POR ÁNGELA PEÑA
Está vivo, dice, por la fecha en que nació y por la generosidad de dos industriales que le aportan ayudas para el sustento, el alquiler de la casa de donde lo están desalojando, y para los tratamientos y medicamentos por enfermedades que han estado a punto de llevarlo a la tumba. En trece meses ha sido objeto de cuatro cirugías de vesícula, de un testículo en el que tenía una especie de orquitis. Es hipertenso, diabético y sufre una dilatación de la próstata. Salvó la vida milagrosamente luego de una peritonitis gangrenada y una operación de ocho horas para limpiarlo de adherencias y hernias en los intestinos. Apenas ve. Lee con lupa sobre los lentes de aumento.
Del aguerrido ciudadano de abril de 1965, del valiente locutor que asaltó Radio Santo Domingo para dar paso y voz a los constitucionalistas, del apuesto galán que posó en La Voz Dominicana con las más hermosas y afamadas artistas del Continente, queda todavía la voz firme, varonil, imponente, y una memoria prodigiosa para contar con detalles impresionantes la versátil historia de su vida matizada por la lectura constante, la bohemia, el trabajo, la solidaridad, la copa de licor y el intercambio constante de mujeres bellas desde sus años adolescentes. Afirma, «sin ser aguajero», que fue estrella que esperaban con furor las chicas para aclamarlo al hacer su entrada a la emisora.
José Antonio Núñez Fernández vive enfermo, sólo acompañado de María del Carmen Guzmán Paredes, la chilena con que casó prácticamente en el ocaso de su existencia, y rodeado de fotos, diplomas, recortes de periódicos, nombramientos y otros recuerdos de años esplendorosos que no se compadecen con la situación de estrechez y de miseria que lo embarga. Nació en Bonao, el veinte de abril de 1928, «el día que crucificaron a Cristo, que Mahoma huyó para salvarse y que nació Adolfo Hitler, el hombre que quería aplicar la solución final». Es hijo de José Antonio Núñez Germán y de Ana Rita Fernández Malagón.
Locuaz, versátil, su charla es cátedra que refleja una cultura amplia, adquirida no sólo en los tres bachilleratos en que se graduó, ni en las aulas universitarias donde estudió Derecho, ni en los salones del barrio Caño Grande, de su pueblo, donde alfabetizó y fue maestro de tercer grado, sino, principalmente, en las lecturas obligadas que imponía Petán Trujillo a sus subordinados.
Actor, declamador, presentador artístico, diplomático, político, revolucionario, escritor, periodista, tribuno, ofreció apreciables aportes al país como servidor público durante más de medio siglo. Ninguna institución del Estado le ha asignado una pensión a este locutor de diecisiete años en La Voz Dominicana, educador, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República en Uruguay, exiliado político, funcionario del desaparecido Comité Organizador del Instituto de Cultura y constitucionalista que atribuye su formación a los hombres que hicieron la revolución. «Soy un fervoroso de Pancho Villa, el único que en quinientos años de revolución en México ha hecho justicia». Es devoto de Fidel Castro desde 1953, cuando el asalto al Cuartel Moncada, y al que considera «el máximo revolucionario de América», así como de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. «Admiré la lucha de los bolivianos cuando los obreros se enfrentaron al ejército, me adentré mucho en la Guerra Civil Española, me sentía enemigo de Franco porque fue una hechura de Adolfo Hitler», comenta.
De Núñez Fernández queda la voz vigorosa contando infinidad de vivencias. Los grandes bienhechores: Víctor Méndez Capellán y Huáscar Rodríguez Herrera. «Si no, a mí me hubiera llevado un personaje de la lengua española que se llama Brijam».
En la Revolución
No es ni sombra del embajador que figura junto al Presidente Antonio Guzmán juramentándose embajador. Nada queda del locutor con boina tras el micrófono llamando al pueblo a la lucha, en 1965. No es ya el adonis seductor de las más variadas y finas vestimentas que sonríe cautivador junto a Flor Silvestre, Carmen Sevilla, Gloria Mirabal, Malena Montes, Evangelina Elizondo o las espigadas danzarinas del Ballet Fantasía de México. Tampoco es el hombre que figura sonriente pese a ser conducido a prisión el 24 de abril de 1965 junto a Luis Acosta Tejeda y el periodista Nemen Yasa Nader, en una foto de primera plena de El Caribe que recorrió el mundo.
De ese valiente militante sólo queda la historia de esos años de intenso protagonismo. Muerto «El Jefe», Petán Trujillo lo acusó de traidor porque estuvo buscando a Ángel Miolán y a Nicolás Silfa por lo que debió asilarse en Puerto Rico. «Fabián Tello (Macalé) me reportó. Después lo perdoné y me dijo: Ay Núñez, estaba obligado, te reporté a ti y a Cuello Batista porque me obligó el coronel Luis Trujillo Reynoso».
El 19 de noviembre de 1961 se enteró en Borinquen de la rebelión de Rodríguez Echavarría y al encontrarse con Lara Cintrón en la calle Tetuán aprovechó el trabajo de éste en El Imparcial y Radio WITA para hacer el anuncio. Ese día fue asaltado el consulado dominicano en San Juan y Núñez Fernández convocó a sus compatriotas en la Plaza Luis Muñoz Marín. Subió a la tribuna, improvisó unas palabras y declamó Vox Populi, Vox Dei, de Santos Chocano: «Yo amo a ese pueblo que llegó a la gloria/ subiendo por la escala de la ruina/ y que sobre la cumbre de la historia/ clavó a un faro de luz la guillotina». Por esta intervención fue interrogado por el jefe de Migración Joseph White. En la hermana Antilla trabajó en WABA, de Aguadilla, hasta el diecisiete de febrero de 1962 que regresó al país.
En la revolución de 1965 transmitió «aldabonazos contra los enemigos de la República y los invasores, primero en La Voz Dominicana, hasta el trece de mayo de 1965 que cinco aviones P-51 la silenciaron».
El alumno de la Escuela de locutores Héctor J. Díaz, en la que sólo se graduaron Rafael Cuello Batista, Guillermo Peña Frómeta, María Cristina Camilo, Efraín Báez Aguiar, Juan Bruno Pimentel, Manuel Antonio Rodríguez y él, recuerda los pormenores de lo acontecido el 24 de abril, detalla las acciones de José Mauricio y Emilio Luvodino Fernández, Nina Azcona, Mario Peña Taveras, el general Rivera Cuesta, Pedro Gómez Holguín, Juan Lora Fernández, Luis Androcles Arias Collado, entre otros. «José Mauricio fue un hombre clave: logró que el campamento del siete y medio (27 de Febrero) se uniera al 16 de Agosto y cuando eso ocurre, el comandante del siete y medio, Paulino Asiático, dijo: «Aquí no hay nada que hacer, y abandonó el campamento».
Desmiente cronistas como Jesús de la Rosa que según Núñez Fernández afirmó que él y Lachapelle tomaron bajo tiros la emisora, que estaba ocupada por el CEFA. «Se recuperó sin un disparo, por la habilidad de Milito Fernández. Sólo hubo un tiro que se le zafó a un teniente Pimentel que estaba en el cuartel que existía al lado de la casa que era de Petán Trujillo».
Así como recuerda los versos que recitó en Puerto Rico, tiene grabada la comparencia de Caamaño cuando él lo presentó ante las cámaras de televisión el 26 de abril: «Sacó unos papeles que estaban tirando y dijo: ¡Pueblo! Desde el aire están tirando papeles, no crean lo que dicen, es mentira que vienen a ocupar la ciudad. Las ciudades no se ocupan desde el aire, que vengan por tierra, que desde la avenida Duarte no van a pasar». Y fue verdad, acota, «desde el puente tuvieron que retroceder».