José de Js.Núñez Dominguez
Un valiente y decoroso embajador
mexicano que protegió a perseguidos

<STRONG>José de Js.Núñez Dominguez<BR></STRONG>Un valiente y decoroso embajador<BR>mexicano que protegió a perseguidos

POR ÁNGELA PEÑA
No sólo exhibió ante el mundo una ejemplar demostración de valentía al enfrentar e imponerse al dictador Rafael Trujillo para que respetara los acuerdos internaciones sobre derecho de asilo, sino que salvó la vida de casi dos decenas de jóvenes antitrujillistas que hubiesen sido asesinados si él no evidencia tan admirable gesto de valor.

 La calle de Santo Domingo que lleva su nombre en el sector “La Julia” es tributo de gratitud de los dominicanos por la osada actitud del    s pocos que pudieron expresarle admiración por su osadía. Uno de ellos fue el distinguido historiador Vetilio Alfau Durán, en cuya boda estuvo como testigo, pero era tal el acoso del régimen que apenas firmó se marchó sin asistir a la recepción posterior.

 La intransigente posición del intelectual fue noticia que repercutió en el mundo durante los meses de febrero y marzo de 1950. Finalmente el dictador emitió un comunicado declarando haber indultado a los hermanos Juan Bautista y Félix Servio Ducoudray Mansfield; Pericles Bienvenido Franco Ornes, José Espaillat Rodríguez, José Granados Grullón, Francisco José Aponte Willer y los también hermanos Francisco Javier y Felipe Gregorio Maduro Sanabia y José Ramón, Cecilio José y Francisco José Grullón Martínez, acusados de crímenes y delitos contra la seguridad del Estado, violación a la paz publica, organización de agrupaciones comunistas  anarquistas contrarias a la Constitución.

 Don Juan Ducoudray, que el 16 de noviembre cumplirá 81 años de edad, es uno de los sobrevivientes de aquella hazaña en la que se embarcó después de otro asilo en 1945 del que regresó un año después cuando el tirano anunció una fingida apertura democrática, pues se sentía comprometido con sus compañeros de la Juventud Democrática y del Partido Socialista Popular. Ya había guardado prisión y tenía informes de que “César Oliva, jefe de espionaje en la capital”, lo apresaría junto a su hermano y a Espaillat Rodríguez. Juan Isidro Núñez (Celito) les avisó de la presencia del agente y los tres se dirigieron a la embajada de México,  en la avenida George Washington, al lado del hotel Jaragua.

 El embajador Núñez Domínguez se encontraba en el cine y los tres políticos mintieron al policía de servicio afirmando que él les había pedido que lo esperaran. Se presentaron como estudiantes universitarios que lo entrevistarían para un trabajo sobre México. “A los veinte minutos llegaron él y su esposa y le manifestamos: “Señor Embajador, somos perseguidos políticos y queremos asilo”. El escritor los invitó a sentarse, llamó a José Alabarda Ortega, secretario de la embajada que inmediatamente les aseguró protección temporal, puso un cable cifrado a su país y visitó al canciller Virgilio Díaz Ordóñez comunicándole los hechos. El funcionario dijo conocer a los perseguidos y esperó resolver el asunto sin escándalos. Prometió comunicarlo a Trujillo, recuerda Ducoudray. Pero al día siguiente, al ser visitado por Núñez Domínguez y Alabarda “se excusó: La opinión de mi gobierno es otra, no hay asilo, dicen que no, que se trata de delincuentes comunes”. Al advertir el desconsuelo de Núñez reaccionó: “Yo sé lo que debe usted estar pensando, esto es para mí un trago amargo, pero esa es la posición del gobierno”.

 Mientras tanto, rememora don Juan, los asilados aumentaban. “Llegamos a cerca de veinte”. A los tres primeros les habían dado dos habitaciones, pero ahora hubo que habilitar nuevos espacios. La comida era servida en dos tandas. Pese a tener invadida su cotidianidad, “Núñez Domínguez tuvo siempre un trato decente, respetuoso. Aunque nos hicimos más amigos de Alabarda Ortega, por ser más contemporáneos, Núñez Domínguez fue quien llevó la dirección de todo el proceso, se entrevistó con Trujillo”, significa.

