José Antonio Keller Viccini, un ser humano de fe
que nació para enseñar

José Antonio Keller Viccini, un ser humano de fe <BR>que nació para enseñar

POR MARÍA MERCEDES
Sus ojos verdes regalan una paz inmensa. En ellos se expresa la bondad de un ser humano que nació con un propósito muy especifico en la vida: transmitir sus enseñanzas a los demás. Por eso, la mayor parte de sus años de vida – 84 en total- los pasó en las aulas impartiendo docencia.

Se trata de José Antonio Keller Viccini, una persona tan noble y alegre como el sol que nos irradia con sus candentes rayos, y tan dominicano como nuestra bandera.

El profesor Keller, como cariñosamente le dicen, siente gran orgullo al decir que dedicó 50 años de su vida al magisterio, 30 de ellos educando niños y adolescentes en el Colegio De La Salle.

En poco menos de un año, era la segunda vez que yo tenía la dicha de estrechar sus manos para devolverle el afectuoso saludo que me dispensaba.

Y es que en su breve visita a Santo Domingo, ya que desde hace 11 años reside en Nueva Jersey, Estados Unidos, logramos que nos dedicara unas horas de su apretada agenda para sostener una amena conversación en su residencia de la calle Arzobispo Portes en la Zona Colonial, donde vivió 73 años, «eso se lo debo a la familia Vicini, y a mis parientes que me dejaron vivir en ella de manera gratuita».

Un detalle que de inmadiato impresiona es que a pesar de su edad, tiene una fortaleza física que nos recuerda la grandeza del Señor. A esta inquietud respondió: «La ventaja que he tenido con relación a los años es que mi cuerpo ha envejecido, pero mi mente ha florecido más, por eso, tengo la mente de un muchachon enamoradizo y alegre».

Allá, en esa humilde casa de madera, sentado cómodamente en su mecedora nos confesó su certeza de que nació para enseñar, y le dio riendas sueltas a su vocación a los 17 años, cuando en 1940, empezó a ejercer el magisterio en el Colegio De La Salle, mientras recibía clases en el Liceo Oficial.

Recuerda que en la primaria impartía todas las asignaturas y en la intermedia igual, en bachillerato enseñó Historia de la Cultura y Literatura. Gracias a su disciplina y deseo de superación su preparación iba de manera paralela a sus estudios, hasta graduarse en la Universidad de Santo Domingo en 1958, de licenciado en Filosofía y Letras.

«Toda mi vida ha sido un magisterio». Es por esta razón afirma que para él, la experiencia de impartir clases a jóvenes, algunos de los que eran sus contemporáneos en edad fue muy enriquecedor. «Mi deseo siempre fue enseñar, y aún anciano todo lo que tengo, lo quiero dar a la juventud para que puedan apreciar lo grande y noble de la patria dominicana».

Pero, no solo ejerció el magisterio en el Colegio De La Salle, sino que durante largo tiempo fue decano del cuerpo profesoral, y además el único dominicano seglar que ha ejercido las funciones de perfecto de disciplina entre 1969 y 1970, período en el que tuvo a su cargo más de 800 estudiantes. «Siempre tuve el apoyo de sus padres, de los Hermanos de la Salle y de mi familia, para que mi magisterio fuera productivo, algo noble y bello».

En el Colegio de la Salle siempre estuvo estrictamente apegado a la disciplina y a la formación autentica del individuo en el aspecto cultural. «Los Hermanos De La Salle me formaron. Lo que soy hoy se lo agradezco a ellos».

Sobre la educación dominicana expresó que por estar fuera de las aulas no puede apreciar con justicia los cambios. «Lo malo está en que penetre en las aulas la inmoralidad, las drogas, pero me voy a la Biblia que dice: el tiempo actual será juzgado y por sus frutos le conocéreis».

AMIGOS ENTRAÑABLES

La relación que desde entonces ha mantenido con sus ex alumnos sólo puede ser calificada como excelente. Con una gran sonrisa, nos asegura que de ellos no tuvo quejas, sino bendiciones. Nunca tuvo problemas con los padres, ni cuando fue perfecto de disciplina, porque estableció el diálogo no una dictadura disciplinaria.

«En esa época los chicos hacían travesuras diferentes a las de ahora, pero en su mayoría, quienes pasaron por mis manos fueron respetuosos, estudiosos, verdaderos caballeros. De ellos guardo lo más hermoso que se puede tener de una persona, fueron pequeñuelos, luego adultos, y en cualquier edad fueron muy respetuosos». Sus ojos brillaban de alegría cuando narraba esas anécdotas.

