En su vida empresarial siempre tenía un espacio para su pasión por el deporte y compartir con los atletas de los clubes barriales a nivel nacional

José León Asensio ha sido un hombre de servicios, de esos que han llevado a cumplimiento estricto el postulado religioso que reza así: “Que no sepa tu mano izquierda, lo que hace la derecha”. Siempre ha estado al lado de la juventud para apoyar en cualquier renglón de la vida deportiva.

Durante su larga y exitosa carrera empresarial, el mecenazgo de don José en los más variados campos de la sociedad dominicana ha gravitado con fuerza pero sin ruido, como su personalidad de hombre sencillo y accesible, amigo de los amigos, además su constante visita a los barrios y el campo para ver la situación nacional.

El deporte, una de sus grandes pasiones desde la época estudiantil en su Santiago natal, ha sido uno de los mayores beneficiarios de la vocación de servicio del empresario y ciudadano cuyo sello se encuentra identificado en las más variadas disciplinas, donde practicó el baloncesto y el béisbol.

Esa larga colección de contribuciones como patrocinador, organizador y aficionado entusiasta fue lo que apreciaron quienes le otorgaron el voto unánime para exaltar al benjamín de la prole de don Eduardo León Jimenes y doña María Asensio Córdoba, al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano en la categoría de propulsor, un lugar para los destacados deportistas como atleta o propulsor.

El empresario y deportista tiene un lugar especial en el deporte, pues toda su vida ha estado prestando su apoyo, confiado que la acción que realiza es para beneficiar a la juventud dominicana y el desarrollo de las disciplinas deportivas.

“Desde mi juventud he estado en el deporte, pues jugué baloncesto y béisbol, luego con el tiempo en calidad de empresario, me dediqué a apoyar a los atletas, pues mis padres me enseñaron a estar presente en las actividades deportivas con aportaciones para los necesitados”, dijo José León.

En sus primeras competencias deportivas, estando en su natal Santiago, le tomó el carro a su madre, junto a su gran amigo Aristóteles, se fueron a jugar béisbol a Tamboril, sin permiso.

Redactores de Hoy cuestionaron al inmortal del deporte, sobre su inicio en las actividades deportivas: “Desde pequeño estuve en la escuela y el colegio jugando baloncesto, luego viajé a los Estados Unidos y en las universidades y las escuelas superiores, hay muchas actividades deportivas, además uno está activo en los diferentes torneos que se celebran”.

A su regreso al país fue el traductor de los jugadores estadounidenses de las Aguilas Cibaeñas, su equipo desde chiquitico.

Don José es un hombre que lleva en la sangre su trabajo, la familia, sus amigos de siempre y la gran satisfacción del apoyo que le ha brindado al deporte, educación, el arte, la radio con la emisora Raices Radio, de la Fundación Eduardo León Jimenes.

“Tengo una gran satisfacción por ser parte del deporte”, dijo. Agradeció a los integrantes del comité ejecutivo del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano, por su ingreso a ese organismo deportivo, una distinción que comparte con su familia.

Formó parte del comité pro techado del Club Mauricio Báez, además comité de baloncesto para los torneos capitalinos.

Aliado a la juventud

Mecenas del deporte
Como presidente de la Cervecería Nacional Dominicana, brindó un gran apoyo al deporte a nivel nacional, además a los organismos deportivos. Desde su posición gerencial en E. León Jimenes, don José trasladó muchas de sus ideas mercadológicas al ámbito del deporte y es así como surge el auspicio de dos grandes equipos de béisbol amateur del país – La Aurora en Santiago y el Premier en la Capital.

Al mismo tiempo, la empresa bajo su gerencia incursiona en el apadrinamiento de las transmisiones radiales del béisbol de las Grandes Ligas al través de La Cadena Premier, una idea de la mente fértil de Ellis Pérez, y posteriormente La Cadena de Los Grandes de béisbol de GL.

Formó parte para el techado del Club Mauricio Báez y el baloncesto del DN

Sus aportes al deporte lo llevaron a la inmortalidad como propulsor