Enfrentado a Trujillo

 En un primer encuentro de Núñez Domínguez con el sátrapa, esté se mostró reacio “y Núñez Domínguez, por primera vez, reunió a todo el cuerpo diplomático, porque también había asilados en las embajadas de Cuba y Venezuela, y pidió apoyo a la posición de su gobierno, que estaba de acuerdo con el respeto a los tratados internacionales”, narra Ducoudray. Expuso a sus colegas “que si Trujillo no concedía la salida se iba a producir un rompimiento colectivo, un retiro de todas las embajadas latinoamericanas en el país”.

 En una segunda reunión entre el dictador, Núñez Domínguez y Alabarda Ortega, el generalísimo se mostró indignado “e intentó subirse” y Núñez Domínguez, “con seguridad, pero con energía”, le reclamó: “Eso es lo que establecen las normas del Derecho Internacional, del Derecho Público Americano, esa es nuestra posición”, cuenta don Juan. Trujillo entonces propuso que salieran los asilados de la sede, durmieran esa noche en sus casas y al otro día les expediría pasaportes. A pesar de las protestas del grupo, el embajador y su secretario se comprometieron a trasladarlos y buscarlos. Al amanecer todos estaban en la cancillería y pese a las demoras y provocaciones pudieron viajar pasada la una de la tarde. Representantes de México, Cuba y Venezuela los escoltaron “y aunque Olivita, de manera grosera”, quiso impedir su presencia alardeando con su enorme pistola, “Alabarda Ortega lo enfrentó: “Yo también estoy armado y no soy menos hombre que usted” según lo presenciado y escuchado por don Juan. Los diplomáticos estuvieron con ellos hasta que el avión levantó vuelo.

 Viajaron indistintamente a México, Venezuela y Cuba. Don Juan vivió entonces entre Cuba, Guatemala y México hasta febrero de 1962, ya ajusticiado Trujillo, cuando retornó a Santo Domingo.

La calle

 “Es una calle muy merecida. Era un hombre serio, culto, verdadero académico e intelectual, embajador de carrera”, resalta Juan Ducoudray Mansfield.

 Agrega que “por esos méritos y por la actitud que asumió frente a los exiliados”, es digno de ese homenaje, porque, agrega, “aquí hubo muchos embajadores que Trujillo compró, con él no se atrevió, daba la impresión de que no se prestaba a eso, fue una persona que salvó vidas, si a nosotros nos dejan en el país ¿quién sabe?”, comenta agradecido, refiriendo crímenes contra antitrujillistas cometidos durante los días del asilo.

 La calle “Núñez Domínguez” está comprendida entre las “Santo Domingo” y “Fernando Valerio”, en el ensanche “La Julia”.

Núñez y Domínguez

 José de Jesús Núñez y Domínguez desarrolló estrecha amistad con el historiador Vetilio Alfau Durán después que éste le entregó como revelación un artículo dando cuenta que fue la República Dominicana el primer país que aclamó a Benito Juárez, por decreto, Benemérito de la América, para  ejemplo de las demás repúblicas “que quisieren mostrar sus simpatías por la causa de la libertad de México”. El mexicano recibió y publicó el trabajo con admiración y sorpresa pero aclaró que ya la iniciativa la había tomado el Congreso de Colombia. Atribuyó el desconocimiento de los criollos a la falta de comunicación existente en aquella época. El intercambio entre ambos historiadores se prolongó hasta la muerte del diplomático, que presentó credenciales ante Trujillo en mayo de 1949.

 Nacido en Paplanta, estado de Veracruz, México, el 23 de abril de 1887, José de Jesús Núñez Domínguez fue académico de la Lengua e Historia, director del Museo Nacional de Historia, diputado, embajador en Bélgica, República Dominicana y Honduras, director de Excelsior y El Universal Gráfico, profesor de historia y literatura de la Universidad Nacional y de la Escuela Normal de profesores, secretario de la Biblioteca Nacional, de México. Colaboró con El Mundo Ilustrado, la Revista Moderna y El Imparcial y dirigió la Revista de Revistas.

 Publicó Holocaustos, Música suave, El inútil dolor, Espuma de mar, Poesías selectas, poemas, y en prosa, Un virrey limeño en México, Los poetas jóvenes de México, Gestas del solar nativo, Don Antonio Benavides, La virreina mexicana. Su obra ha sido elogiada por notables críticos e intelectuales de América Latina que afirman que “durante los veinte años que Núñez Domínguez dirigió la Revista de Revistas, fue un animador de las letras mexicanas, particularmente en momentos aciagos de la época revolucionaria”.

 El reconocido escritor falleció en Santiago de Chile el 31 de marzo de 1959.

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