Johnny Ventura: duele decir adiós

Johnny Ventura: duele decir adiós

El fallecimiento de Johnny Ventura, nombre inseparable del merengue, género musical que identifica a la República Dominicana, impacta dolorosamente a un pueblo que ha admirado y disfrutado de sus interpretaciones y seguía su carrera que parecía interminable, sintiendo su canto y el sonido de los instrumentos que le secundaban como genuinas expresiones del arte popular.

Retratos sonoros, idiosincrásicos, de seres y situaciones muy propios de esta tierra. Un anecdotario en descripción de vivencias criollas que queda en los acetatos y modernas memorias electrónicas para la posteridad, bajo firma del «Caballo Mayor». Así ha sido este pueblo en su aspecto llano, espontáneo, emotivo y fiestero que usaba el humor lo mismo para reír que para sobrellevar pesares.

Un inmortal (aunque parecería que murió ayer) que ha hecho sonreír con picardía y a través del tiempo a todo el que le tocara escuchar aquello que discográficamente gritara Johnny una vez: «¡Vecina, llegó el cuabero! Que con una de las festivas piezas que le caracterizaban dictó su última voluntad de que lo enterraran «parao», sin lágrimas y sin velas, en anuncio de que seguiría bailando hasta la eternidad la música que brindó para hacer felices a millones de sus compatriotas.

Descanse en paz. ¡Su muerte es un tabaco fuerte pero hay que fumarlo! Condolencias a sus seres queridos y a todos los que junto a él rindieron tributo al merengue.

Nuestros niños cargan pesado

Los niños dominicanos escapan felizmente, y en casi todos los casos, a los daños a la salud que provienen de las infecciones del virus SARS-CoV-2 pero no a los descalabros económicos, sociales y asistenciales que la pandemia ha desencadenado. Con decir que el aumento de la mortalidad materna, asociada a la disminución de atenciones a embarazadas por la crisis hospitalaria, es agresión a la niñez desde antes de nacer.

La desactivación de inoculaciones preventivas porque el sistema sanitario no da abasto por el covid, cuesta vidas infantiles en el país.

El desempleo y las defunciones de padres y madres se traducen en desamparo alimentario y en otras terribles repercusiones para tiernas existencias. En muchos sentidos, los derechos de la niñez han retrocedido. Unicef ha dado voz de alarma. Urge ir en su auxilio.

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