Jorge Pineda, una muestra maestra…

Jorge Pineda, una muestra maestra…

Marianne de Tolentino

Cada exposición de Jorge Pineda es espectacular y única. Hubiéramos podido pensar que la individual, presentada en el Museo de Arte Moderno, de título extraño, “After all, tomorrow is another day”, no podía igualarse en sorpresas, fuerza y extensión.
Ciertamente, la que Jorge presenta en el Centro Cultural de España es más modesta en tamaño, enseñando un año de trabajo –¡apenas se puede creer!–, pero su contundencia nuevamente es impresionante, en calidad, fluidez e impacto. Y ello empieza por su título, casi sibilino, que tuvimos que leer dos veces, “Placebos”.
El placebo –¡y la Real Academia lo confirma!– es un producto sin valor terapéutico… no obstante, tiene efectos curativos innegables, actuando desde la psiquis de quien cree en su poder.
Es un nombre enigmático para una muestra de tanto nivel, cuyo contenido y valor son incuestionables, y su potencial estético absoluto. Sabemos que Jorge Pineda atribuye importancia a los títulos…
Los dibujos. Ahora bien, a este asombro semántico sucedería tal vez una explicación conceptual después que veamos y disfrutemos la secuencia de dibujos y personajes, animando los muros de la gran nave del Centro.
Aquí, cada protagonista, a su manera, actúa, se obstina, resiste ante las condiciones personales y colectivas: ese “placebo” conductual le permite (sobre)vivir. Al menos, será interpretación nuestra, pues, lo reafirmamos, no hay obra a la vez más abierta –aunque dirigida– que la de Jorge Pineda.
El artista no solamente inventa formas de un dinamismo y una perfección anatómica insuperables, sino que les agrega una dimensión ideológica, orientada a la vez hacia lo íntimo y lo social. Hoy, sus jóvenes héroes y/o antihéroes se ufanan, se exhiben, se contorsionan, se desplazan, se enmascaran (de garabatos como de jardín o de osario), se defienden, dispuestos a confrontar la adversidad. No falta la preocupación por la niñez, y el infante escondido debajo del chaleco protector con sus zapaticos bicolores es una joya de ternura.
¿Quiénes son esos personajes? Están totalmente cubiertos de pies a cabeza, sus manos guantadas y su capucha implacable… Anónimos pues, sí y adrede, pero al mismo tiempo identifican a todos los adolescentes que luchan como pueden ante un porvenir incierto y los peligros de la degradación mundial.
El dibujo, absolutamente puro en su definición, plantea estos cuadros de Jorge Pineda, en un nivel de excepción. Nadie puede ignorar esas imágenes, situadas entre un realismo perfecto y un surrealismo crítico muy personal. Si despliegan como siempre seguridad y claridad, ahora se engalanan de la preciosidad del pan de oro y de plata, luego del canto del color, añadiendo una verdadera turbulencia pictórica organizada, que nos ha sorprendido y encantado.
Jorge Pineda trabajaba más en blanco y negro, agregando ocasionalmente realces de color, el rojo esencialmente, dominaba la gama de los grises, modulaba figuras, minuciosamente descritas, en una técnica casi neo-clásica ¡Hoy, él se revela también un colorista audaz, en yuxtaposiciones insólitas y deleitables! En suma, la combinación de pericia, potencia y refinamiento, empuja la realidad más allá de la realidad…
No dejemos de mencionar la enorme circunferencia, esfera y/o globo oscuro, que, cerca del techo, parece “dominar” el despliegue de los dibujos, a la vez aura sobrenatural y realización natural con componentes orgánicos. Otro motivo para la reflexión…
Las instalaciones. Jorge Pineda goza haciendo instalaciones, como si fuera la creación de mundos paralelos. Arquitecto de formación, el artista sabe construir exactamente sus obras tridimensionales, según el lugar que le ha sido atribuido, una virtud poco frecuente, ¡y él no se repite jamás! Así, la segunda sala de exposiciones alberga cuatro piezas, distintas todas, en materiales, dimensiones, formas, volúmenes. Mucho más que un complemento, este conjunto significa la otra parte de la exposición: metafórica o directamente, da seguimiento a sus advertencias y su compromiso.
Indudablemente, desde que entramos, nos sobrecoge un rostro de formato heroico … Habrán reconocido o no a Ana Mendieta, la gran artista cubana, que murió, a destiempo, en una caída –todavía misterio no aclarado– desde el piso 34 en Nueva York.
Este retrato dramático, en distintos tonos de rojo –Jorge Pineda lo ejecutó con pintalabios–, titulado “Paredón”, es tan fascinante como inquietante. Parece escrutarnos, tranquila pero profundamente. Su tratamiento y técnica subvierte la tradición, debemos recorrer esa fisionomía por fragmentos, admirando tonalidades y factura, finalmente apartarnos viéndolo en su totalidad…
Después, la emoción cede ante el juego, si comparamos las otras instalaciones con esta primera obra. Jorge Pineda se vuelve ceramista con los dos pares de zapatos, grandes y pequeños, de la “Ciguapa”. El artista, teórico también, se hace literato copiando la frase de James Baldwin sobre “el fin de la inocencia”. De repente levantamos la cabeza, y él es entomólogo con su panal de celdillas brillantes, hincado en una viga. Finalmente, actúa de jardinero con aquel conjunto de plantas vivas… cuyo verde devuelve la esperanza cuestionada.
El visitante sale feliz, habiendo comprobado a través de Jorge Pineda, que el arte contemporáneo –sin la menor complacencia– puede ser rico y armonioso, atrevido y accesible a todos, dirigiéndonos un mensaje tanto más eficaz que la estética exalta esmero y belleza. Jorge Pineda merece su éxito internacional: ¡que siga adelante!

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