano. Su decisión intempestiva de no vender los ingenios al precio acordado con el representante de Kennedy y de autorizar el retorno de sus tíos, y sobre todo, su decisión de abandonar el país, fue lo que rompió con los planes norteamericanos sobre su permanencia entre nosotros. Una vez desaparecido Ramfis el gobierno de Kennedy actuó inteligentemente al colocar la flota a la vista del Malecón para intimidar a los dos hermanos de Trujillo para que abandonasen el país y así evitar una gran matanza».

El gobierno de Kennedy, agrega, «luego negoció con Balaguer su estadía en el poder por lo menos hasta febrero de 1962 pero el pueblo dominicano, a través de la Unión Cívica Nacional y el 14 de Junio, realizó una huelga de trece días pidiendo la salida de Balaguer y eso convenció a los norteamericanos de que el país se estaba radicalizando  y eso fortalecería a la extrema izquierda. Entonces Kennedy envió una carta privada a Balaguer pidiéndole que abandonase el poder, lo que hizo a regañadientes aunque luego a principios de enero trató de dar un contragolpe, lo que provocó la ira de Washington al considerar que Balaguer los había tratado de engañar».

Señala Bernardo Vega que en términos generales, el gobierno de Kennedy apoyó mucho al Consejo de Estado y auspició las primeras elecciones libres del país en treinta y siete años, las cuales ganó Bosch. «Los Kennedy apoyaron el gobierno de Bosch y luego que éste fue derrocado no reconocieron al gobierno sucesor, el Triunvirato. Sería el gobierno de Johnson el que daría ese reconocimiento».

Concluye el prolífico historiador: «La política de Kennedy hacia nuestro país entre mayo y diciembre de 1961 estuvo resumida en su frase: «Queremos un régimen democrático en la República Dominicana y, a falta de eso, preferimos una dictadura amistosa, pues lo último que queremos es un régimen tipo Castro». Quiere decir, comenta, que prefería a Viriato Fiallo o a Juan Bosch, pero si la alternativa era una segunda Cuba, prefería a Ramfis con Balaguer

La calle

El 23 de marzo de 1964 se inauguró la avenida de cuatro vías que el Ayuntamiento del Distrito Nacional designó «Presidente Kennedy». El sitio donde se levantó la tribuna así como los alrededores lucieron profusamente adornados con banderas dominicanas y norteamericanas. Antonio Frías Gálvez, presidente del Cabildo pronunció el discurso inaugural ponderando al homenajeado. Estuvieron presentes, además, los secretarios de Estado Víctor Elby Viñas Román, de las Fuerzas Armadas; Alcibíades Espinosa, de Salud;: Luis A. Álvarez Pereyra, de Agricultura, el síndico Tancredo Aybar Castellanos,  así como comisiones de la SIP y de la embajada norteamericana.

En cuanto a la denominación de la calle opina Bernardo Vega que «los dominicanos nos subestimamos a nosotros mismos para enfatizar a personalidades internacionales, lo que explica porque Winston Churchill tiene una de las principales avenidas del país cuando probablemente ni siquiera sabía donde estaba la República Dominicana. Su gobierno nunca tuvo nada que ver con nosotros, y haber colocado Kennedy a esa avenida refleja también esa actitud cuando hay tantos dominicanos a quienes reconocer». Guido Féliz, por su lado, observa: «Ciertamente, Kennedy no hizo nada  notable a favor de la República  por lo cual mereciera que se le honrara de esa manera». La avenida Kennedy nace al final del Expreso Quinto Centenario y termina en la avenida Luperón.

John Fitzgerald Kennedy nació el 29 de mayo de 1917 en Brookline, Massachusetts, hijo de Joseph Patrik Kennedy  y Rose Fitzgerald. Procreó con Jackeline  cuatro hijos: Arabella (no llegó a nacer, 1956), Carolina, John F. Kennedy Jr. (1960-1999) y Patrick, que nació y murió en agosto de 1963. De profesión político, de tendencia Demócrata, fue asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963.

Escribió «Perfiles» que ganó el Premio Pulitzer en Historia.  Millones observaron sus debates televisivos con Richard  Nixon, cuando fue candidato a la presidencia, ganando con estrecho margen de voto, comprometiéndose a ser el primer presidente católico romano. En su discurso inaugural pronunció la frase memorable: «Pregúntense no lo que su país puede hacer por ustedes, pregúntense lo que ustedes pueden hacer por su país».

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