Jose Bautista revela los malos momentos que pasan para ser peloteros

Jose Bautista revela los malos momentos que pasan para ser peloteros

Estoy tratando de pasarle el teléfono a mis compañeros y me miran como que es una bomba. Voy a lanzarlo a uno de ellos y levanta las manos.

“No, no.”

Trato de pasarlo a otro y con la cabeza me dice que no, miro a mi alrededor y los cinco me están mirando como si estuviese loco.

Finalmente digo; “Alguien puede finalmente ordenar la bendita pizza?”

Nadie quiso tomar el teléfono. No entendía lo que pasaba. Fue mi primera noche en los entrenamientos extendidos en Bradenton, Florida, luego de ser seleccionado. Me había pasado el día completo firmando papeles, así que eran las 7 de la noche y la cafetería estaba cerrada. Caminaba hacia mi auto para ir a comprar comida rápida cuando escuche un sonido familiar saliendo de una de las habitaciones: español con acento dominicano.Entro para presentarme y comencé a charlar con los muchachos. Uno de ellos menciono que tenía mucha hambre. Inmediatamente pregunto; “No les dieron de comer?” Ellos me explicaron que la última comida es a las 5 de la tarde y que siempre les da hambre otra vez en la noche. Eran jóvenes de liga menor que ganaban prácticamente nada. No tenían carro, así que llevan cosas a las habitaciones luego de la cena, bananas, emparedados de mantequilla de maní y jalea, barras de chocolate Snickers, lo que fuere.

Como era el chico nuevo y había firmado mi primer contrato, pensé que era un buen gesto comprar pizza para todos. Estábamos en el 2001 así que no había órdenes por internet. Encontré un lugar en la guía telefónica y dije, “no sé qué les gusta en su pizza así que hagan ustedes la orden.”

En ese momento me miraron raro. Marco el número y estoy tratando de pasarles el teléfono y todos me están mirando.

Finalmente uno de los muchachos me dice avergonzado, “hermano, no hablamos inglés. Debes hacer la llamada o el teléfono ira de mano en mano hasta que salgan todas las palabras y se complete la orden.”

Ese fue el gran recordatorio de lo difícil que es para un jugador latino pasar la barrera del idioma y llegar a las grandes ligas. Si estás leyendo esto como un norteamericano con un buen empleo, imagina que tienes 17 años, empiezas a realizar tu sueño. El detalle es que estas en China. Estás lejos de todos tus conocidos. Tienes tres años para demostrar que eres Bueno en tu trabajo. Ah, todos tus jefes solo hablan chino. Te dan una habitación con otros tres americanos y lo único que hay es papel sanitario.

No hablas el idioma lo suficiente para ordenar una pizza.

Disfruté mucho el artículo de Andrew McCutchen sobre lo difícil que es crecer en un hogar de escasos recursos y perseguir el sueño de ser beisbolista en Estados Unidos. Me pareció interesante que ve a los muchachos que crecen en República Dominicana con envidia porque estos pueden firmar un contrato profesional a los 16 y pueden dar a sus familias las cosas que necesitan. Eso me motivó a mostrar la otra cara de la moneda.

Tuve la gran suerte de crecer en la clase media en Santo Domingo, pero representaba la minoría ya que la mayoría de los muchachos con los que crecí jugando venían de la extrema pobreza. Sus casas tenían piso de tierra, no tenían tres comidas al día y mucho menos clavos para jugar béisbol. En República Dominicana el sueño de ir a la universidad, conseguir un buen empleo y trabajar por 40 años es solo eso, un sueño. En los países del tercer mundo esas opciones no existen para la mayoría de las personas. Es una historia que se repite bastante, por eso cuando esos muchachos firman un contrato profesional para jugar béisbol, es como si ganaran la lotería. La realidad es más complicada.

Esto es lo que pasa si eres un niño talentoso de 12 o 13 años en la República Dominicana. Serás reclutado para jugar en una de las tantas “academias” que hay en el país. “Academia” hace que suene como una escuela. La mayoría de estas son granjas de béisbol. Tu familia firma un pedazo de papel dando el consentimiento para que te saquen de la escuela y vayas a entrenar en precarias condiciones en el medio de la nada. No tienen regulación. Son instituciones privadas dirigidas por tipos denominados “buscones”, mitad entrenador, mitad agente. Duermes en unos cuartos inmensos llenos de camarotes. Haces dos cosas: jugar béisbol y dormir. No hay libros, no hay computadores, quizás un televisor viejo. Antes de ser un adolescente, tu carrera educativa ha terminado. Prácticamente te lavan el cerebro para que pienses solo en béisbol.

Si suena depresivo, es que vienes de un país del primer mundo. Estos muchachos no lo prefieren de otra manera. Tiene una salida. Son los afortunados. Tienen una pequeña brecha para una mejor vida. A los 16, tienen la facultad para ser firmados por una franquicia del béisbol de las grandes ligas, como explicaba Andrew en su artículo.

Para la mayoría, el bono más pequeño puede cambiar la vida de sus familias.

Una persona con una Carrera de cuatro años en negocios que trabaja como un gerente de banco en República Dominicana devenga un sueldo de $1,500 al mes.

Como prospecto de ligas menores ganas $1,500 o más. Una vez te mudas a la academia en Dominicana, tu vida mejora. (sigue 4B).

Publicaciones Relacionadas