José Joaquín

<P>José Joaquín</P>

PEDRO GIL ITURBIDES
Había concluido el año lectivo, y el Padre José María Uranga, s.J., nos eligió a dos o tres muchachos para incorporarlos a Acción Católica. Por aquellos días de fines del decenio de 1950 este grupo de varones de práctica religiosa dentro del cristianismo católico, funcionaba en casa de la Orden Claretiana.

Llegamos, en cierta medida a nuestra casa, pues siempre estábamos entre el templo que se encuentra frente a la vetusta edificación, y esta vivienda.

Allí conocimos, entre otros jóvenes, a José Joaquín Puello Herrera, un muchacho de San Juan de la Maguana que estudiaba la Carrera de Medicina en la Universidad de Santo Domingo. El padre Uranga presentó a cada uno de los aspirantes a ingreso en el grupo. Pero recalcó que en el Colegio Nuestra Señora de la Altagracia, este joven  ¡ah, qué tiempos ya idos!  escribía y decía discursos. No recuerdo si era José Joaquín el director del periódico Unión, órgano de Acción Católica, o lo era otro estudiante de Medicina, José González Cano.

Tomó José Joaquín la iniciativa de acercarse a nosotros, para que escribiésemos una cuartilla para la próxima edición, ya en la imprenta del semanario “Domingo y la Lista”. Fue nuestro primer contacto, sostenido con mutua simpatía, con reiterado respeto, a lo largo de alrededor de medio siglo. En la Universidad duramos poco tiempo, pues él partió para Inglaterra a realizar una especialidad en neurocirugía, misma que lo ha distinguido como profesional durante años.

Proveniente de una familia de profunda religiosidad, hicimos migas en las reuniones del primer Bloque Revolucionario Universitario Cristiano, que encabezó. Los avatares de la vida nos dispersaron. Cada cual tomó un rumbo. Pero siempre que nos veíamos, nos saludábamos con aquél afecto que surgiera el día en que nos invitó a escribir para el pequeño periódico de Acción Católica.

Con los años llegué a criticarle -en mi fuero interno  esos pasos inciertos y equívocos en que los devaneos del mundo nos hacen caer a los hombres. Luego, sin embargo, por culpas con las que cargo, seguí tales senderos, y debí, como consecuencia, olvidar mis secretos reproches.

Ocurre que casé con una entregada y excelente mujer sanjuanera, Rosa Sánchez Martínez, mi Rossy, de cuya familia era abogado don José Joaquín, padre del candidato. El licenciado Puello, es padre de esos muchachos Puello Herrera,  que no son ya tan muchachos, distinguidos como excelentes dominicanos.

Mi suegra, Concepción Martínez viuda de Sánchez, nunca se ha quitado de la boca a esa familia, cuya ponderación parece esfuerzo de letanía en su memoria. Y por eso, en el estercolero que es la política de estos tiempos, he querido dedicarle estas notas a este candidato a la Vicepresidencia.

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