José Antonio Núñez Fernández – Caifás, Herodes, Pilato(s)

José Antonio Núñez Fernández – Caifás, Herodes, Pilato(s)

Caifás, yerno de Anás o Ananías. Este diabólico fariseo abanderado de la hipocresía era Sumo Sacerdote de la nación judía y Juez Supremo del Sanedrín, Tribunal Mayor de la nación judía.

Herodes Antipas Tetrarca de Galilea y de Perea, gobernante títere de los romanos. Marido de la cruel Herodías la madre de Salomé la bailarina que por su danza de la lujuria incestuosa, en bandeja de oro recibió como trofeo la cabeza de Juan El Bautista.

Pilato o Pilatos, de nombre Poncio, nativo de España, procurador de Judea, máxima autoridad romana, representante de Tiberio César. Ni Pilato ni su mujer Claudia Prócula querían la muerte de Jesús, el profeta de Galilea, el rabino manso de Nazaret.

Va a comenzar la Pasión del Justo. Jesús con sus seguidores ya está en el Jardín de los Olivos, en el Huerto de Getsemaní.

Se oyen ruidos, se escuchan los pasos de muchos hombres, llegan los alguaciles del templo que construyó Herodes el Grande padre de Herodes Antipas, y llegan soldados romanos de puesto en la fortaleza Antonia, residencia de Poncio Pilato y de Claudia Prócula. Jesús avanza hacia los recién llegados e inquiere: «¿A quién buscan?» La respuesta fue: «A Jesús de Nazaret». El galilelo contestó: «¡Yo soy». Enseguida lo maniataron y se lo llevaron. Se iba a incoar el Proceso de Sanedrín, con Anás y Caifás a la cabeza de la gran farsa. Frente a las acusaciones graves que le hicieron los dos malvados hipócritas, Jesús dijo: «Nunca he actuado clandestinamente, no he fundado cofradías secretas ni he predicado jamás arcanas sabidurías».

Caifás y Anás acusaron a Jesús de blasfemo, que se atrevía a asegurar que era el Mesías, el Cristo y hasta el hijo de Dios. Los dos perversos hipócritas decidieron que el Pretor de Roma le abriera una causa civil. El pretor Pilato tenía que actuar. Para él lo religioso no importa en absoluto. A él solamente le interesaba la delincuencia común o un grave enredo político. Pilato se revistió de cierta hipocresía para dirigirse a los hipócritas profesionales del Sanedrín y expresó: «¡Ventura y salud, señores del Sanedrín! ¿Qué sucede ahora? ¿Este hombre que me traen aquí, éste es el acusado? La verdad, que no me parece un delincuente, sino más bien un hombre inofensivo». Al Procurador Pilato, no le interesaban los problemas religiosos de los judíos, para nada. Entonces los taimados hipócritas Anás y Caifás arremetieron briosamente acusando a Jesús de que sublevaba al pueblo, congregaba turbas y multitudes, era amigo de los peligrosos zelotes; que predicaba la rebeldía, comenzando esta prédica por Galilea y extendiéndose hasta Jerusalén.

Cuando Pilato captó la condición de galileo del acusado, encontró aparente solución enviándoselo a Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea y de Perea. El Tetrarca con Jesús al frente, le hizo muchas preguntas; pero el rabino manso de Galilea no se empeñó en despegar los labios, ni en mirarlo siquiera. Sencillamente lo ignoró. Su desprecio frente al títere de los romanos fue total. Entonces Herodes lo sometió a una serie de burlas y de insultos. Luego le mandó a poner una regia capa. En verdad, un manto viejo y raído, una clámide arcaica y desvaída. Procediendo a devolvérselo al Pretor de Roma, a Pilato, porque ese hombre, Jesús, no era un rebelde, ni un sacrílego, sino un chiflado. De nuevo Pilato confrontó problemas con el Sanedrín, porque Anás y Caifás pedían la crucifixión. La autoridad romana ordenó la flagelación del acusado. No logrando así tampoco domeñar las ansias asesinas de los sanedritas Anás y Caifás. El Pretor apeló al pueblo a ver a quien quería que le soltara, si a Jesús o al reo Barrabás. El pueblo vocinglero ebrio de alcohol y de hipocresía, gritó «¡Suéltanos a Barrabás!».

Las turbas manejadas por hábiles y perversos titiriteros mandaron a Jesús al madero infamante que se clavó en El Gólgota.

Reiteramos que Jesús despreciaba a los hipócritas y les temía más que a los ladrones, que a los asesinos y que a los mentirosos.

En Semana Santa vimos carnavales y festines de promesas que salían de las bocas de criollos fariseos.

Jesús despreciaba a los hipócritas y su ira frente a ellos resultaba viento airado que los barría. ¡Atrás los fariseos, los hipócritas, aunque sean poetas pulsadores de áulicas liras de mercuriales cuerdas! Poeta fue ya Boanerge, el cisne desplumado de Galilea.

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