Es tan hermosa esa relación maestro- estudiantes, que en julio del año pasado, el profesor Keller vino al país para estar presente en el encuentro de egresados de la promoción del 1955 del Colegio De La Salle, acto donde sus amigos le entregaron un reconocimiento.

De sus alumnos tuvo grandes héroes como Francisco Caamaño Deñó, Jesús Barreiro, Tunti Cáceres, Antonio Mota Ricart, de éste último recuerda que cuando él se molestaba un poco en la clase le decía: «tranquilo profesor. Él me hacía volver a la tranquilidad».

José Antonio Keller Viccini expresó gratitud a tres personas que lo han ayudado en todo sentido, «y quiero que quede plasmado, aunque a ellos no les va a gustar que lo diga y son los hermanos José Miguel y Roberto Bonetti Guerra y a José Luis Corripio don Pepin».

A LOS 55 AÑOS CONOCIÓ SU PADRE; LE PIDIÓ A J. F. KENNEDY LOCALIZARLO

En la vida de este gran ser humano, Quisqueya ocupa un lugar muy especial en su corazón: es el nombre que identifica el amor por su país. «El deseo más grande que tengo en Estados Unidos, donde resido con mi hija Mercedes es que no se pierda el conocimiento de la raíz histórica y geográfica de República Dominicana. Amo tanto a mi patria y la venero de tal modo, que quisiera que la diáspora inculque en la mente de sus hijos el interés por conocer esta tierra».

Este sentimiento, lo ha llevado en múltiples ocasiones a reflexionar que los alumnos dominicanos en Estados Unidos sabe mucho de cordillera, de los árboles, de los ríos de ese país, pero no sabe del río Yaque Norte y del Sur, el Yuna, Ozama, ni tampoco recuerdan o no le han dicho que la historia dominicana es gloriosa, que fue el punto de la evangelización del continente, y que es 16 veces bendita esta tierra Primada de América».

También piensa que quienes no aman su patria, más le vale no haber nacido nunca, «y me engrandece saber que la mujer dominicana es conocida en América y en otras latitudes como poetiza, escritora, maestra, y sobre todo, como buena madre».

Muy orgulloso, agregó que mujeres nobles y generosas forjaron también la nacionalidad: María Trinidad Sánchez y Juana Saltitopa, la decencia y la moral de este pueblo la representan, las hermanas Mirabal que no dejaron que Trujillo abusara sexualmente de ellas.

Es por estas razones sostiene que la historia dominicana tiene manifestaciones de gloria. La batalla de Palo Hincado, Santomé, de la Estrelleta, fueron episodios que se dieron en busca de la liberatad del país de las tropas haitianas, por eso Juan Pablo Duarte es una figura cimera. A nadie a través de la historia se le puede comparar con él, ni con Francisco del Rosario Sánchez ni con Matías Ramón Mella. «Claro, a través de los años se debe que seguir enseñando lo que es Duarte para nosotros, porque sacrificó vida, salud, en fin todo, hasta morir lejos de su patria en Río Negro, Venezuela».

Nexos con Estados Unidos

El profesor Keller tiene 11 años viviendo en la tierra de su padre, quien perteneció a la Marina de Guerra de Estados Unidos y vino al país como ayudante del almirante Napp en la Primera Intervención Norteamericana de 1916 -1924.

«Yo también invadí su país, pero con el corazón abierto y repartiendo por doquier el recuerdo de la tierra lejana, de la tierra quisqueyana, donde nació la primera poetiza de América, Anacaona, la reina de Jaragua, que en el dialecto taíno significa Flor de Oro».

Ama y respeta a los Estados Unidos porque es el país de su padre, pero su pensamiento está aquí, donde el canto del ruiseñor y del gallo mañanero alegran sus oídos, y donde cada mañana ve reflejado en el cielo la bandera nacional. «Al despertar el día, la aurora muestra esos colores, lo que me emociona mucho».

En Nueva Jersey, Estados Unidos vive con Mercedes- la mayor de sus cuatro hijos-, con voz melancólica expresó «su nacimiento palió el dolor producido por la perdida de mi madre, aunque hace 53 años que murió y aún la recuerdo. Todavía ella sigue vive en mi corazón».

