John Fitzgerald Kennedy

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LEO BEATO
El 22 de noviembre se cumplen 44 años del asesinato del Presidente John F. Kennedy, JFK, el 35mo. presidente de los Estados Unidos. Hace apenas dos semanas en una corte federal de Washington, D.C. los abogados de la CIA rehusaron entregar los documentos depositados en sus oficinas acerca del asesinato de JFK invocando la «seguridad nacional».

¿Cuál es el misterio? ¿Cuál es la razón? A estas alturas del juego este tipo de actitud defensiva indica que hay algo muy tenebroso y muy escondido que aún se está tratando de ocultar. De acuerdo con la ley de «Libertad de la Información» (FOIA, por sus siglas en inglés) hace tiempo que estos archivos debieran de haber sido entregados al pueblo norteamericano.

Además de esto, el 30 de septiembre del 1998 estos mismos abogados de la CIA firmaron un documento comprometiéndose a entregar estos archivos y ahora se niegan a ponerlos a disposición de los Archivos Nacionales de la Nación aduciendo que no están obligados a entregarlos y situándose por encima de la ley. Es como si la CIA formara parte de un gobierno paralelo. Uno de los abogados declaró que por ley todo lo concerniente al asesinato de JFK debe esperar hasta el año 2017, tal como indican las ordenanzas (refiriéndose a la Orden Ejecutiva firmada por el sucesor de JFK y probablemente también implicado en los hechos y en su encubrimiento). Cuando sean entregados, juzgando por otros documentos entregados siguiendo la ley de la Libertad de la Información, las mutilaciones, borraduras e inconsistencias de los mismos estarán a la orden del día. La pregunta de los once mil millones de euros (porque ya el dólar no vale ni el papel en que está impreso) es la siguiente: ¿Por qué tanto misterio? Todos sabemos que la declaración oficial sobre el asesinato de JFK y su subsiguiente encubrimiento fue un intento de tergiversar los hechos tal como sucedieron en realidad (lo mismo se hizo con el desmoronamiento controlado de Las Torres Gemelas de New York y con muchos otros hechos siniestros como el asesinato de su hermano Robert Kennedy casi concomitantemente con el de Martin Luther King. Se designaron comisiones que, en lugar de esclarecer las tragedias, lo que han hecho es ocultar oficialmente la verdad de lo que sucedió. Existe la gran necesidad de saber lo que pasó, tal como nos dice Jesucristo en el Nuevo Testamento, «La verdad os hará libres».

En el caso de la CIA lo que se ha solicitado específicamente son los récords de uno de sus agentes fallecidos, George Joanides, quien era el director del departamento de la «Guerra Sicológica en las oficinas de Miami antes, durante y después del asesinato de JFK y quien estuvo indirectamente ligado a los hechos. La CIA se ha negado rotundamente a entregar esos documentos. Joanides estuvo íntimamente ligado con el Directorio de Estudiantes Cubanos que recibía fondos de la CIA para, entre otras cosas, planificar atentados contra Fidel Castro. Ese directorio tenía otra oficina en Dallas, Texas, con la cual Lee Harvey Oswald y Jack Ruby estuvieron también ligados. Cuando Jefferson Morley, del Huffington Post, solicitó los récords los abogados de la CIA invocaron la «seguridad nacional» que en lenguaje del Derecho Canónico Romano equivale a invocar la autoridad papal. El juez federal John Tunhein, sin embargo, ordenó a los abogados de la CIA a que entregaran los documentos pero éstos aún no lo han hecho. Una «Carta Abierta» firmada por 22 prominentes escritores norteamericanos, incluyendo a Norman Mailler, fue dirigida a la CIA instando a que entregue todos los documentos que pudieran haber implicado a George Joanides con el asesinato de John F. Kennedy. Todavía están esperando la respuesta. Para un buen entendedor sobran las palabras. No olvidemos que, después del fiasco de la Bahía de Cochinos, enteramente planificada por la CIA, Kennedy destituyó a las figuras principales y juró deshacerse de esa agencia para siempre. De hecho, una de las figuras que luego aparecieron en la Comisión Warren, que supuestamente investigó el asesinato, fue Allen Dulles, el director de la CIA en el momento de Bahía de Cochinos y a quien JFK había aparatosamente destituido. La muerte de este último pudo muy bien haber sido un triunfo para Allen. Además de esto Kennedy había ordenado al Departamento del Tesoro la creación de dólares sin tener que pagarle intereses a nadie (deshaciéndose de la Reserva Federal, la cual consiste en realidad en once bancos privados a quienes el Estado tiene que pagarle intereses y éstos (los intereses) son decretados precisamente por esos bancos privados que fungen como un Banco Central). De hecho, ya JFK había mandado a imprimir 400 billones de dólares a través del Congreso (que es el único que por la Constitución puede «imprimir» papel moneda) sin intereses, basándolos en las reservas de plata de la nación como antes había hecho Abraham Lincoln en el 1861 con los llamados «green backs» para costear la Guerra Civil. A ambos, entre otros factores, este tipo de decisiones les costó la vida. Además, en el caso de JFK ya había ordenado el retiro paulatino de las fuerzas estadounidenses de Vietnam. Lo primero que hizo su sucesor fue hacer todo lo contrario: retirar todos los dólares sin intereses que fluían en el mercado y aumentar exponencialmente la cantidad de soldados en Indochina. En el proceso de estas dos acciones el hombre se convirtió en multi billonario. En otras palabras, que John Fitzgerald Kennedy fue alevosamente eliminado y que algún día no muy lejano se sabrá toda la verdad cuando los que la sabemos estemos aún vivitos y coleando sin habernos muerto de Alzheimer ni de un «accidente» tal como les ha sucedido a otros que también la sabían. Continuaremos.

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