José Lora en el recuerdo y la nostalgia

José Lora en el recuerdo y la nostalgia

   Ese hombre de baja estatura y alta nobleza humana, Primer Violín de  profesionalidad  y experiencia, José Lora, hace pocos días ha partido de este plano terrenal para internarse en los misterios eternos de la muerte, esa que los cristianos consideramos “tránsito” de una vida a otra, porque todo se transforma y modifica.

   El poeta Longfellow, ilustre profesor de Harvard, nos dejó entre sus admiradas producciones su “Salmo a la Vida”. Allí manifiesta una certidumbre que comparto: “Polvo eres y al polvo volverás, no fue dicho para el alma”.

        Para su compañera de toda un vida, Mayúm Rodríguez, para su descendencia directa, así como para quienes disfrutaron la cercanía de este hombre excepcional, ha de ser muy dolorosa la partida de este José siempre sonriente, galante y dispuesto a ofrecer a manos llenas su calidad humana y sus conocimientos y habilidades positivas.

    Miembro fundador de la Orquesta Sinfónica Nacional con veinte años de edad, se mantuvo en ella hasta su jubilación, y luego, cuando se le necesitó, unos sesenta años después, regresó para reforzar la sección de Primeros Violines, ahora desde el último atril, consciente de que era la posición que le permitiría ser útil. Y lo fue: gracias a la fuerza de su arco y a la entusiasta y contagiosa energía musical que derramaba. Lo tuve muy cerca en la Sinfónica.

     Cuando entré a formar parte de la Sinfónica, con trece años de edad, fue el único miembro de la sección de Cuerdas que me acogió con simpatía cuando el primer director de la Orquesta, Enrique Casal-Chapí, aceptó la petición de mi maestro de violín.  José me acogió con generosidad y se alegró sinceramente cuando Chapí fue promoviéndome hasta el Primer Atril.

Años después, bajo la dirección de Abel Eisenberg, alcancé la posición de Concertino, que mantuve durante largos años y José fue mi compañero magnífico cuando mi asistente oficial, Francesco Montelli, se ausentaba por alguna razón. ¡Cuán grata su compañía!

   José inició sus estudios de violín en Puerto Plata, donde recibió lecciones de violín de diversos profesores hasta ser discípulo del glorioso e injustamente olvidado Gabriel del Orbe, cuyo nombre existe en las carteleras de venerables salas de concierto europeas, junto a los más afamados violinistas.

   Creo que el formidable manejo del arco que tenía José Lora le debió mucho a enseñanzas de Gabriel del Orbe.

   Posiblemente la necesidad de producir dinero con el violín llevó a José a formar parte como Principal de las orquestas de La Voz del Yuna y de las diversas orquestas que formó Petán Trujillo para su Radiotelevisión Dominicana.

Una orquesta clásica bautizada “Maestro Ravelo”, una dedicada al tango, en manos de especialistas, la “Superorquesta San José”, famosa con Papa Molina a la cabeza, el conjunto “Caballeros Montecarlo” de Santiago, todas para incrementar el salario de la Sinfónica Nacional, que apenas hace poco obtuvo asignaciones    para desempeñarse con recursos bastante apropiados.

   José Lora era un artista, un músico respetuoso de la música, cual fuese.

   No es necesario desearle Paz a sus restos.

   La justicia divina ya debe habérsela otorgado.

   Era un hombre auténticamente bueno.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas