José Antonio Molina y Arturo Sandoval
estremecen Teatro Nacional

José Antonio Molina y Arturo Sandoval<BR>estremecen Teatro Nacional

POR JOSELIN RODRÍGUEZ
El quinto concierto del Festival Musical de Santo Domingo celebrado el miércoles en el Teatro Nacional Eduardo Brito se convirtió en una memorable noche para unificar de manera acertada lo clásico con lo popular, bajo la dirección de José Antonio Molina y con el trompetista cubano Arturo Sandoval, como invitado especial.

Tanto Molina como Sandoval lograron brillar con luz propia en sus respectivos papeles, con los que pusieron a sus pies al público que esa noche se congregó en el Teatro.

Con su estilo enérgico y depurado, Molina se entregó en cuerpo y alma a su misión de dirigir la orquesta durante la hora y media que duró el concierto. Su felicidad fue notoria al término de cada pieza, que bajo su batuta los músicos ejecutaron a la perfección.

El trompetista cubano mostró nuevamente porqué su talento le ha llevado a trabajar con otros artistas de fama internacional. Su virtuosismo quedó una vez más de manifiesto ante una audiencia que en varias ocasiones no resistió ponerse de pies para aclamar con los bravos y los aplausos las dos piezas que brillantemente interpretó.    

A las 8:35 de la noche inició el concierto con “El salón México”, del estadounidense Aaron Copland, quien la consideraba como una especie de “souvenir musical”. La pieza está inspirada en las visitas que el compositor hizo a un salón de baile. Sus vibrantes y alegres melodías muestran las influencias de la música popular mexicana, como es el caso de los mariachis. Con esta interpretación llegaron los primeros aplausos que a lo largo de la presentación retumbaron en el majestuoso escenario.

Con el concierto en Mi bemol mayor, para trompeta y orquesta, Hob Vlle: I, del compositor Joseph Haydn, continúo la velada. Por unos momentos, Molina se alejó del podio para traer al trompetista Arturo Sandoval. Su presencia bastó para que la audiencia le aclamara. Compuesta por encargo del trompetista Anton Weidinger, quien le pidió a Haydn escribir un concierto para trompeta, basándose en un instrumento que acababa de inventar.  La pieza tiene tres movimientos allegro, andante y allegro. No es ejecutada por toda la orquesta. En el escenario sólo permanecieron algunos violinistas, cellistas, trompetistas y músicos de viento, que junto a Sandoval hicieron una vibrante pieza, rica en melodías festivas. La brillantez de esta presentación obligó a que nuevamente el público se pusiera de pies para tributar un sonoro aplauso al maestro.

Tras la pausa, el concierto continúo con la popular obra “La virgen de la Macarena”, de Bautista-Ortiz Calero. Esta fue otra interpretación en la que Sandoval nuevamente se lució. Esta obra, que es frecuente en las corridas de toros, le valió al trompetista cubano los más variados elogios y la admiración de quienes habían ido al Teatro a disfrutar de su virtuosismo. La emoción fue tanta que a pesar de que se había alejado del escenario, los aplausos seguían retumbando, esto lo obligó a retornar y regalarle al público un solo con el que nuevamente fue aclamado.

El final de este concierto estuvo reservado a la pieza “Fantasía Merengue”, de la autoría de Molina, quien la compuso en 1989 por encargo de doña Aída Bonnelly de Díaz para conmemorar los 16 años del Teatro.

De 35 minutos de duración, es una forma hermosa y distinta de celebrar el merengue. Molina mezcló de manera sabia lo clásico de la música con algunas conocidas piezas del popular ritmo de los dominicanos como son los merengues “Algodones”, “Juana Morel” o “El jarro pichao”, que en algunas ocasiones sonaron en su versión original y en otras de una forma más elaborada. También supo unir el contagioso sonido de la güira y la tambora a los demás instrumentos. Al final, Molina salió varias veces al escenario a recibir la ovación.

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