José Andrés Aybar Sánchez, más allá del salón
de clase

José Andrés Aybar Sánchez, más allá del salón <BR>de clase

Por: Renania Reyna
Fotografías: Iluminada Paulino
A sus 69 años, confiesa con toda honestidad, que no sabe como definirse. Muchas personas que lo conocen aseguran que detrás de un temperamento fuerte y muy exigente consigo mismo y los demás, se esconde un noble corazón que no deja escapar la más mínima oportunidad para hacer el bien a los que le rodean.

Altivo, alegre, simpático y afable, son cualidades que resaltan en este petromacorisano, en apenas unas horas de conversación. Con una gracia encantadora, pero sincero por demás, amante de las cosas bien hechas y de la educación, a la cual incursionó hace 39 años y aún no ha podido escapar, son algunas de las virtudes que hacen de José Andrés Aybar Sánchez un ser muy querido, respetado y admirado por sus familiares, amigos y compañeros de trabajo.

En el 1960, obtuvo el título de Doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD); además de Notario Público en 1961; estudió Ciencias Políticas en el Instituto de Educación Política de San José de Costa Rica, y es egresado de la Maestría en Administración Publica, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en Santo Domingo, pero el magisterio no lo eligió como carrera a pesar de ser hoy en día su norte y sur.

Al preguntarle cómo sucedió, revela que “no elegí la educación, me indujeron a ella. Había una persona amiga de la familia, el doctor René Puig Beng, esposo de mi primera suegra, que vivía todos los días diciéndome que yo no podía quedarme con tantos conocimientos sin transmitirlos; hasta que de tanto insistir me hizo ir a la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), a dar clase. Ahí comencé. Me picó el avispón y hasta el día de hoy”.

Considera que lo que más hace falta a la educación en la actualidad es disciplina, tanto en el estudiantado como en el profesorado, además del deseo de enseñar.

“Recuerdo que mis profesores daban su horario completo y tenían permanentemente una vocación de enseñanza, y eso es lo que más hace falta”, dice con nostalgia.

De su experiencia como maestro, manifiesta que  “me siento  muy satisfecho. He hecho de todo en el campo de la enseñanza; quizás podría decir sin temor a equivocarme que soy el precursor de lo que ahora se conoce como educación continuada, ya que en el año 1968 tenía el Centro de Desarrollo Empresarial. Para aquel entonces se llamaban curso de refrescamiento, y es lo mismo que se da ahora para actualizarce en diferentes áreas del saber”.

Agrega que en el 1966 crea la Escuela de Administración de la UNPHU, por sugerencia de Puig Beng, y el apoyo muy decido del ingeniero y arquitecto José Antonio Caro Alvarez, para entonces rector de la entidad. “Desde ahí comencé y hasta hoy no he parado”.

Aybar Sánchez es presidente-fundador de la Universidad del Caribe (UNICARIBE), la cual cumplió recientemente diez años de educación ininterrumpida, definiendo su experiencia al frente de ella como muy satisfactoria.

“Hemos logrado un hito, no la meta, porque nos queda mucho por avanzar para poder llegar a ella. Pero una institución de educación superior que tiene diez años, ha cumplido una gran labor, porque realmente el proceso de desarrollo de una universidad es un progreso difícil, doloroso y muy duro, y nosotros estamos dando pasos firmes hacia la consolidación de lo que somos”, explica.

Respecto a las metas frente al centro de estudios, revela que se proponen mejorar grandemente todo lo que es la educación, ya que UNICARIBE ha creado un sistema nuevo que es el semipresencial, por lo que recientemente han firmado varios acuerdos con instituciones internacionales, con el objetivo de preparar lo que es la Universidad al virtualismo e implementar nuevos sistemas para el desarrollo de la misma.

Aunque ya existían otros centros de estudios en el país con la metodología de educación semipresencial, afirma que “alguien lo había hecho mucho antes, pero no con nuestro modelo, porque éste se basa en el servicio permanente al estudiante, donde ellos pueden inscribirse cuando quieran y comenzar el día y la hora que puedan, y siempre encontrarán servicio, ya que somos únicos con esta cultura. No cerramos nuestras ventanillas por ser la hora de irnos, sino por el hecho de que no hay más personas en turno”.

Su trabajo a tiempo completo no ha sido una excusa para disfrutar del privilegio de ser padre, ya que procreó tres hijos: Ariadna Francesca, José Alejandro y José Antonio, quienes hoy, junto a sus nietos, define como su mayor satisfacción.

Al preguntarle cómo se define, por un momento se queda en silencio, respira profundo y narra: “satisfecho por lo que he hecho. Creo que en la vida he logrado todo lo que una persona puede aspirar. Me queda mucho por hacer y espero poderlo lograr, pero definirme…. no sabría como hacerlo”.

De su relación con Dios, revela que “es permanentemente, y le doy gracias por todo lo que me pasa, lo bueno y lo malo, porque las cosas malas me ayudan a ser mejor y levantarme. Le agradezco, no sólo por las buenas que me hacen los amigos, sino también por las malas de los adversarios, porque me impulsan superarme”.

Aunque nació un 31 de agosto, en San Pedro de Macorís, y allí realizó sus primeros estudios, sus padres, José Andrés Aybar Castellanos y Ana Josefa Sánchez de Aybar, eran capitaleños, por lo que su amor por cada rincón del país se extendía cada vez más.

Explica que “a mí me gusta el país entero y lo disfruto; además, no creo que haya ningún sitio que tenga más y tan hermosos lugares como la República Dominicana, porque cada una de sus partes tiene sus encantos. Si sube por las costas de Barahona, no hay playas ni colores más bonitos de mar que los de Paraíso y Enriquillo”.

Continúa entusiasmado, “entonces, se va a Monte Cristi, que queda en el otro extremo, y encuentras las playas, los manglares; llegas a  Boca Chica, que es única en el mundo, y se encuentra con La Matica, pero vas a Miches, Jarabacoa y Constanza, y es una belleza sin igual”.

Ante tanta experiencia, la sabiduría del conocimiento y los años vividos, no podíamos dejar escapar la oportunidad de pedirle un consejo a los jóvenes en un mundo tan cambiante y una sociedad donde a veces por más que brille el sol, parece que todo pierde el rumbo, a lo que gustosamente, luego de reflexionar, responde con toda seguridad, “que se preparen, estudien y que trabajen. Que tengan la cabeza clara y diáfana para no caer en las tentaciones de esta época”.

Luego de moverlo de lugar una y otra vez, de ser sorprendido en esos momentos de intimidad familiar por el flash de En Sociedad, y aunque en todo momento fue gentil y amistoso, es muy obvio que no busca la fama ni los reconocimientos y, mucho menos, dar la impresión de lo que no es.

A la hora de despedirnos y preguntarle si algo se nos escapaba, simplemente reafirmó esta sutil impresión al puntualizar que “quisiera que Dios me ayudara para poder terminar lo que he iniciado, la vida; el mejoramiento de mis conciudadanos, el servicio que les doy a los dominicanos a través de la educación y la Universidad”.

Para concluir, asegura que le gustaría que sus hijos le recuerden en un mañana como un hombre serio, como él recuerda a su papá, de quien no hay que esconder nada, ni arrepentirse.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas