José Antonio Núñez Fernández – Yo fui mentiroso

José Antonio Núñez Fernández – Yo fui mentiroso

En algunas regiones del Cibao le decían antes al mentiroso, embustero y también «jablanchín»; de donde vendría a resultar que yo fui además de mentiroso: embustero y «jablanchín». )Y esto por qué? Pues sencillamente porque durante cinco o seis meses del año 2000 estuve a cargo del editorial de Tribuna Democrática diariamente, con grandes entusiasmos para que de las urnas comiciales saliera el 16 de mayo la pareja que mayoritariamente alcanzó el triunfo.

Decía y pregonaba yo entonces, en tono alto, los bienes, las conveniencias y los beneficios que el pueblo iba a alcanzar con el triunfo de la pareja que realmente logró merecer la presidencia y la vicepresidencia de la República. Realmente por mis pregones «yo fui mentiroso», ya que cual férvido orador de barricada, predicaba y prometía cosas como estas: Para Hipólito, la salud del pueblo es la ley suprema de la nación. Para Hipólito que es un hombre de palabra, a partir del 16 de agosto del 2000, por la salud del pueblo, todos los días serán de curación y de sanación. Hablábamos de la que iba a ser (supuestamente) según yo la política de la salud para el mandato gubernamental de nuestros candidatos presidencial y vicepresidencial: Hipólito y Milagros.

Decía yo entonces, sin pensar jamás en lo que realmente le caería encima al pueblo: El gobierno de Hipólito sustentará claramente en su civilizado, avanzado y patriótico programa, que la salud es un derecho de todos los ciudadanos y por ende el Estado tiene la obligación de asegurarle a cada ciudadano, a cada persona, servicios eficientes y efectivos en igualdad de condiciones y de oportunidades, sin distinción de ninguna naturaleza. En tal virtud, los fundamentos de la Política de Salud del gobierno del ingeniero Mejía y de la doctora Ortiz Bosch, van a descansar sobre sólidos principios de bienestar público y obedecerán a la más humana estrategia y a la eficiencia técnica colectiva, de que «la salud del pueblo representa una de las leyes supremas de la nación. Y a seguidas agregaba para darle pábulo a la razón por la que se hacía imprescindible derrotar y sacar del Palacio Nacional a los que mandaron del 1996 al 2000: Esto decía y realmente lo creía sí, lo decía de buena fe, porque realmente lo creía: (En este presente lastimero, la salud del pueblo en manos de cínicos, hipócritas, burlones y farsantes, en verdad de verdad que somos, a todas luces nación de enfermos ir remediables!

También aseguraba, muchas cosas de las cuales ahora estoy arrepentido y hasta me siento prohijador de las muchas extrañas cosas que en el presente en Salud Pública resaltan peores que las que antes criticaba.

Pero muy cierto es que del 1996 al 2000 y del 2000 al 2004 todos debemos reconocer la buena voluntad y la lucha de los esforzados médicos y de las sacrificadas enfermeras que penosamente no pueden hacer nada por los enfermos que se les confían, porque médicos y enfermeras se debaten frente a lo imposible en el cuesta abajo de las más deprimente ausencia de medicamentos y de luz eléctrica.

Para lograr una cama, un enfermo, en cualquier hospital, representa un milagro, y para recibir los medicamentos recetados sería algo así como un sueño de muy triste despertar. Y ello es que los enfermos son tantos y los recursos para la curación tan escasos, que en realidad representamos una nación de cabales enfermos.

Ciertamente que los errores se pagan muy caros. Estamos obnubilados, confusos y turulatos. Pero con ánimo de cíclope al continuismo le decimos (Atrás! y al reeleccionismo con voz de Gargantúa le gritamos: Tú (No pasarás!

No estamos con los planes del PPH. Esos planes pueden ser los sepultureros de la nación del Baluarte y de Capotillo.

En cambio plenamente estamos de corazón con las fundaciones: Héroes del 30 de Mayo, Manolo Tavárez Justo, Coronel Caamaño Deñó, Hermanas Mirabal y Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Fundaciones de prestigio que le piden al presidente Mejía que desista de su reelección. Por boca de esas fundaciones ha hablado la patria misma.

(Qué viva la inteligencia! La facultad o función del intelecto. En este caso el intelecto del preclaro don Emilio Lapayese, quien con sus Cien Palabras nos hizo pensar mucho con «Miedo muy intenso»:

«Comparar este gobierno con todos los anteriores es tema polémico, pero entre quienes votaron a su favor cunde profundo desencanto, generalizada frustración.

La intención reeleccionista, el gran engaño aceleró el derrumbe de simpatías.

Opciones ya descartadas se presentan como posibles. En medio de entendidos temores se le ocurrió al presidente calificar de «terrorista» a una aguerrida diputada de su propio partido. Hatuey precisó de inmediato que «gran terrorista» era el gobernante. Hay universal confusión sobre que es el terrorismo porque lo practican quienes alegan combatirlo. Histórico. Terror es «miedo muy intenso». Como el miedo de volver a equivocarnos en mayo.

La testarudez siempre ha sido flor de angustia. Por eso después de la derrota venidera, alguien dirá: El eligió su jaque mate.

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