CONMOVEDORA HISTORIA PATERNA

«Yo nací cuando los estadounidenses gobernaban en nombre de su país al nuestro. Nunca he considerado como un acto de maldad aquella invasión, sino que las cosas del momento obligaron a que se diera esa situación, pero no olvido que el Himno Nacional dice en las estrofas 9 y 10: «Compatriotas, mostremos erguida nuestra frente, orgullosos de hoy más; que Quisqueya será destruida pero sierva de nuevo, jamás! Que es santuario de amor cada pecho do la patria se siente vivir; y es su escudo invencible, el derecho; y es su lema: ser libre o morir. Eso demuestra la nobleza y el valor del dominicano».

Su padre, Joseph Anthony Keller lo dejó en el país a la edad de cinco años y regresó a República Dominicana 50 años después, «Yo le pedí al fenecido presidente John F. Kennedy que lo localizara y él tuvo la gentileza de informarme donde estaba y de decirle que me escribiera. En todo ese tiempo no tuve ninguna relación con él, de hecho pensé que había muerto».

¿Cómo fue el reencuentro con él?, «maravilloso. El jefe de la policía dominicana de ese entonces me permitió estar al pie de las escalerillas del avión. Al aterrizar él corrió hacia mi y yo hacia él sin conocernos. La sangre pudo más que nada. Él no se recordaba de mi porque me dejó de cinco años, ni yo de él porque ya era un hombre de más de 70 años. «Ese momento fue emocionante, pero lo que más me conmovió fue que me dijo: José tu no envenenaste a tus hijos contra mi, porque mira como me han recibido con los brazos abiertos».

«Por qué vamos a envenenar, todo lo contrario debemos desintoxicar a todos y hacerles ver un panorama de amor y ternura, porque sólo del corazón de Dios es que emana el verdadero amor. Porque la pasión es pasajera, se enfría, termina, pero el amor de Dios aumenta para fortalecer nuestras vidas».

Narró que a él lo educaron su madre Mercedes Albertina Viccini y su abuela Isabel Viccini viuda Mena, y sus profesoras, las hermanas Cuevas le alfabetizaron. A todas los recuerda con ternura, «fueron dos santas en el total de la palabra, porque me educaron, y me contaron que desde niño yo devoraba las revistas, buscaba libros para llenarme de todo conocimiento».

SOLEMNE PETICIÓN

«Para mi el magisterio y el darme a los demás terminará cuando desaparezca de esta vida mortal. El día en que muera deseo que mis ex alumnos no me dejen en Estado Unidos, sino que me traigan a mi país, y que en mi lapida escriban ´Profesor José Antonio Keller siervo de Jesucristo´, y que me compren un ataúd sencillo de madera sin pulir».

Añadió «también deseo que me pongan una almohadita para descansar la cabeza y unas cuantas gardenias sobre el cuerpo. Nada de corona, ni de ramos de flores, ese dinero se puede invertir donde haya dolor, pena, hambre, desesperación, porque dice el refrán que una lágrima se evapora, una flor se marchita, pero el recuerdo vive porque es obra de Dios. Eso es lo que quiero, todo sencillo, pero en la tierra que me vio nacer».

PERFIL

Familia: Sus padres fueron Mercedes Albertina Viccini y Joseph Anthony Keller.

Estudios: Además de la licenciatura en Filosofía y Letras estudió Teología, lo que lo llevó a ser predicador, pastor Bautista. «Yo predico tanto en la iglesia Católica como en la Bautista, y en cualquiera que me llamen, siempre que lo que se predique sea Jesucristo. Dios es trino y uno: nos crea, nos redime y nos santifica.

«Donde quiera que yo pueda esparcir la semilla del amor lo hago, porque donde hay amor hay paz, tranquilidad, consuelo y sosiego».

A CORAZÓN ABIERTO

Un libro: Los de historia dominicana

Como se define: Desde que nací hasta que muera seguiré siendo un humilde profesor de escuela

Un pintor: siempre ha admirado a Miguel Ángel, autor de la Capilla Sixtina

Un país: «solo me gusta mi tierra quisqueyana»

Una comida: La dominicana

Un color: el morado

Una canción: «Por amor», de Rafael Solano

Una hora: De 11 a 12 de la medianoche porque es cuando se comunica con el Señor

Un consejo: «Que se piense, que se ayude, que se cuide, que ese alimente al pueblo, porque un pueblo que tiene esas necesidades cubiertas no piensa en guerra, piensa en paz, no piensa en odio, piensa en amor»

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