Jorge Pineda presenta una exposición deslumbrante

Jorge Pineda presenta una exposición deslumbrante

Luego de visitar la exposición de Jorge Pineda en el Museo de Arte Moderno, una alta personalidad de nuestro mundo cultural exclamó: “¡Magnífica! Va a ser la mejor exposición del año… y tal vez de muchos años.” No son pocos los que, deslumbrados por la generosidad y la excelencia de la muestra, comparten esa opinión entusiasta. Este conjunto excepcional, que corresponde a un período creativo de aproximadamente 15 años, llegó del Instituto Valenciano de Arte Moderno… al Museo de Arte Moderno nuestro –que mantiene lazos privilegiados con el primero.

Sin duda alguna, el artista –cuyos dotes incluyen puntualmente las funciones de teatrista, curador y jurado– asciende rápidamente en la escena internacional, y gracias a sus éxitos, el arte dominicano alcanzará una proyección de mercado, de museos y de prensa especializada.

La exposición. “After All, Tomorrow is Another Day”, así se titula, enigmáticamente, la exposición retrospectiva y antológica de Jorge Pineda. Enigma de otro idioma, provocación, ironía, mensaje subliminal, ciertamente invita a la interpretación, y ese nombre / frase, insólito, más sencillamente introduce una sucesión espectacular de más de veinte obras, entre murales, polípticos, instalaciones, esculturas, “collages”, dibujos y cualquier otro medio fabuloso que se le ocurrió a un creador ¡tan imprevisible como lógico, tan efervescente como meticuloso!

Brotan las ideas y la inventiva, se extrema el rigor del oficio, funciona óptimamente una demostración estética totalizante, técnicamente perfecta. A ello nos acostumbró el artista desde sus comienzos, que aquí él no nos presenta, ya que optó por su producción de las dos últimas décadas.

En una exposición que ocupa la inmensa segunda planta –completa– del MAM, Pineda suscita y mantiene el interés de un público hipnótico que se promete volver… y (re) descubrir lo que ya conoce! Se trata de un desafío cabalmente asumido a pesar del trazado laberíntico del museo, y también es un campo –más– de experimentación. Veríamos aun la propuesta de una reflexión acerca de la estructura expositiva, obviamente difícil y muy (pre)meditada, sin la menor escenografía… Solamente las piezas expuestas, que cuentan visualmente aventuras y desventuras.

Nos sorprende gratamente la exacta proporción de los espacios intervenidos –horizontales, verticales, delanteros o posteriores– y de las obras, muy diferentes, desde aquellas de vastas dimensiones como el parque de confettis, las encantadoras matas y flores de cartón, los murales de muñecas “en venta” o de rostros bipolares, máscaras e inscripciones “anti-ortográficas”, hasta formatos pequeños como la escultura estremecedora de la niña preñada o los dibujos que guiñan un ojo a Duchamp, Beuys, y otros pre-contemporáneos. Este despliegue apasionante –cuando a menudo una retrospectiva puede aturdir o aburrir– se convierte en el guión testimonial de una creación viva, reinventando sus propios personajes… y en una gigantesca obra maestra. ¿Habrá sido Jorge su propio curador, lo habrá acompañado en esta selección Sara Hermann u otro experto de su obra?

El compromiso ineludible. Cada obra sumerge al contemplador en una emoción, a la vez íntima, personal y colectiva. Nos sentimos perplejos e implicados ante tanta fuerza, indignación y sabiduría, manifestadas por el artista en su denuncia del mundo actual, que incluye en primer lugar la sociedad dominicana y lo que, tranquila, esa vive diariamente… Jorge siempre ha puesto en evidencia los atentados cometidos en contra de la integridad física y moral de la juventud, de los adolescentes y las niñas particularmente, ahora desde el ámbito y período escolar, aprovechando ignorancia e indefensión.

Nadie podrá olvidar aquella instalación de violencia silente y sutil que simplemente exhibe uniformes impecables… para escolares embarazadas, vistiendo a una de ellas, maniquí impresionante. Un letrero invita al contemplador a una participación activa: “Si usted lo desea, elija un modelo y cambie la niña”. Suponemos que nadie se atreverá, pero está dicho, y, conceptualmente, es una de las obras más culpabilizantes. El elemento lúdico y el humor, tan impactantes en Jorge, ceden aquí ante un llamado a la conciencia.

Ahora bien, otras instalaciones, (relativamente) más ligeras, solicitan que penetremos en la obra y hasta la modifiquemos, rastrillando la metáfora de jardín –¡varios rastrillos están disponibles!– o, en una increíble cámara mortuoria, escribiendo en el muro con tizas… los huesos dorados del esqueleto destrozado. Se sigue cuestionando la vida, la muerte, la destrucción de todas las naturalezas –a falta de grama, habrá los confettis de la fiesta asesina– … ¿Si hay esperanza, es tal vez por el poder del arte, cuando Jorge Pineda estigmatiza, firme y magistralmente, los males infligidos a los inocentes? Esa ilusión no la comparten aquellos personajes arrinconados, de cara a la pared, anónimos y rebeldes, castigados y castigadores, una de las firmas del artista que volvemos a mirar y leer discrecionalmente. Cuando mencionamos el hecho de reconocer muchas de las obras –no todas–, es que los “fanes” de Jorge Pineda ya las vieron en el contexto de otras exposiciones y concurso, pero su nueva ubicación y enfoque global permite redescubrirlas, dándoles una crecida relevancia con la suerte de poder apreciarlas juntas. Además, el artista ha colocado, junto a cada pieza, una ficha explicativa a leer después: primero basta gozar la poesía, el esmero, la magia… según los sentimos, y luego compartir el diálogo!

Jorge Pineda ha trabajado enormemente para pensar, reunir y montar esta exposición singular, a la vez extremadamente diversa y coherente en sus propuestas. Parafraseando el título, “Después de todo, mañana es otro día” que aprovechemos para volver al Museo.

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